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Análisis de la política pública de cooperación internacional de Medellín
This paper aims to present the relation between the academic elaboration of a public policy and the explicit realities in the process of its inclusion in a formal political agenda. The case of analysis is the city of Medellin, which unique approach to an international cooperation public policy was approved by the legislators and brought to reality taking into account multiplicity of actors. The author concludes this case can be explained from external initiative and mobilization, which are two techniques included in Medellin’s agenda. The paper combines theoretical and practical information provided by the local government, social actors and administrative agents, who are involved in the public policy creation and its posterior inclusion in the formal agenda. Further study analysis in the process of implementation would be required.El presente artículo expone la relación entre el ámbito académico de elaboración de una política pública con las realidades explícitas en el proceso de llevarla hasta la etapa de inserción en la agenda política formal. El caso que se analiza es el de la ciudad de Medellín, única en Colombia con una política pública de cooperación internacional tramitada por su rama legislativa y puesta en escena con la mirada de múltiples actores inmersos en su concreción. Su autor concluye que para explicar el caso de Medellín es posible abordar la lectura desde dos técnicas de puesta en agenda: la de iniciativa ex- terna y la de movilización. El texto es un ejercicio que combina elementos teóricos con informaciones prácticas provistas por instancias de gobierno, actores sociales y agentes administrativos que se involucraron en las etapas de creación y puesta en agenda de la política anteriormente citada. A su vez, abre el espectro de análisis al estudio del proceso de implementación de la misma
La Alianza del Pacífico como elemento catalizador para la cooperación: una revisión desde la óptica del Sur Global
This article offers a particular analysis within the Pacific Alliance in Latin America. It is a review of the international cooperation links among its members, based on the progress that has been detected in their interaction. For this purpose, the author traces a tour of what has been the historical process of cooperation through time, emphasizes the most significant changes—which themselves generate new conceptions—, and presents evidence of what has been achieved by the members of the regional initiative. The text concludes that, despite it not being the essence of the agreement, progress in the matter is undeniable. Likewise, it risks specifying that progress in the PA’s integrating activities may come from more valuable and effective cooperation links than from those of economic, commercial, or political integration among the four countries of the region.Este artículo ofrece un análisis singular al interior de la Alianza del Pacífico en América Latina. Se trata de una revisión de los vínculos de cooperación internacional entre sus miembros, a partir de los avances que se han podido constatar en su interacción. Para tal efecto, el autor traza un recorrido por lo que ha sido el giro de la cooperación en diferentes períodos de tiempo, enfatiza los cambios más significativos, generadores incluso de nuevas concepciones, y presenta evidencia de lo alcanzado por los miembros de la iniciativa regional. El texto concluye que, a pesar de no ser la esencia del acuerdo, resulta indudable el avance en la materia. Así mismo, se aventura a precisar que en el desarrollo de las actividades integradoras de la AP podrán ser más valiosos y efectivos los lazos colaborativos que la misma integración económica, comercial o política entre los cuatro países de la región.
 
La adhesión de Colombia a la OCDE como una estrategia de inserción en un contexto desfavorable
This paper concerns the study of Colombian foreign policy. Specifically, it applies foreign policy analysis (FPA) methods to the study of Colombian international politics and international relations. Embarking from the analytical framework of International Regimes, the work describes a specific approach to their study, and thereafter traces the process that preceded Colombia’s accession to the Organization for Economic Cooperation and Development (OECD). It analyzes how the decision to join the OECD is best understood as a foreign policy strategy on the part of the national government. The paper also offers a preliminary evaluation of the process of institutional adaptation accompanying OECD membership and its impact on Colombian society. The article is based on the analysis of primary sources related to the decision-making process carried out by both the national government and the OECD. Additionally, it uses a variety of other sources to illuminate a foreign policy strategy implemented in a complicated international context, one only made more difficult by the onset of the Covid-19 pandemic. In this manner, the paper discusses the challenges and importance of OECD membership, including the delay of its formalization to the point of coinciding with the Covid-19 pandemic. Such unfortunate timing has likely contributed to the perception among many Colombians, of the fruitlessness of membership. While indeed complex and challenging, the paper seeks to present the situation of Colombian membership in more nuanced light.Este trabajo se circunscribe en el estudio de la política exterior de Colombia, mientras propone armonizar algunos elementos de su análisis con una aproximación a la política y las relaciones internacionales del mismo Estado. A partir del marco analítico de los regímenes internacionales, el trabajo ofrece, en su primera parte, una aproximación a su estudio para luego avanzar hacia un recorrido por el proceso que antecedió la adhesión de Colombia a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Posterior a ello, analiza cómo la decisión de adherirse a la OCDE es una estrategia de política exterior del gobierno nacional y, finalmente, despliega una evaluación preliminar de lo que ha sido el proceso de adaptación institucional a la membresía adquirida y su impacto en la sociedad colombiana. En términos metodológicos, la obra absorbe de fuentes primarias lo relativo al contenido del proceso decisional adelantado, tanto por el gobierno nacional como por la Organización, mientras acude a otra diversidad de fuentes para argumentar la existencia de una estrategia de política exterior implementada en un contexto difícil, agravado con la pandemia de la Covid-19. Dado lo anterior, el trabajo pone en discusión, en materia de retos, la pertinencia de haber logrado la membresía y haber dilatado su formalización hasta el punto de coincidir con las dificultades generadas por dicha pandemia. En tal dirección, la evaluación de los primeros años de participación del país en el foro global conduce a una percepción de inutilidad de la membresía; incluso, a pesar que la realidad conlleve a mayores complejidades que la expuesta
La Alianza del Pacífico como elemento catalizador para la cooperación: una revisión desde la óptica del Sur Global
Este artículo ofrece un análisis singular al interior de la Alianza del Pacífico en América Latina. Se trata de una revisión de los vínculos de cooperación internacional entre sus miembros, a partir de los avances que se han podido constatar en su interacción. Para tal efecto, el autor traza un recorrido por lo que ha sido el giro de la cooperación en diferentes períodos de tiempo, enfatiza los cambios más significativos, generadores incluso de nuevas concepciones, y presenta evidencia de lo alcanzado por los miembros de la iniciativa regional. El texto concluye que, a pesar de no ser la esencia del acuerdo, resulta indudable el avance en la materia. Así mismo, se aventura a precisar que en el desarrollo de las actividades integradoras de la AP podrán ser más valiosos y efectivos los lazos colaborativos que la misma integración económica, comercial o política entre los cuatro países de la región.
Análisis del factor decisional en la política exterior colombiana: el ingreso de Colombia a la Alianza del Pacífico
Este artículo profundiza un tema poco explorado en los estudios sobre Política Exterior Colombiana (PEC): los procesos de toma de decisión. Para ello, se retoman dos modelos clásicos en la materia (Putnam y Allison), los cuales se usan para analizar el proceso decisorio que llevó a Colombia a formar parte de la Alianza del Pacífico en 2012. El estudio de caso permite concluir que ciertos actores del sector privado —particularmente, los gremios económicos— tienen marcada incidencia en las actuaciones del poder ejecutivo, en relación con la toma de decisiones de la pec. Así, el ejercicio de generar política exterior en el país se distancia de los cánones usualmente sugeridos para la concreción de políticas públicas, a la vez que se convierte en privilegio de los actores más cercanos al presidente de la República. Finalmente, el trabajo llama la atención sobre la necesidad, y diversidad de oportunidades, de trabajar el Análisis de Política Exterior (APE) para el caso colombiano
América Latina ya no sufre por la Doctrina Monroe
En días pasados fui invitado a una serie de presentaciones que se desarrollaron en el marco del Primer Congreso de la Red Colombiana de Relaciones Internacionales (REDINTERCOL) en la ciudad de Barranquilla, Costa Atlántica colombiana, y tuve la fortuna de compartir importantes momentos con el reconocido profesor austriaco Gerhard Drekonja-Kornat. A su vez, participé de su disertación sobre lo que él ha denominado el final de la Doctrina Monroe en América Latina. Precisamente sobre esos aspectos deseo referirme en las líneas posteriores, procurando dejar plasmado lo que tiene relación con esa nueva América Latina de la que se sigue hablando en diversos círculos, tanto académicos como políticos.El profesor Drekonja se preguntó si efectivamente hoy ya se habla de la muerte de la doctrina que James Monroe dejó expuesta ante el Congreso de los Estados Unidos aquel inolvidable 2 de diciembre de 1823. Sus planteamientos confirmaron una personal creencia de que así es. Ahondemos en algunos detalles que hoy precisan el final de la influencia e intervención directa de Washington en la región.Lo primero sería retomar algunas de las causas por las cuales se ha presentado un replanteamiento de la política en América Latina. Tal como en diversas ocasiones se ha expuesto en espacios tanto académicos como políticos, el neoliberalismo se agotó y no logró satisfacer las necesidades de los más débiles en la región. Los formatos tradicionales de representación política se desgastaron profundamente, el capitalismo democrático colapsó en algunos de los Estados y, finalmente -de manera gradual- se generalizaron las luchas contra la corriente nacida en el Consenso de Washington, las cuales se habían convertido en el recetario para sacar a América Latina y a los otrora Estados tercermundistas de su problema frente a la deuda. Lo anterior se va a conjugar con una nueva dinámica de precios en las materias primas, surgida a partir de 2001, cuando de manera inesperada quizá, se presentó nuevamente la opción de aprovechar los ingresos generados por el movimiento exportador de commodities (algo tal vez similar a lo experimentado por la región entre 1870 y 1930).Dolorosamente esta dinámica que se menciona al final del párrafo anterior se ha visto afectada por la crisis financiera y económica suscitada desde octubre del año anterior hasta la fecha. Sin embargo, las expectativas de una reactivación de los precios en las exportaciones de recursos naturales y minerales, entre los cuales se haya el petróleo, siguen estando en primera línea. Los grandes consumidores globales de recursos no han detenido su marcha.Para tratar de enlazar los temas que atañen la reflexión habría que hacer también un breve recorderis sobre el avance histórico de la doctrina Monroe. Una vez aceptada la tesis que sugirió el primer ministro británico George Canning al gobierno estadounidense en la agitada época de la Europa de los Congresos, éste último tomó decenas de iniciativas de intervención directa sobre la región. La arremetida “civilizatoria” que descansó sobre la base de una América para los Americanos no se detuvo al cambiar de siglo y, por el contrario, amparada por una ajustada doctrina que mezcló Carrots & Sticks, facilitó el acercamiento y la subordinación de toda la América Latina a los deseos del hegemónico Estado del norte. La Guerra Fría ratificó, a través de la OEA y el TIAR, que las relaciones en lugar de hacerse cordiales por el diálogo se formalizaron con base en la amenaza y el castigo. Fueron unos 170 años en los que no hubo grandes opciones de desligarse del control ejercido desde la doctrina que ahora se estudia.Sin embargo la unipolaridad de la Posguerra Fría terminó. El Sistema Internacional se ha diversificado para hoy hablar de sistemas internacionales y la hegemonía estadounidense cada día es más vulnerable frente a los nacientes actores que cada vez más ponen en “jaque” el rol de Washington en política internacional. Hoy es prácticamente inviable –como así mismo lo señaló el profesor Drekonja en su disertación- pensar en una aplicación tradicional de la doctrina Monroe. En su carácter formal y tradicional de intervención dicha doctrina ya no aplica. Eso ha quedado demostrado para América Latina y para otras latitudes en las cuales están cifrados los intereses estadounidenses.A pesar de que Jorge Castañeda vaticinara el final del modelo soviético y del socialismo en general en 1993, cuando señaló incluso que en América Latina un modelo como éste no regresaría en el futuro, llegó el siglo XXI con un ofrecimiento diferente. Varios líderes populistas se ocuparon en truncar la hipótesis de Castañeda y se han venido encargando a su vez de la generación de un balance de poder regional diferente al que el Consenso de Washington había sugerido. Además, una serie de medidas tomadas desde la dirección de gobierno de varios Estados latinoamericanos va a ir directamente contra los intereses de los Estados Unidos en la región. De manera que América Latina termina blindándose para una probable implementación de la tradicional doctrina Monroe que, a todas luces, ha perdido su validez y eficacia como herramienta de política internacional.Otro detalle importante es notar que dentro de la subregionalización latinoamericana hay tres sectores o bloques perfilados a futuro: México, varios Estados centroamericanos y otros del Caribe muy pro-estadounidenses, el resto de los Estados caribeños y centroamericanos perfilados dentro de procesos de integración regionales (donde Cuba es líder) y el modelo de UNASUR. Esto a pesar de las grandes diferencias al interior de la comunidad sudamericana. A nivel de UNASUR Brasil se mueve como lo que Morgenthau denominó el “Holder of Balance” y eso ha afectado enormemente la presencia e intentos de participación estadounidense en América del Sur. Ante esta dinámica y el ingreso cada vez más notorio de nuevos actores que alimentan la multipolaridad de los sistemas internacionales vigentes, la implementación de un esquema intervencionista y hegemónico como es el de la doctrina Monroe resulta cada vez más inapropiada.Hoy, en medio de los fuertes nacionalismos, reivindicaciones de las minorías (étnicas, excluidas, segregadas tradicionalmente, etc.) y llamados del neopopulismo a enfrentar los nuevos retos del dinamismo socioeconómico y político, ya no se trata de derramar sangre desde las Venas Abiertas de América Latina sino de saber tomar las nuevas opciones que en cada una de las facciones políticas de la región se vienen presentando, hasta alcanzar el correcto desempeño. Cada uno de los Estados latinoamericanos tiene que aprovecharse de las nuevas circunstancias del juego internacional para la región. Ahora que la doctrina Monroe resulta completamente inaplicable en su formato tradicional del Río Grande hacia el sur, es momento de saber situar las prioridades y desafíos. Es hora de abrir el horizonte hacia nuevas posibilidades que, con seguridad, no descansan únicamente en acercamientos de tipo militar con Francia, Rusia, Irán o los Estados Unidos de América.El autor es profesor de Relaciones Internacionales Latinoamericanas en la Universidad EAFIT de Medellín, Colombia. 200
Colombia: estabilidad política, rentabilidad económica
Al establecer relaciones, comparaciones y eventuales paralelos entre lo que fue la Colombia anterior a 1991, con una carta constitucional de más de 100 años de antigüedad, y el país que ahora anda “colado” en la lista de los CIVETS planteada por Michael Geoghegan, presidente de HSBC, es necesario hacer referencia a dos singularidades con enormes diferencias entre ellas. El letargo evidenciado por el país cafetero hasta la novena década del siglo veinte en casi todos los aspectos contrasta con la dinámica generada después de la primera década de haberse aprobado la constitución que hoy rige al país.A raíz de la redacción, aprobación y puesta en marcha de la Constitución Política de 1991 en Colombia, los residentes de la Casa de Nariño adquieren obligaciones claramente expuestas en la Carta Magna. Dentro del articulado de la misma aparece, por ejemplo, la promoción de la internacionalización de las relaciones económicas (art. 226) y de la integración económica y política con las demás naciones, y especialmente con los países de América Latina y el Caribe (art. 227). Sin embargo, sería un error atribuir los desarrollos en materia económica a ese único factor, pues el contexto global de integración y búsqueda de nuevos socios comerciales desarrollado durante los años 90, también ha sido leído por varias de las administraciones que durante las dos últimas décadas han liderado procesos de gobernabilidad. Realmente la actual dinámica económica del país es el resultado de un proceso de relativa media duración, no un tema coyuntural como en ocasiones tiende a leerse.Podría decirse entonces, que una sumatoria de factores, tanto internos como externos, fue lo que llevó a Colombia a abrirse rutas de integración económica y comercial que, a pesar de todos los inconvenientes y detractores posibles, tiene hoy al país en mejor posición económica que varios de sus similares en la región. Esto, aunque infortunadamente el dinamismo económico colombiano de los últimos siete años también padeciera las consecuencias de la crisis económica y financiera de 2008. Las cifras de hoy son fiel reflejo de esa situación. Los pasos seguidos por el país más septentrional de Suramérica pueden sintetizarse en los siguientes párrafos.Al finalizar la Guerra Fría el contexto internacional reclamó un cambio de dirección en la mayor parte de los programas de industrialización y desarrollo que en los Estados del Tercer Mundo, de aquel entonces, venían implementándose. Las tesis de Williamson (Consenso de Washington) fueron acogidas, al igual que en otros lugares del mundo, y se trató de seguir lo más metódicamente posible un modelo cargado de privatizaciones, disminución estatal y recomposición burocrática que, en todos los casos, se vio obligado a estar acompañado de una disciplina fiscal extrema. Esas circunstancias facilitaron el retorno del liberalismo a la presidencia de la República. Primero con Virgilio Barco Vargas (1986-1990), luego con César Gaviria Trujillo (1990-1994), un líder recordado por su secretaría general en la OEA.Con el liberalismo en el gobierno se dejaron atrás los temores de internacionalizar al país y se ejecutó la denominada Apertura Económica. Colombia empezaba pues, de manera real a mirar formas de inserción global. A pesar de ello, el país se encontró con problemas de magnitudes impensables, puesto que su infraestructura y capacidad productiva no estaba realmente preparada para insertarse en el modelo económico que el mundo desarrollado jalonaba a una velocidad superior a los tiempos internos.Por tanto, hechos como el mencionado, sumado a una relativa inestabilidad política surgida como consecuencia de la infiltración de los carteles de la droga en la institucionalidad estatal, a una sociedad sin respuestas frente a la descomposición interna, al papel de las obsoletas guerrillas del país y ad portas de lograr el carácter de Estado fallido, se convirtieron en grandes tropiezos para el gran objetivo de alcanzar mejores y más estrechos vínculos con otras áreas geográficas relevantes y productivas.Superado ese lapso de tiempo y de crisis en muchos frentes, el Estado logró retomar su rumbo. Primero con Andrés Pastrana (1998-2002), luego con Álvaro Uribe Vélez (2002-2006 2006-2010), se generaron estrategias de atracción de capital foráneo y de probables negociaciones con economías complementarias y con grupos regionales. Sin embargo, para lograr que se creyera en Colombia y que su reputación ante el mundo cambiara positivamente, fue necesario establecer alianzas político-militares importantes y trazarse proyectos que brindaran seguridad, tanto a nacionales como a extranjeros. Sin duda, dichas alianzas han sido el principal insumo para los críticos y detractores de la securitización de las agendas, tanto doméstica como internacional.No obstante, Colombia es hoy un país más seguro, que protege al inversionista mientras le facilita las condiciones para el desarrollo de sus actividades. A lo largo de la primera década del siglo XXI, el gobierno colombiano adelantó ingentes esfuerzos para avanzar en la firma, ratificación y puesta en marcha de una serie de tratados de libre comercio, acuerdos de complementariedad económica, acuerdos de protección a la inversión, y tratados del orden tanto bilateral como multilateral que le pusieran a jugar un rol de tipo medio en el sistema internacional. Los resultados empiezan a verse si se analiza desde las cifras.A principios del siglo XXI las exportaciones colombianas se quedaban por debajo de los diez mil millones de dólares. Era tal vez un sueño pensar en ubicarlas por encima de esa barrera. Sobre la inversión extranjera directa (IED) que llegaba al país hacia el año 2000, igualmente apenas si se hablaba de una cifra levemente superior a los mil millones de dólares. Para 2009, las mismas cifras se situaron en 33.000 y 7.500 millones de dólares respectivamente. Aclarando que para el año 2008, antes de sentir el fuerte impacto de la crisis, las cifras fueron de 38.000 y 10.600 millones de dólares respectivamente.A propósito de esa breve radiografía, el reporte mundial de Naciones Unidas se ha pronunciado para destacar el hecho de encontrar en Colombia una acumulación significativa en su nivel de exportaciones durante la primera década del siglo XXI (sólo hasta 2009) superior a los 200 mil millones de dólares y un total de IED de U$ 55.662. Son estos los factores que propician un mejor desempeño en la economía colombiana, proveyendo posibilidades al más reciente de los gobiernos para que su plan de desarrollo se ejecute satisfactoriamente.Las expectativas que actualmente presenta el país son alentadoras. Teniendo tratados de libre comercio vigentes con Chile, El Salvador, Guatemala, Honduras y el G-3; acuerdos multilaterales con la Comunidad Andina y ALADI; acuerdos de alcance parcial con MERCOSUR, Chile, CARICOM, Costa Rica, Cuba, Nicaragua, Panamá y AEC; preferencias arancelarias con la Unión Europea y Estados Unidos; acuerdos de libre comercio firmados con Estados Unidos, Canadá y la Asociación Europea de Libre Comercio; y negociando acuerdos de promoción y protección a la inversión o del tipo comercial con Corea, Perú, China, Reino Unido, India, EFTA, España y Suiza, entre otros, puede decirse que Colombia se ha enrutado por la vía de la internacionalización de su economía.Por tanto, puede señalarse que la demostración de que el tema del libre comercio, la reciprocidad de la confianza inversionista y la credibilidad en un modelo que aún valore el mercado sin excederse en el rol que se le entrega, pueden forjar caminos hacia el desarrollo de una sociedad realmente autónoma, capaz de tomar decisiones sin la injerencia de molestas influencias regionales. Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad EAFIT. Actualmente hace parte del grupo de investigación en Estudios Internacionales de la misma universidad y se dedica a temas de política exterior y relaciones internacionales latinoamericanas
Cuba: Tres Años de Leves Esperanzas y Tristes Realidades
La semana anterior, para ser exactos el pasado domingo 26 de julio, América Latina pudo escuchar y analizar el pronunciamiento de Raúl Castro Ruz desde la localidad cubana de Holguín donde se celebró el aniversario de la toma del Cuartel Moncada . En dicho discurso el líder cubano se refirió a nuevas posibilidades de adelantar importantes reformas en la economía cubana. A lo largo de la misma semana, muchos de los interesados en la región estuvieron expectantes sobre las decisiones que se pudieran tomar en la isla en materia de reformas estructurales. Sin embargo, a la fecha siguen sin refrendarse las medidas que, difícilmente se dieron a conocer el pasado miércoles, y que están llevando a los cubanos a una serie de especulaciones que alcanza a perturbar su relativa escasa tranquilidad.En su pronunciamiento del domingo 26, Raúl Castro enfatizó la necesidad de entender la austeridad y el ahorro como el único camino para llevar a Cuba a una mejor situación económica. Además, instó a todos los cubanos a cambiar el lema de “patria o muerte” por “ahorro o muerte” y a mostrarse tolerantes con las medidas que desde hace ya varios meses se han venido tomando en relación con el recorte de la canasta básica, la reducción del servicio de energía eléctrica en las instalaciones de las factorías del Estado y la ampliación de la edad de jubilación que, para las mujeres pasó al orden de los 60 años y para los hombres a 65.Por supuesto, lo que ha generado esta clase de medidas es la agudización de una crisis que empezó a vivir Cuba desde el momento en que la Unión Soviética desapareció del escenario internacional y abrió paso a un denominado “periodo especial” que, sólo a partir de 1999 pudo encontrar un nuevo aliado importante para el proyecto revolucionario: Venezuela. Sin embargo el capital venezolano no ha sido lo suficientemente importante para evitar que la situación interna de la isla que pregona el socialismo más antiguo de América se estabilice. A ello se suma el hecho de notar que con la crisis económica y financiera global todo se ha hecho más crítico.Dos interrogantes que surgen en estos momentos de reformas estructurales, si es que así se puede denominar a lo que está en proceso en la Asamblea Nacional Popular, son los siguientes: ¿qué ha cambiado desde el momento en que Fidel Castro desapareció de la escena política en Cuba y la posterior llegada de su hermano Raúl al liderazgo de la Revolución? ¿Realmente podría hablarse de nuevas esperanzas para los cubanos que hoy habitan ese precioso terruño en el Caribe?Las posibles respuestas deben enfocarse en aceptar que muy pocas cosas han cambiado realmente durante los últimos tres años de gobierno de la nueva cúpula del poder cubano. No ha habido un cambio generacional que es lo que precisamente debiera darse en la isla, sólo se ha tratado de un relevo de figura en el poder, pero con las viejas ideas, ya perdidas en medio de lo arcaico que puede resultar un proyecto de este tipo en la exigente contemporaneidad. Bajo el pretexto de mantenerse en la lucha contra el imperialismo, Cuba ha dejado pasar muchos lustros sin hacerse dueña de una imagen propia que le pueda insertar en un marco político más amplio y que no le limite sólo a lo que el proyecto ALBA, los No Alineados y las cumbres regionales puedan ofrecerle.Aunque efectivamente durante los últimos tres años en la isla se han tomado medidas tales como el permiso de ingreso a los hoteles de la zona turística de La Habana, la posibilidad de que los cubanos reciban algunas tierras en usufructo, la venta libre de algunos productos de tipo eléctrico y electrónico, la opción de dirigirse a una droguería y adquirir los medicamentos recetados sin los ya tradicionales contratiempos, el acceso –en algunos casos- a la telefonía móvil y a la Internet, la posibilidad de devengar un salario de acuerdo con el número de horas trabajadas por el empleado, la compra y venta de automóviles, el alquiler de casas y el ingreso y salida del país sin los tradicionales controles que se habían establecido décadas atrás, no es posible hablar de una Cuba diferente a la analizada 10 años atrás. O tal vez sí sea posible, puesto que en el fondo sí hay una fuerte diferencia: hoy Cuba está más pobre, más rezagada y en peor posición que en 1999.Quizá esto se deba a la desidia de la dirigencia cubana para entender que ha habido cambios generacionales importantes y que eso obliga, sin profundas explicaciones, a contextualizarse para enfrentar los retos de la actualidad. Como también es muy factible que las responsabilidades recaigan sobre la misma sociedad inmóvil que desatendió el hecho de notar cómo una revolución estática les llevaba hacia el abismo y ella (la sociedad) poco hizo por evitarlo. Después de tres años en el poder de la isla, el mismo Raúl Castro se ha referido a la burocracia cubana como uno de los aspectos que en mayor medida ha obstaculizado las posibilidades de cambio. A su vez, en uno de sus más recientes discursos ha expresado la necesidad de no justificarse más con el bloqueo (embargo) ni con el imperialismo; le ha pedido al cubano del común que comprenda que es momento de trabajar: "La tierra está ahí, aquí están los cubanos, veremos si trabajamos o no, si producimos o no, si cumplimos nuestra palabra o no", fue lo que señaló el pasado 26 de julio en su discurso de no más de una hora.Pareciera que detrás de este discurso existiera la sensación de solicitarle al cubano del común un papel más enérgico y más activo para sacar adelante procesos tanto económicos como sociales en Cuba. A su vez, habría que entenderle como un llamado de atención directo a la sociedad que bien podría sintonizarse con las medidas, (aunque muy leves) anunciadas por Washington para pactar unas relaciones cordiales entre la isla y los Estados Unidos de América.Al final de todo lo anterior lo real es que se sigue esperando que el Parlamento cubano (Asamblea Nacional del Poder Popular) actúe. Si bien acaba justamente de crear esta semana una Contraloría General Nacional para establecer controles, valga redundar, en el gobierno –sobre todo en el tema de la corrupción-, aún se está a la espera de que se pronuncie sobre los temas menos gratos para la población; todo lo que tiene relación directa con recortes a subsidios, supresión de expectativas en el crecimiento de la economía y medidas de choque para lo que se ha consolidado como una de las más críticas situaciones de los últimos años para la Isla. La economía no está nada bien, el país tiene que importar más del 80% de lo que consume en alimentos, y eso se suma a que anualmente debe enfrentarse al rigor de la naturaleza que con los huracanes más recientes (2008) dejó a más de 200.000 familias sin hogar.Sin el ánimo de establecer juicios frente a la sociedad cubana en general, es para considerar que se ha llegado la hora de trabajar duro por el país, de comprender que el Gran Hermano (Estado) no es el único que tiene que correr con las responsabilidades cubanas y de aceptar que la revolución –tal como se desarrolló- no era el camino acertado. Las esperanzas que se tejieron en torno a la figura de Raúl Castro se han desvanecido tan rápido como la crisis misma se agudizó. El autor es profesor de Relaciones Internacionales Latinoamericanas en la Universidad EAFIT de Medellín, Colombia. 200
América Latina termina el año con fiebre electoral
Durante el año 2009, varias sociedades latinoamericanas estuvieron preparándose para el desarrollo de nuevos eventos electorales en la región. El pasado domingo, el turno para ir a las urnas les correspondió a uruguayos y hondureños, quienes actuando democráticamente acudieron a los sitios de votación en procura de elegir a su nuevo jefe de gobierno para el período que se inicia en ambos Estados. No obstante, fueron dos carreras electorales muy diferentes, la primera, marcada por un ambiente interno fuertemente competitivo, aunque siempre legal y consecuente con la realidad uruguaya, y con un evidente respaldo internacional; la segunda, enrarecida por la incertidumbre de lo que podrá suceder en los próximos días con el elegido Porfirio Lobo, de quien ya se ha cuestionado, triunfó en unas elecciones oscuras, caracterizadas por el ausentismo y la coerción. En momentos previos a las elecciones se podían contar en los dedos de las manos los Estados que validaban el proceso en el país del depuesto Zelaya. Sin embargo, hoy las cosas están cambiando.Con la elección de José Mujica en Uruguay (y continuidad del Frente Amplio), es claro que se ha dado un apoyo importante a la labor adelantada por el presidente Vázquez y lo concerniente a sus políticas de desarrollo socialistas, orientadas hacia la consecución de mejores estándares en la calidad de vida de los uruguayos. Además, el hecho de que Uruguay hoy figure como una de las democracias más estables y sólidas del hemisferio occidental, indica que en el transcurso del ejercicio de gobierno del presidente Vásquez se mantuvo la línea de unas instituciones fuertes y transparentes. Esto, resaltado incluso por el ex presidente Sanguinetti, para quien José Mujica no representa totales garantías democráticas a causa de su tristemente célebre pasado.Lo opuesto ha sucedido en Honduras. Poca fe se tuvo en la izquierda. En lo que sin duda tuvo mucho que ver el constante intervencionismo de Hugo Chávez, quien ha venido desprestigiándola gradualmente en los países de sus incrédulos aliados. Por tanto, el voto del hondureño debe entenderse, no como un rechazo a la izquierda que lideró el partido de Unificación Democrática, sino como un rotundo no al intervencionismo chavista en la política interna del país. Porfirio Lobo venció fácil en los comicios. Ahora el reto es buscar caminos para que internacionalmente se acepte a Lobo como presidente legítimo de Honduras y se empiece a trabajar en la normalización de la situación hondureña, después del condenable golpe del 28 de junio del presente año. Por lo menos en las últimas 24 horas se ha visto que la lista de gobiernos que aceptan el proceso electoral como válido ha venido incrementándose.En ese orden de ideas, ya la democracia ha entregado dos nuevos líderes de gobierno en América. Y podría considerarse para el caso hondureño, que ya hay avances en su deteriorada y estancada situación.Lo que sigue ahora es dirigir la mirada hacia Bolivia y Chile, donde las cosas están también ya muy adelantadas, de acuerdo con los más recientes sondeos. Bolivia, que iniciara un gran cambio en su política desde diciembre de 2005 cuando se dio el aval al presidente Morales para gobernar -como primer líder indígena que asumía la primera magistratura del país en toda su historia-, seguramente presenciará la reelección de su presidente. Esto sucederá dos años antes de lo correspondiente, pues con la reforma constitucional de principios del año, las nuevas elecciones quedaron definidas para este 6 de diciembre, a su vez que será posible la reelección del mandatario. Chile, país que ya ha tenido en el poder durante casi veinte años al “partido socialista” de Concertación, ha sentido el agotamiento de sus políticas y ahora dos nuevos actores han ingresado a sumarse a la disputa por el poder: Sebastián Piñera, del partido Coalición por el Cambio y Marco Enríquez Ominami, líder independiente de la izquierda chilena. Sin embargo, las cosas apuntan hacia una victoria de Piñera. Por lo menos las más importantes encuestas y sondeos oficiales le dan alta favorabilidad al candidato chileno de centro derecha.En Bolivia, luego de un transformador proceso interno que ha devuelto el poder a una mayoría que efectivamente es real –la indígena-, los habitantes del país han encontrado una interesante empatía con Juan Evo Morales y, es perfectamente predecible que le mantendrán en el poder. Esto sin querer señalar que ahora Bolivia está en mejores condiciones que sus pares latinoamericanos, pero sí enfatizando en el hecho que internamente se han adelantado reformas que recaen en beneficios en la masa boliviana. Curiosamente, en el país de Morales también se ha evidenciado un interesante rechazo al mandatario venezolano y desde muchos círculos se ha querido a una Bolivia mucho más autónoma y menos dependiente de las políticas trazadas desde Caracas. Lo que se ha convertido en un asunto muy problemático para Morales luego de que el líder indígena abriera sus puertas completamente a los intereses de Hugo Chávez. Al final, cualquier líder de América Latina, medianamente capacitado para gobernar, sabe que al presidente de Venezuela es mejor tenerlo a una distancia más que prudencial para evitarse roces en la arena internacional.Es en Chile donde el panorama puede tornarse más complejo para el desarrollo de las elecciones del próximo 13 de diciembre. Sin embargo, también podría el analista señalar probables rutas políticas sobre las que se moverá el electorado chileno. Algo claro es que la Concertación ha llegado a su punto más alto de agotamiento en los últimos años. También es ya sabido que de esto no puede culparse a la señora Bachelet, quien ha hecho su mejor esfuerzo para evitar este punto crítico, si no que se trata de algo más estructural que de simples coyunturas. Sebastián Piñera, al igual que Frei, está ofreciendo mantenerse por la buena ruta que trazó la Concertación, pero oxigenándola con aspectos que él mismo ha querido identificar con las necesidades de los chilenos del siglo XXI. Ahí es donde se distancia de Eduardo Frei, el ex presidente con quien lucha codo a codo por la estancia en el Palacio de la Moneda. A los chilenos les corresponde saber aprovechar estos escasos diez días que faltan para tomar una de las decisiones más importantes en cualquier democracia del mundo.Ya Uruguay y Honduras, independientemente de la aceptación o no de los resultados por parte de la comunidad internacional para el caso hondureño, le han cumplido a la cita democrática en esta parte del continente. Vendrán Bolivia y Chile en próximos días y se alistarán otros importantes estados para 2010, entre los que bien valdría destacarse a Colombia, Brasil y Costa Rica. Pero lo más importante es la esencia de todo este proceso político. Quienes hoy superamos los 35 ó 40 años de edad, sabemos que esta fiebre electorera es el mejor indicador para entender una América Latina autónoma, libre de intervenciones y con una fuerte identidad frente a lo civilizatorio que Huntington legó en algún momento. Felicitaciones a los uruguayos y hondureños, los mejores augurios para bolivianos y chilenos, y el mejor de los momentos para la América Latina democrática, libre de golpes de estado y de actores externos que impiden su natural progreso.El autor es profesor de Relaciones Internacionales Latinoamericanas en la Universidad EAFIT de Medellín, Colombia. 200
Sobre Una Alianza Bolivariana Para América Latina
América Latina continúa siendo la región de la improvisación. Es una pena, pero hay que decirlo. E incluso, habría que insistir en ello. Una de las muestras más recientes de tal hecho es la denominada Alternativa Bolivariana para Nuestros Pueblos de América Latina (ALBA), un pacto que establecieron inicialmente el presidente venezolano Hugo Chávez Frías y el presidente del Consejo de Estado cubano de aquel entonces, Fidel Castro Ruz. La Alternativa se pactó en 2004 a través de un acuerdo para su aplicación, firmado por ambos mandatarios el 14 de diciembre de ese año. Dicho acuerdo incluyó 13 artículos en los que se evidenció un amplio grado de complementariedad entre ambos Estados, no sólo en el terreno económico sino también en aspectos que, de acuerdo con los supuestos establecidos, redundarían en un mejoramiento ostensible de la calidad de vida de los habitantes de ambas naciones. Incluso, desde sus orígenes, el proyecto contempló reemplazar algunas instituciones tradicionales del continente.Posterior a la firma del primer acuerdo, gradualmente se fueron adhiriendo al proyecto otros Estados que se sintieron identificados con su particular esencia. Curiosamente, ninguno de ellos de gran trascendencia, ni siquiera en la región, dentro del ámbito de la maniobrabilidad política internacional. Primero Bolivia, el 29 de abril de 2006, luego Nicaragua, el 11 de enero de 2007, posteriormente Honduras, el 10 de octubre de 2008. Además se ratificó el ingreso de Dominica, Antigua y Barbuda y San Vicente y las Granadinas durante el presente año. Por último se presentó hace un par de semanas el ingreso de Ecuador como miembro oficial del proyecto. De esta manera quedaría confeccionado lo que, en palabras de sus creadores, constituiría un desafío para vencer la imperialista idea de un Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) liderada por Washington desde los años 90.No obstante, pocos son los resultados de la denominada Alternativa Bolivariana. Precisamente remitiéndonos al tema de la calidad de vida, no es en los miembros del ALBA en los que mejor se vive. Tan sólo esporádicas visitas por algunas de sus ciudades, reflejan que muchas son las cosas que se han quedado sobre el papel como simples compromisos y que las realidades que aquejan a varias de estas naciones siguen sin dar espera. Caracas, por ejemplo, la ciudad más importante de todas las que integran la Alternativa está en serios problemas: con un promedio superior a los 800 delitos semanales, se ha venido convirtiendo en una ciudad violenta por naturaleza. Asunto que es atribuido al fuerte descuido por parte de la fuerza pública frente al tema de la seguridad ciudadana. Fuentes oficiales del COPEI indican que es más la fuerza pública que se emplea para servicios de escolta que la empleada en la preservación de la seguridad y el mantenimiento del orden ciudadano. Tampoco La Habana es sitio ideal para vivir. Durante décadas se ha conocido la situación de los cubanos del común. Quienes hemos actuado como turistas nunca terminaremos de comprender lo que sienten cuando te despides de ellos en las afueras del Internacional José Martí.La Alternativa, como proyecto de integración, no deja de ser otra de las improvisaciones que vive la región. Sin terminarse de inventar empezó un proceso de implementación que, a todas luces se presenta débil, inapropiado y traumático. Con cinco cumbres ordinarias y siete extraordinarias, hay excesivas tareas asignadas, pero muy pocos resultados a la vista. Al punto de resultar más relevante el hecho de un cambio de denominación a partir del mes pasado por parte del presidente venezolano, que cualquiera otra de sus actividades. Ya no se hablará más de una Alternativa sino que ahora, de acuerdo con Hugo Chávez –que es quien lidera, dirige y ordena el proyecto- estamos ante una Alianza Bolivariana.Para dejar por sentado un ejemplo de la ineficacia, poca preponderancia y falta de solidez del proyecto, está el caso explícito de Honduras. Como es sabido, el pasado 28 de junio se presentó un Golpe de Estado en ese país centroamericano, miembro del ALBA. Dicho golpe expulsó hacia un país vecino (Costa Rica) al presidente titular Manuel Zelaya; hecho políticamente condenable en toda América Latina, donde no se presentaba un Golpe de Estado exitoso desde el 21 de enero de 2000, cuando fue depuesto el mandatario ecuatoriano Jamil Mahuad. Ante estas circunstancias poco ha podido hacer la Alianza, puesto que aparte de desgastarse continuamente en sesiones y asambleas extraordinarias, lo único que ha logrado es que el presidente interino (e inconstitucional) de Honduras (Roberto Micheletti) se pronuncie para expresar su deseo casi irrevocable de excluir a su país del modelo integrador. Además de retar a los miembros del ALBA para que ingresen a Honduras a enfrentarse con la población que le respalda en su antidemocrático nombramiento. ¿Y qué se ha hecho hasta ahora desde la Alianza? Bueno, siguen reunidos.Pero para una mejor muestra de la improvisación dentro del ALBA, el presidente Chávez deja entrever que si desde Honduras se le sigue provocando de parte del presidente Micheletti (aunque él le denomine “goriletti” como alegoría a su apellido), es momento de considerar el envío de los Sukhoi venezolanos a territorio hondureño. Nada más disparatado que solucionar una violación política doméstica con una internacional.La Alianza Bolivariana para América Latina no es más que un proyecto desde el cual Hugo Chávez, con sus abundantes recursos económicos, ha intentado afianzar su posición preponderante en la región desde la óptica del disimulado expansionismo venezolano y que sólo ha tenido eco en los Estados que, por uno u otro motivo, carecen de autonomía para decidir lo que hacen o dejan de hacer a nivel internacional. Al igual que en el otrora Pacto de Varsovia, La Habana, Quito, Saint John’s, Roseau, Managua, Kingstown y Sucre (La Paz) tienen un norte definido para actuar: el Palacio de Miraflores. A ello se atribuye el mayor grado de improvisación de todo el proyecto. Todos permanecen a órdenes de Hugo Chávez Frías.Para dejar esta reflexión abierta, cada vez que pienso en la Alianza Bolivariana, desde una óptica exclusivamente geopolítica, no puedo evitar quitar de mi mente a la OTAN, el instrumento expansionista más exitoso de los últimos tiempos. El lector sabrá disculpar y entender las desproporciones de mi analogía…*El autor es profesor de Relaciones Internacionales Latinoamericanas en la Universidad EAFIT de Medellín, Colombia. 200
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