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    Competencias interculturales y relación asistencial en el campo de la salud mental

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    Els darrers anys molts professionals han centrat el seu interès en la lluita pel dret de totes les persones, independentment de la seva condició, a rebre atenció sanitària, conscients que entre els col·lectius amb més risc de desatenció es troben els “sense papers”. Les lleis restrictives actuals transmeten la idea que els migrants irregulars són els principals responsables de la seva precària situació, i permetre’ls l’accés als serveis de salut és considerat un acte de “generositat” a càrrec de l’Estat. Idea, tanmateix, que s’oposa a la llei de drets humans. Existeix, doncs, una bretxa en l’atenció a la salut entre persones nadiues i immigrants, que cal eliminar mitjançant polítiques d’atenció a les persones partint de les seves particularitats culturals. En un sentit ampli, la vivència de la salut i la malaltia és una construcció social que depèn dels valors de cada cultura, i que una pràctica assistencial centrada en la persona ha de tenir en compte.In recent years, many professionals have focused interest on the struggle for the right of all persons, regardless of their condition, to health care, in the knowledge that one of the groups most at risk of neglect are ‘illegal’ im -migrants. The current restrictive legislation fosters the idea that irregular migrants are primarily responsible for their precarious situation, and allowing them access to health services is considered an act of ‘generosity’ by the State. However, this is clearly in contravention of human rights law. The currently existing discrimination in health care between natives and immigrants needs to be removed with care policies based on people’s cultural specificity. In a broad sense, the experience of health and illness is a social construct that reflects the values of a given culture, and a person-centred approach to healthcare practices should take this into consideration.En los últimos años, muchos profesionales han centrado su interés en la lucha por elfderecho de todas las personas, independientemente de su condición, a recibir atención sanitaria, conscientes de que entre los colectivos con más riesgo de desatención se encuentran los “sin papeles”. Las leyes restrictivas actuales transmiten la idea de que los migrantes irregulares son los principales responsables de su precaria situación, y permitirles el acceso a los servicios de salud se considera un acto de “generosidad” a cargo del Estado. Idea, sin embargo, que se opone a la ley de derechos humanos. Existe, pues, una brecha en la atención a la salud entre personas nativas e inmigrantes, que hay que eliminar con políticas de atención a las personas partiendo de sus particularidades culturales. En un sentido amplio, la vivencia de la salud y la enfermedad es una construcción social que depende de los valores de cada cultura, y que una práctica asistencial centrada en la persona debe tener en cuenta

    Celebración de la diferencia y elogio del desarraigo y la acogida - Identidades, migraciones, salud mental y derechos humanos - Segunda parte

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    Esta segunda parte es, de nuevo, un texto nómada, siendo desde esta perspectiva que recorre saberes sobre las migraciones, exilios y los diversos movimientos humanos. Si el anterior artículo fue la celebración de la diferencia como reconocimiento de la singularidad de cada sujeto producto de sus identificaciones, este es un elogio del desarraigo, de la permanente búsqueda y de la conciencia de extranjeridad que nos une. El arraigo no es a la tierra sino al otro y la acogida es condición de la instauración y crecimiento de lo humano en cualquier lugar. Cuestiona las lecturas psico(pato)lógicas de los sentimientos humanos que mueve la migración; descarta una clínica de la identidad vinculada a los procesos migratorios y aboga por una atención a la salud mental de las personas migrantes que sea de fácil acceso, que no caiga en diagnósticos innecesarios, que no refuerce mitos infundados, que evite estigmas y segregación y que sea respetuosa con su cultura originaria.Esta segunda parte es, de nuevo, un texto nómada, siendo desde esta perspectiva que recorre saberes sobre las migraciones, exilios y los diversos movimientos humanos. Si el anterior artículo fue la celebración de la diferencia como reconocimiento de la singularidad de cada sujeto producto de sus identificaciones, este es un elogio del desarraigo, de la permanente búsqueda y de la conciencia de extranjeridad que nos une. El arraigo no es a la tierra sino al otro y la acogida es condición de la instauración y crecimiento de lo humano en cualquier lugar. Cuestiona las lecturas psico(pato)lógicas de los sentimientos humanos que mueve la migración; descarta una clínica de la identidad vinculada a los procesos migratorios y aboga por una atención a la salud mental de las personas migrantes que sea de fácil acceso, que no caiga en diagnósticos innecesarios, que no refuerce mitos infundados, que evite estigmas y segregación y que sea respetuosa con su cultura originaria

    De la fragilidad y la ternura: sostener y acompañar la infancia y adolescencia. (Reflexiones a propósito de un caso de violencia paterna)

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    El desvalimiento originario marca en el sujeto la condición vulnerable y establece el cuidado como modo de protección. La ternura es la condición para el cuidado y requiere la percepción de la fragilidad estructural del ser. Cuando no se ha instaurado la ternura, este queda desamparado y expuesto a una soledad que daña desde el inicio su modo de estar en el mundo y construir su vida en sociedad. El adulto que acompaña al bebé, posteriormente al niño, luego al adolescente, moviliza sus experiencias y sus carencias ante la demanda herida que busca protección. Podrá darla si lo que mueve en él fueron experiencias de contención y se conmueve ante dicho pedido. Cuando no ha sido así, al desamparo por la necesidad no satisfecha se une la vivencia precoz del desamparo de quien lo atiende y se instala la situación de riesgo y desprotección.A partir de una historia de violencia de un padre sobre su bebé, engarzo una serie de reflexiones sobre la fragilidad, los determinantes sociales en la crianza y los modos con que, desde la clínica y los otros lugares de vida, se puede hacer frente al sufrimiento por desamparo y a la generación de experiencias que calmen el malestar y abran vías de esperanza y posibilidades de construir una vida que valga la pena ser vivida. La aceptación de la condición vulnerable y de ser seres en falta, lejos de ser un problema, abre la vía a la construcción del cuidado colectivo y ahuyenta el riesgo de un sujeto ensimismado y dominado por una supuesta completitud y la violencia que dicha posición genera

    Los cuidados en el marco de una ciudadanía inclusiva

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    La inmadurez biológica del ser humano cuando nace hace que para su supervivencia y desarrollo sea necesario alguien que le cuide y posibilite el paso de cachorro de la especie a sujeto psíquico, es decir, social. Ello se produce en un entramado de vínculos en el seno de una comunidad que ofrece soportes. Las fallas en ese proceso generan diversas experiencias de desvalimiento y predisponen a una fragilidad que emerge cuando fallan los soportes necesarios para hacer frente a las adversidades. Estas situaciones de carencia impactan sobre el sujeto, lo exponen a intensos sufrimientos y al riesgo de apartamiento de su comunidad y del no disfrute de sus derechos de ciudadanía. Sus relatos transmiten la idea de ser sujetos a la intemperie y sus manifestaciones pueden ser descritas como una clínica del desamparo. Cuando ello ocurre, urge la facilitación de experiencias de cuidado que se sustenten en un trato atento y en la recuperación de sus derechos de ciudadanía

    De la fragilidad y la ternura: sostener y acompañar la infancia y adolescencia. (Reflexiones a propósito de un caso de violencia paterna)

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    El desvalimiento originario marca en el sujeto la condición vulnerable y establece el cuidado como modo de protección. La ternura es la condición para el cuidado y requiere la percepción de la fragilidad estructural del ser. Cuando no se ha instaurado la ternura, este queda desamparado y expuesto a una soledad que daña desde el inicio su modo de estar en el mundo y construir su vida en sociedad. El adulto que acompaña al bebé, posteriormente al niño, luego al adolescente, moviliza sus experiencias y sus carencias ante la demanda herida que busca protección. Podrá darla si lo que mueve en él fueron experiencias de contención y se conmueve ante dicho pedido. Cuando no ha sido así, al desamparo por la necesidad no satisfecha se une la vivencia precoz del desamparo de quien lo atiende y se instala la situación de riesgo y desprotección.A partir de una historia de violencia de un padre sobre su bebé, engarzo una serie de reflexiones sobre la fragilidad, los determinantes sociales en la crianza y los modos con que, desde la clínica y los otros lugares de vida, se puede hacer frente al sufrimiento por desamparo y a la generación de experiencias que calmen el malestar y abran vías de esperanza y posibilidades de construir una vida que valga la pena ser vivida. La aceptación de la condición vulnerable y de ser seres en falta, lejos de ser un problema, abre la vía a la construcción del cuidado colectivo y ahuyenta el riesgo de un sujeto ensimismado y dominado por una supuesta completitud y la violencia que dicha posición genera

    El psicoanálisis y los servicios asistenciales públicos

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