Políticas de la Memoria
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    A propósito de Patricio Bascuñán Correa, Masivas e ilustradas. Portadas de libros de bolsillo en el Cono Sur (1956-1973), Santiago de Chile, Lom Ediciones, 2023, 324 pp.

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    A propósito de Patricio Bascuñán Correa, Masivas e ilustradas. Portadas de libros de bolsillo en el Cono Sur (1956-1973), Santiago de Chile, Lom Ediciones, 2023, 324 pp.  Los discursos autoritarios y dictatoriales, tan revigorizados hoy en día, multiplican sus medios para aplastar lo diferente y lo plural, las expresiones de igualdad, libertad y progreso que aborrecen no sólo como ideas, sino como objetos palpables. Por eso, una de sus dianas históricas predilectas ha sido la asfixia, la censura, y en algunos casos la destrucción, de libros e impresos variados. La mano represiva crece en violencia cuando irrumpe contra procesos revolucionarios, incluso si no se asume como fuerza de la contrarrevolución e incluso si esas revoluciones ocurren en el ámbito del mundo impreso. De una circunstancia y un periodo histórico semejantes, previo a la catástrofe militarista de Chile y Argentina —y en medio de las persecuciones de la Revolución Libertadora y la Revolución Argentina en este último país— se ocupa precisamente el investigador Patricio Bascuñán Correa en Masivas e ilustradas. A partir de la década de 1950, en efecto, arranca la etapa en que la “revolución del libro”, como la define el sociólogo Robert Escarpit, avanza en ambos países del Cono Sur, hasta que la polarización y la violencia política siegan el rumbo en los años 1970. El fenómeno está enmarcado por la perspectiva, heredera de Eric Hobsbawm, de unos “largos años 1960” como la denominó Claudia Gilman en Entre la pluma y el fusil (2003). En ese sentido, también podríamos añadir la visión de otra revolución interrumpida, retomando a Adolfo Gilly, aunque sus coordenadas históricas y geográficas sean muy distintas tanto como sus consecuencias sociales directas aparecen con mayor sutileza. La “revolución del libro” refiere la aparición de un nuevo objeto masivo que cambiará las condiciones de producción, circulación, distribución y consumo de obras, gracias entre otras cosas al abaratamiento del papel y a nuevas técnicas de impresión, difusión y publicidad, aupadas por el auge de los medios masivos y los nuevos lenguajes de la cultura de masas. Arma de doble filo, este moderno libro de bolsillo, hijo del capitalismo estadounidense, irá desplegando por América Latina su potencial tanto social como comercial, mediante colecciones populares o ediciones universitarias cuyos tirajes habían crecido sustancialmente respecto a las décadas anteriores. Con tirajes superiores a los 10 mil ejemplares, esta nueva forma libresca sube pronto a la cresta de la ola de su época y fomenta la revolución cultural sesentera, las luchas contra la descolonización, los discursos enfrentados de la Guerra Fría, así como el potente acicate intelectual de la Revolución cubana en el ámbito latinoamericano. Para seguir el hilo del auge y la circulación de libros masivos, Bascuñán Correa atiende un elemento clave, original y transformador: las portadas, expresión de una cultura social, visual, muy presente y de varias capas. Su perspectiva no puede ser más adecuada para lo que se propone: estudiar un fenómeno complejo de la sociedad y una producción —del libro de bolsillo a la edición popular— tan variopinta como inabarcable. Tanto los códigos informativos de las portadas, perdurables desde que existe la imprenta moderna (título, autor, pie de imprenta), hasta las novedades del diseño gráfico (abstracciones, tramas, cuatricromía, fotografía), permiten enlazar una inmensa gama editorial. En ella se traslucen deseos de “modernización cultural” y aspiraciones a “democratizar el conocimiento” —sustentadas en idearios ilustrados, desarrollistas y revolucionarios— (Cfr. Bascuñán Correa 2023, 15), tanto como las expresiones de corrientes ideológicas en pugna del periodo —desde las proscripciones del peronismo, la vía chilena de Allende, el guevarismo o el desarrollismo— sin obviar, por último, la literatura, incluyendo todo el universo de la creación latinoamericana, en las coordenadas del boom y alrededores, así como las ediciones pulp y la literatura de quiosco.  Como suele ocurrir con las historias del libro del siglo pasado, el arco es amplio, pese a que ocurra dentro de la cartografía sudamericana cercana al autor, y en una pinza temporal acotada: entre la fundación de la Editorial Universitaria de Buenos Aires, Eudeba, (1956) y la desaparición de la Empresa Editora Nacional Quimantú en Santiago de Chile (1973). No obstante, la puerta de acceso y de contacto de las portadas también acota, en cierto modo, las búsquedas. Y permite, sobre todo, una aproximación novedosa para entender las circulaciones, la creación de públicos y expectativas, y los usos sociales y políticos de la edición en este estudio material y contextual.  Apunto novedosa por varias razones, aunque el “giro material” de los años 1980 con su contundencia sociológica ha dejado de ser novedad. Lo es, más bien, por el planteamiento teórico de Bascuñán Correa, que nos aleja del sendero tradicional de la historia del arte —o de cierto tipo de historia del arte apegada al fenómeno estético—, y nos acerca al rico abanico de producción de efectos y contextos de la cultura impresa y visual. En lo específico, atiende las relaciones texto-imagen (la imagentexto), la “construcción social de la visión” y la  “construcción visual de lo social” formuladas por el teórico de la imagen W. J. T. Mitchell en sus propios acercamientos y análisis (Cfr. Bascuñán Correa 2023, 25). Sin embargo, lo novedoso es que la presencia de Mitchell y sus consideraciones teóricas quedan velados, como en filigrana, ante la preeminencia de los contextos y de las condiciones que impone al libro la cultura de masas, bajo la guía teórica tanto de Escarpit como de Umberto Eco. En este sentido, aunque no lo anuncie explícitamente, me atrevo a afirmar que la obra de Bascuñán Correa es la de un historiador de la sociedad y la cultura, donde las portadas son un vehículo formal significativo, una impronta de necesidades, formas determinantes y funciones sociales, pero las condiciones de producción, circulación y recepción imperan. Precisamente, Masivas e ilustradas tiene un diseño editorial y un orden de lectura que intercala el amplio trayecto reconstructivo de los contextos sociales, ideológicos, literarios y editoriales, con el análisis del diseño de portadas; es decir, dos tipos de textos se alternan: el cuerpo central con sus nutridas notas y referencias, y el que acompaña a las riquísimas ilustraciones de portada, párrafos descriptivos y analíticos con una tipografía sin serifas más amplia, una suerte de extensión analítica de lo que habrían podido ser simples pies de imagen (correspondientes a cada carátula de libro). Este segundo cuerpo de texto informa, entre otras cosas, sobre los cambios gráficos y tipográficos en la visualidad de las portadas tanto como sobre las innovaciones en las distintas esferas de producción y concepción editorial (tecnologías de impresión o diagramación, tamaño, gramaje del papel, etc.). En esta parte aparecen, por ejemplo, dos ediciones comparadas de la misma obra, Sub Terra, de Baldomero Lillo (editorial Nascimento), una de 1943 y otra de 1970: el autor subraya las diferencias de formato, la calidad del papel, las solapas, la visualidad y tipografía modernizadas vs. una disposición clásica, o la impresión tipográfica vs. la impresión en offset. Mientras tanto, el cuerpo de texto central avanza por otros derroteros: los procesos ideológicos y de politización, en cuyas aguas corre la historia de la edición de ambos países. La combinación de los dos sentidos de lectura que propone Masivas e ilustradas va conformando otra pedagogía entre la imagen y el texto, entre el diseño y sus contextos, entre la historia social y la gráfica. Esa mezcla ofrecida a los lectores es uno de los grandes aciertos editoriales de la obra de Bascuñán Correa. La lectura, en esas dos velocidades, es grata y fluida, alejada de la sobrecarga informativa o de las inflexiones retóricas a las que acostumbra la academia. No sobra decir, además, que en tanto libro profusamente ilustrado —habría sido absurdo que no lo fuera, si de portadas se trata— significa una victoria rotunda sobre los oportunismos voraces y las arbitrariedades del copyright actual, los cuales acaban anegando el viñedo del texto de tenencias legaloides, actores privados y acreedores espontáneos, hasta aplastar cualquier recurso y cualquier iniciativa de publicar libros enriquecidos con imágenes. Volviendo ahora al quehacer del historiador, quiero destacar no sólo que se trata de una muy informada historia del libro y de la edición regional, sino de un ceñido repertorio de tres de las representaciones intrínsecas o evidentes más importantes atribuidas al libro, las cuales condicionan su forma material y su circulación tanto como su significado. Además de preclaras y de gran utilidad para entender el periodo, incluso en otras zonas de América latina, estas tres representaciones interrelacionadas se diseminan por todo el recorrido y le dan una coherencia vital: (1) el libro como obra filantrópica, civilizatoria; (2) el libro como herramienta de concientización y emancipación; y (3) el libro como bien de consumo de masas.  En torno a la segunda acepción, por ejemplo, no es fortuito que la propia Marta Harnecker haya dirigido la colección Cuadernos de Educación Popular de Quimantú, donde “el libro se entiende como herramienta de la lucha de clases”. Mientras que en proyectos como el de Eudeba, cuyo eslogan era “Libros para todos”, se funden las tres, con el propósito de “crear la necesidad del libro” en todas las clases sociales. Hay un énfasis aquí en el trabajo de Boris Spivacow, quien comenzó a dirigir Eudeba en 1958 y renunció por el golpe militar de Onganía en 1966. La microhistoria de la gestión de Boris Spivacow aparece como una “revolución del libro” a cabalidad: bajo su dirección se publican casi 12 millones de ejemplares y se crea un público masivo. No cabe duda de que buscar cómo se relaciona, coexiste o se enfrenta esa triada de representaciones es una lúcida forma de tratar con la gran bibliodiversidad, creciente en el periodo estudiado.   A diferencia de otras, escasas obras, aparecidas desde 2011 y que indagan en torno a las portadas, la de Bascuñán Correa no se limita a tratar aspectos teóricos generales —como ocurre en The Look of the Book o en la obra más técnica de Rosa Llop—, ni a describir la historia de una casa editorial y la de sus obreros del libro —como hace Marina Garone Gravier en su Historia en cubierta en torno al Fondo de Cultura Económica en México—, ni siquiera a profundizar en tendencias historiográficas y estéticas —como ocurre en el caso del sesudo trabajo de Silvia Fernández Hernández—. La aportación de Bascuñán Correa es única en su género porque reúne todas las anteriores, por su profundo interés en los contextos, como ya mencioné, y porque consigue no perder jamás de vista la matriz central del giro material de la cultura impresa, la de los discursos como práctica y una “interpretación general de la comunicación social”. Lo anterior es particularmente visible en capítulos cruciales como “Ideología y politización” o “Ediciones universitarias”, donde las portadas son una suerte de correlato gráfico, e intelectual —pues siempre apelan a la lectura—, de la narración histórica y sociopolítica.  Para cerrar, no puedo más que mencionar un dato sorprendente del proceso de investigación de Masivas e ilustradas. ¿Cómo llegó el autor a reunir, consultar y entrar en contacto directo y genuino con tantas portadas? Según lo que informa, él mismo construyó un “archivo personal” desde 2013, con libros adquiridos en distintos puntos de venta urbanos: ferias, puestos callejeros, librerías de viejo o en redes sociales, comprados a precio “más o menos equivalente al kilo de marraqueta” o incluso recuperados de la basura.  Ante esta ardua recolección individual vale preguntarse qué papel tuvieron para Bascuñán Correa las instituciones de memoria del Estado, aquellas de las cuales se espera que resguarden, preserven y difundan los libros, se trate o no de ediciones masivas y populares. En ningún sentido la búsqueda, el hallazgo y el deseo de un acervo individual están en duda, simplemente perdura un gran vacío y algunas preguntas: ¿en qué lugar queda la responsabilidad del Estado ante la memoria editorial y libresca, ante la historia gráfica y visual? ¿Por qué las bibliotecas públicas, barriales, universitarias, nacionales o patrimoniales no tuvieron ninguna función de utilidad en esta obra? Si el Estado de la tiranía militar destrozó el florecimiento editorial de los largos años 1960, ¿no sería justo exigirle a esos mismos Estados nacionales, a la vuelta de las décadas y los procesos democráticos, alguna responsabilidad patrimonial? Ante estos cuestionamientos, me parece que el empeño individual de Bascuñán Correa, la ingente y rica cosecha de portadas (y ediciones) que llevó a cabo, no deben terminar eximiendo a nuestras instituciones de memoria de su responsabilidad pública en la conversación, resguardo y difusión de esta materia viva. ¿No se pierde alguna parte de la historia social al perder de vista todos estos fondos y acervos impresos?  En este sentido, la discusión que abre el autor sobre los libros como vehículos o como monumentos es doblemente fructífera. Sería absurdo asumir que el Estado sólo debe conservar y difundir aquellos libros monumentales y no las obras más baratas, populares y masivas. Es injustificable que no haya políticas públicas de conservación y cuidados para todo tipo de impresos, las cuales incitan también a la revaloración y revisión de estos periodos de la industria editorial, siempre elocuentes para entender nuestros imaginarios políticos, como bien demuestra Bascuñán Correa. Ni la oscuridad golpista ni el desarrollismo económico a ultranza, ambas formas de violencia, deben apartarnos de la exigencia de memoria pública y compartida.     Alvaro Ruiz Rodilla (UNAM)  A propósito de Patricio Bascuñán Correa, Masivas e ilustradas. Portadas de libros de bolsillo en el Cono Sur (1956-1973), Santiago de Chile, Lom Ediciones, 2023, 324 pp.  Los discursos autoritarios y dictatoriales, tan revigorizados hoy en día, multiplican sus medios para aplastar lo diferente y lo plural, las expresiones de igualdad, libertad y progreso que aborrecen no sólo como ideas, sino como objetos palpables. Por eso, una de sus dianas históricas predilectas ha sido la asfixia, la censura, y en algunos casos la destrucción, de libros e impresos variados. La mano represiva crece en violencia cuando irrumpe contra procesos revolucionarios, incluso si no se asume como fuerza de la contrarrevolución e incluso si esas revoluciones ocurren en el ámbito del mundo impreso. De una circunstancia y un periodo histórico semejantes, previo a la catástrofe militarista de Chile y Argentina —y en medio de las persecuciones de la Revolución Libertadora y la Revolución Argentina en este último país— se ocupa precisamente el investigador Patricio Bascuñán Correa en Masivas e ilustradas. A partir de la década de 1950, en efecto, arranca la etapa en que la “revolución del libro”, como la define el sociólogo Robert Escarpit, avanza en ambos países del Cono Sur, hasta que la polarización y la violencia política siegan el rumbo en los años 1970. El fenómeno está enmarcado por la perspectiva, heredera de Eric Hobsbawm, de unos “largos años 1960” como la denominó Claudia Gilman en Entre la pluma y el fusil (2003). En ese sentido, también podríamos añadir la visión de otra revolución interrumpida, retomando a Adolfo Gilly, aunque sus coordenadas históricas y geográficas sean muy distintas tanto como sus consecuencias sociales directas aparecen con mayor sutileza. La “revolución del libro” refiere la aparición de un nuevo objeto masivo que cambiará las condiciones de producción, circulación, distribución y consumo de obras, gracias entre otras cosas al abaratamiento del papel y a nuevas técnicas de impresión, difusión y publicidad, aupadas por el auge de los medios masivos y los nuevos lenguajes de la cultura de masas. Arma de doble filo, este moderno libro de bolsillo, hijo del capitalismo estadounidense, irá desplegando por América Latina su potencial tanto social como comercial, mediante colecciones populares o ediciones universitarias cuyos tirajes habían crecido sustancialmente respecto a las décadas anteriores. Con tirajes superiores a los 10 mil ejemplares, esta nueva forma libresca sube pronto a la cresta de la ola de su época y fomenta la revolución cultural sesentera, las luchas contra la descolonización, los discursos enfrentados de la Guerra Fría, así como el potente acicate intelectual de la Revolución cubana en el ámbito latinoamericano. Para seguir el hilo del auge y la circulación de libros masivos, Bascuñán Correa atiende un elemento clave, original y transformador: las portadas, expresión de una cultura social, visual, muy presente y de varias capas. Su perspectiva no puede ser más adecuada para lo que se propone: estudiar un fenómeno complejo de la sociedad y una producción —del libro de bolsillo a la edición popular— tan variopinta como inabarcable. Tanto los códigos informativos de las portadas, perdurables desde que existe la imprenta moderna (título, autor, pie de imprenta), hasta las novedades del diseño gráfico (abstracciones, tramas, cuatricromía, fotografía), permiten enlazar una inmensa gama editorial. En ella se traslucen deseos de “modernización cultural” y aspiraciones a “democratizar el conocimiento” —sustentadas en idearios ilustrados, desarrollistas y revolucionarios— (Cfr. Bascuñán Correa 2023, 15), tanto como las expresiones de corrientes ideológicas en pugna del periodo —desde las proscripciones del peronismo, la vía chilena de Allende, el guevarismo o el desarrollismo— sin obviar, por último, la literatura, incluyendo todo el universo de la creación latinoamericana, en las coordenadas del boom y alrededores, así como las ediciones pulp y la literatura de quiosco.  Como suele ocurrir con las historias del libro del siglo pasado, el arco es amplio, pese a que ocurra dentro de la cartografía sudamericana cercana al autor, y en una pinza temporal acotada: entre la fundación de la Editorial Universitaria de Buenos Aires, Eudeba, (1956) y la desaparición de la Empresa Editora Nacional Quimantú en Santiago de Chile (1973). No obstante, la puerta de acceso y de contacto de las portadas también acota, en cierto modo, las búsquedas. Y permite, sobre todo, una aproximación novedosa para entender las circulaciones, la creación de públicos y expectativas, y los usos sociales y políticos de la edición en este estudio material y contextual.  Apunto novedosa por varias razones, aunque el “giro material” de los años 1980 con su contundencia sociológica ha dejado de ser novedad. Lo es, más bien, por el planteamiento teórico de Bascuñán Correa, que nos aleja del sendero tradicional de la historia del arte —o de cierto tipo de historia del arte apegada al fenómeno estético—, y nos acerca al rico abanico de producción de efectos y contextos de la cultura impresa y visual. En lo específico, atiende las relaciones texto-imagen (la imagentexto), la “construcción social de la visión” y la  “construcción visual de lo social” formuladas por el teórico de la imagen W. J. T. Mitchell en sus propios acercamientos y análisis (Cfr. Bascuñán Correa 2023, 25). Sin embargo, lo novedoso es que la presencia de Mitchell y sus consideraciones teóricas quedan velados, como en filigrana, ante la preeminencia de los contextos y de las condiciones que impone al libro la cultura de masas, bajo la guía teórica tanto de Escarpit como de Umberto Eco. En este sentido, aunque no lo anuncie explícitamente, me atrevo a afirmar que la obra de Bascuñán Correa es la de un historiador de la sociedad y la cultura, donde las portadas son un vehículo formal significativo, una impronta de necesidades, formas determinantes y funciones sociales, pero las condiciones de producción, circulación y recepción imperan. Precisamente, Masivas e ilustradas tiene un diseño editorial y un orden de lectura que intercala el amplio trayecto reconstructivo de los contextos sociales, ideológicos, literarios y editoriales, con el análisis del diseño de portadas; es decir, dos tipos de textos se alternan: el cuerpo central con sus nutridas notas y referencias, y el que acompaña a las riquísimas ilustraciones de portada, párrafos descriptivos y analíticos con una tipografía sin serifas más amplia, una suerte de extensión analítica de lo que habrían podido ser simples pies de imagen (correspondientes a cada carátula de libro). Este segundo cuerpo de texto informa, entre otras cosas, sobre los cambios gráficos y tipográficos en la visualidad de las portadas tanto como sobre las innovaciones en las distintas esferas de producción y concepción editorial (tecnologías de impresión o diagramación, tamaño, gramaje del papel, etc.). En esta parte aparecen, por ejemplo, dos ediciones comparadas de la misma obra, Sub Terra, de Baldomero Lillo (editorial Nascimento), una de 1943 y otra de 1970: el autor subraya las diferencias de formato, la calidad del papel, las solapas, la visualidad y tipografía modernizadas vs. una disposición clásica, o la impresión tipográfica vs. la impresión en offset. Mientras tanto, el cuerpo de texto central avanza por otros derroteros: los procesos ideológicos y de politización, en cuyas aguas corre la historia de la edición de ambos países. La combinación de los dos sentidos de lectura que propone Masivas e ilustradas va conformando otra pedagogía entre la imagen y el texto, entre el diseño y sus contextos, entre la historia social y la gráfica. Esa mezcla ofre

    La revista cubana Pensamiento Crítico : Circulación global de los marxismos en los años sesenta

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    This article aims to study one of the leading Latin American political and cultural magazines of the 20th Century: the Cuban Pensamiento Crítico. First, it seeks to analyze its origins and social, cultural, and political background, its links to the University environment and its specific role in the national magazine's publishing world. Next, we will focus on the presence of Marxism in its pages, of significant interest and influence to its members, analysing authors and theoretical references in order to establish the specific characteristics that allow us to understand not only the type of Marxism that its issues fostered, but also the editorial policy of translation, promotion, and dissemination of this tradition that Pensamiento Crítico carried out during revolutionary Cuba. El objetivo de este artículo es estudiar una de las principales revistas político-culturales latinoamericanas del siglo XX: la cubana Pensamiento Crítico. En un primer momento, interesa analizar su nacimiento y entramado social, cultural y político, el entorno universitario y su especificidad en el espacio revisteril nacional. Acto seguido, abordamos la presencia del marxismo en sus páginas, de importante interés y proyección para sus miembros, atendiendo a sus autores y referencias teóricas, con el fin de establecer las marcas específicas que permitan comprender no sólo el tipo de marxismo que habilitaban sus números sino también la política editorial de traducción, promoción y divulgación de esta tradición, que Pensamiento Crítico llevó adelante durante la Cuba revolucionaria

    Los últimos días de Astrojildo Pereira: Las consecuencias de la separación de su archivo para la historiografía del movimiento obrero brasileño

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    This text aims to historically map the destinies of Astrojildo Pereira’s personal archive in the second half of the twentieth century and the beginning of the 21st. This Brazilian writer, critic, and journalist accumulated a large number of documents and books related to his political activism and literary activity. The material did not have a simple destination. It was not referred to a safeke-eping institution. It was separated into several parts due to state interference and family economic difficulties. The collection would be made available for research in four parts at the three public higher education institutions in the state of São Paulo decades later.Este texto tiene como objetivo mapear históricamente los destinos del archivo personal de Astrojildo Pereira en la segunda mitad del siglo XX y el comienzo del siglo XXI. Este escritor, crítico y periodista brasileño acumuló una gran cantidad de documentos y libros relacionados con su activismo político y actividad literaria. El material no fue remitido a una institución de custodia segura ni tuvo un destino sencillo de trazar. Debido a la interferencia estatal y dificultades económicas familiares, se separó en varias partes. Sólo décadas más tarde, la colección podría consultarse dividida en cuatro partes en las tres instituciones públicas de educación superior del estado de San Pablo

    El último lector: sobre el método para pensar el siglo

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    Under the question “What is a century?” Badiou seeks to view the Twentieth Century through the eyes of those who lived it, to see it from within the unfolding of its own becoming. The author deliberately avoids the witness position who tells from lived experience. He rather searches for poetic procedures of truth within History, for the discovery of forms of subjectivation inscribed in literary (as well as pictorial or cinematic) texts. Watching the century with its own eyes entails in other words a displacement toward reading as a way of meaning production that appears to exceed the experience of the individual subject. All this confronts us with the complex and multifaceted figure of the philosopher as reader. In this study, we thus ask: What does Badiou read, and how does he read it? What kind of reader is constituted by what he reads? Or, in his own terms, what kind of subjectivation is inscribed in The Century?Bajo la pregunta “¿qué es un siglo?” Badiou intenta mirar el siglo XX con los ojos de quienes lo vivieron, pretende verlo desde el interior de su propio devenir. El autor evita constituirse en testigo que ha vivido y que cuenta lo vivido. Se inclina por la búsqueda de los procedimientos poéticos de verdad sobre la historia, por el encuentro de modos de subjetivación plasmados en textos literarios (o pictóricos, o cinematográficos). En otros términos, mirar el siglo con sus propios ojos requiere una operación de desplazamiento hacia la lectura como un tipo de construcción de sentido que parece exceder la experiencia del sujeto individual. Todo esto nos ubica ante la figura, compleja y múltiple, del filósofo lector. En este trabajo preguntamos, entonces: ¿qué lee Badiou y cómo lo lee? ¿En qué tipo de lector lo convierte eso que lee? O dicho en sus términos: ¿qué tipo de subjetivación se plasma en El siglo?&nbsp

    Presentismo filosófico: persistencias, olvidos y novedades en la historicidad de los conceptos filosóficos en la Escuela de Filosofía

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    The article focuses on the philosophical discourse reproduced in the philosophical studies at the National University of Córdoba during the years following the end of the last civil-military dictatorship. The question that organizes it revolves around the temporality that is played there and refers to the contributions of Lesgart and Rabotnikof, who attend to the political language of that time. Recognizing there a break in the conception of time, which no longer contemplates the possibility of a revolutionary future and seeks options from the hand of the valuation of the present as the only time, the article analyzes the philosophical discourse wondering how this transformation is transited in the frameworks of university philosophy in Córdoba, where deep institutional changes are also taking place. It is a question of thinking about time under a double meaning: On the one hand, as an object of philosophical construction, and, on the other hand, as a framework for the definitions that philosophy is able to give to itself. The analysis of the curriculum programs of the philosophy degree allows us to recognize a singularity of this context: the persistence of a scholastic temporality that, we understand, conditions the novelty. In the hand of analytical philosophy and post-structuralist philosophy, the temporality that philosophy is deploying in this time of transition can, indeed, be read as presentist, without this directly implying an option against the revolution.El artículo se detiene en el discurso filosófico que se reproduce en la carrera de filosofía de la Universidad Nacional de Córdoba durante los años siguientes a la finalización de la última dictadura cívico-militar. La pregunta que lo organiza versa en torno a la temporalidad que se juega allí y se remite a los aportes de Lesgart y Rabotnikof, que atienden al lenguaje político de entonces. Reconociendo allí un quiebre en la concepción del tiempo, que ya no contempla la posibilidad de un futuro revolucionario y busca opciones de la mano de la valoración del presente como tiempo único, el artículo analiza el discurso filosófico preguntándose cómo es que esa transformación se transita en los marcos de la filosofía universitaria en Córdoba, en la que también se están operando cambios institucionales profundos. Se trata de pensar al tiempo bajo una doble acepción: por un lado, como objeto de construcción filosófica, y, por otro, como marco de las definiciones que la filosofía puede darse a sí misma. El recorrido por los programas de las materias de la carrera de filosofía nos permite reconocer una singularidad en este contexto: la persistencia de una temporalidad escolástica que, entendemos, condiciona la novedad. De la mano de la filosofía analítica y de la filosofía posestructuralista, la temporalidad que la filosofía va desplegando en este tiempo de transición puede, efectivamente, ser leída como presentista, sin que ello suponga de manera directa una opción frente a la revolución

    A propósito de Ana Amélia M. C. de Melo, Fernando Marcelo De la Cuadra y João Ernani Furtado Filho (orgs.), E. P. Thompson en Chile. Solidaridad, historia y poesía de un intelectual militante, Santiago de Chile, Ariadna Ediciones, 2024, 269 pp.

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    A propósito de Ana Amélia M. C. de Melo, Fernando Marcelo De la Cuadra y João  Ernani Furtado Filho (orgs.), E. P. Thompson en Chile. Solidaridad, historia y poesía de un intelectual militante, Santiago de Chile, Ariadna Ediciones, 2024, 269 pp.   En 2023 se cumplieron sesenta años de la primera edición de The Making of the England Working Class y en 2024 se celebró el centenario del nacimiento del autor de dicha obra: Edward Palmer Thompson. Producto de estas conmemoraciones, varias universidades sudamericanas, al igual que en Europa, homenajearon al historiador marxista británico y temprano impulsor de la nueva izquierda. Desde 2022 un grupo de académicos e investigadores brasileños de la Universidade Federal do Ceará, encabezado por la historiadora y archivista Adelaide Gonçalves, organizaron un conjunto de eventos e impulsaron junto al sello Ariadna la publicación E. P. Thompson en Chile. Solidaridad, historia y poesía de un intelectual militante. Este título alude al poema de Thompson “Homage to Comrade Salvador Allende” incluido en el folleto de la Bertrand Russell Peace Foundation que convocaba a un mitin de solidaridad con Chile en Londres el 20 de septiembre de 1973. El facsímil, fotografiado por Antonio Lizalde, aparece en las páginas interiores del libro junto a la traducción de Fernando Marcelo De la Cuadra, uno de los tres coordinadores del volúmen. También en 2024, Políticas de la Memoria, revista de investigación del CeDInCI, analiza la recepción del marxista británico en Argentina mediante la publicación de un dossier preparado por Horacio Tarcus y Ricardo Salvatore. El libro E. P. Thompson en Chile se divide en dos partes. La primera de ellas se inicia con un capítulo a cargo de M. C. de Melo y De la Cuadra, quienes relevan las variadas políticas culturales del gobierno de Allende y el exilio en Inglaterra de intelectuales y cientistas sociales del país trasandino. Estos crearon en la capital británica la Asociación de Historiadores Chilenos junto a la publicación denominada Nueva Historia. Revista de Historia de Chile (1981-1989). En su trabajo, los autores profundizan en la “ruptura historiográfica” producida en Chile a mediados de la década de 1980 con la adopción de las categorías “experiencia”, “sujeto social”, “bajo pueblo” y “agencia”; propuestas centrales del marxista británico. Estas categorías circularon en el ámbito universitario y en publicaciones de organizaciones no gubernamentales tales como Educación y Comunicación (ECO) y SUR Profesionales. La revista Proposiciones (1981-), vocera de esta última, introdujo categorías thompsonianas en el artículo “Historiografía chilena: balances y perspectivas” (1986) y en la compilación “Chile, Historia y ‘Bajo Pueblo’” (1990), dos contribuciones claves para la emergencia de la “nueva historia social”. El segundo capítulo, a cargo de Furtado Filho, estudia las relaciones familiares de E. P. Thompson. Tanto el vínculo con su padre Edward John Thompson —pastor metodista, misionero, escritor y traductor de la obra de Rabindranath Tagore— y su hermano mayor William Frank Thompson —poeta, militante comunista, conocedor de nueve idiomas, asesinado a los 24 años—. Luego, aborda las intervenciones de Thompson en la revista literaria Our Time dirigida por los intelectuales Edgell Rickword, Randall Swingler y Montagu Slater. Furtado Filho destaca en las intervenciones de Thompson su específica concepción ética de la obra poética: los poetas deben asumir un compromiso solidario promotor de valores éticos que inciten a la transformación de la realidad. Valores que Thompson, en el poema dedicado al derrocado presidente chileno, asoció a las figuras latinoamericanas de Bolívar, el Che Guevara y Allende. La segunda parte del libro consta de entrevistas y artículos relevantes que precisan la riqueza de la recepción de Thompson en el quehacer historiográfico chileno. El primer entrevistado es el historiador Gabriel Salazar, uno de los intelectuales de referencia de la “nueva historia social”, cuyo Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis de la sociedad popular chilena en el siglo XIX (1985) constituye una “historia desde abajo y desde dentro del pueblo” cercana a la desarrollada, según Salazar, por Thompson. Sin embargo, no deja de ser llamativa la afirmación del entrevistado: “Yo no conocí a Thompson en profundidad. Sólo lo conocía de nombre, pero nunca lo estudié o leí aquí en Chile antes de ir para Inglaterra” (p. 59). Pese al desconocimiento inicial, el intelectual reconoce que a finales de la década de 1980: “la mayor influencia fue encontrar en Thompson la definición de clase no en un sentido mecánico… [sino] como movimiento” (p. 62). Para el historiador chileno la clase trabajadora no es presentada por Thompson “en función a un partido o la huelga, sino que describe la clase en función de la gente viva, hombres, mujeres, con todas sus características” (pp. 62-63), o sea, actores que piensan, sienten y actúan. Un posicionamiento afín al concepto thompsoniano de “agencia” a partir del cual Salazar, militante juvenil del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, expone el motivo de su ruptura con las pretensiones representativas que se arrogaban los partidos de izquierda chilenos. A continuación, brinda su testimonio Julio Pinto, otro de los referentes de la “nueva historia social”, quien durante la dictadura pinochetista cursó estudios de postgrado en la Universidad de Yale, Estados Unidos, y allí descubrió la obra de Thompson. Sin embargo, al igual que Gabriel Salazar, el estudio de The Making of the England Working Class lo impresionó porque ofrecía una visión marxista liberada de las ataduras del determinismo y el reduccionismo economicista del marxismo vulgar. Considera que gracias a la obra de Thompson la historiografía chilena avanzó más allá del estudio del modo de producción capitalista y de las relaciones sociales que no encuadran en este. Pinto enfatiza la incidencia de las categorías thompsonianas en sus obras: Trabajos y rebeldías en la pampa salitrera (1998) y ¿Revolución proletaria o “chusma querida”? Socialismo y alessandrismo en la pugna por la politización pampina (1911-1932) (2001), libro publicado en coautoría con Verónica Valdivia que también fue difusora de las tesis thompsonianas en Chile. Sin embargo, el investigador sugiere que en la actualidad la “nueva historia social” ha retrocedido ante el auge de los estudios de género, la historia cultural y la nueva historia política. El tercer capítulo es un texto de Cristina Moyano, quien revisa su experiencia como estudiante de Historia en la Universidad de Santiago de Chile (USACH) en los años iniciales de la transición a la democracia. Moyano historiza la recepción de la obra de Thompson mediante una cartografía que recorre la emergencia de la “nueva historia social” prolongada por los debates en torno a La violencia política popular en las “Grandes Alamedas”. La violencia en Chile, 1947-1987 (Una perspectiva histórica popular) de Salazar (1990). Las producciones de Salazar, Pinto, María Angélica Illanes, Sergio Grez y Mario Garcés, junto con la visita de Eric Hobsbawm a Santiago en 1998, marcaron en las décadas de 1990 y 2000 la hegemonía de esta corriente. Continuando el análisis del periodo, la historiadora revisita sus propias investigaciones sobre el “sujeto popular”, desde su tesis de grado sobre los vendedores ambulantes de fines del siglo XIX hasta MAPU o la seducción del poder y la juventud. Los años fundamentales del partido mito de nuestra transición (1969-1973) (2009), en las que apeló a las categorías thompsonianas de “clase” y “experiencia” debatidas en las revistas New Left Review (1960-) y Past and Present (1952-). El último capítulo del libro fue preparado por Rolando Álvarez. El investigador comparte con Moyano el recuerdo de la visita de Hobsbawm, pero desde su perspectiva en ese momento el marxismo había perdido popularidad. Por entonces, algunos historiadores tradicionales como Eduardo Devés clasificaron a la “nueva historia social” como un “marxismo mínimo”. Álvarez reconoce que su lectura de Thompson fue tardía y emerge en su tesis doctoral sobre los comunistas chilenos. Hasta entonces se consideraba al Partido Comunista de Chile como un objeto antropomorfizado, como un ser viviente de cuerpo monolítico. El historiador chileno historiza la experiencia del aparato partidario y lo presenta más diverso de los modelos prescritos por la estructura orgánica que pretendía una militancia homogénea en todos los ámbitos. El autor en Hijos e hijas de la Rebelión. Historia política y social del Partido Comunista de Chile (1990-2000) (2019) y Del viraje al gobierno de nuevo tipo. El Partido Comunista de Chile en la primera década del siglo XXI (2022) adoptó las categorías de “agencia” y “experiencia” para identificar las diferencias entre la militancia universitaria, territorial y sindical de las y los jóvenes comunistas. Ambas contribuciones le permitieron explicar la persistencia del comunismo chileno a pesar del colapso de los llamados socialismos reales. P. Thompson en Chile fue presentado por sus editores y colaboradores el 17 de octubre de 2024 ante un auditorio de la USACH colmado por investigadores y estudiantes. La presentación ocurrió en vísperas del 5° aniversario de la revuelta popular conocida como “estallido social” de 2019 en el cual emergió el “sujeto de abajo”, como señalaron los editores. En ese marco, Ariadna Ediciones liberó los derechos del libro y también entregó copias al público como homenaje al compromiso intelectual de Thompson y a la memoria de Allende, ambos necesarios ejemplos para las resistencias y las poéticas en estos tiempos. Al finalizar la lectura del libro queda por revisar la incidencia en la historiografía chilena de la crítica a Miseria de la teoría (1978) por parte de Perry Anderson en su obra Teoría, política e historia. Un debate con E. P. Thompson (1985).    Patricio Francisco Lagos Faúndez (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación/ UNLP)A propósito de Ana Amélia M. C. de Melo, Fernando Marcelo De la Cuadra y João  Ernani Furtado Filho (orgs.), E. P. Thompson en Chile. Solidaridad, historia y poesía de un intelectual militante, Santiago de Chile, Ariadna Ediciones, 2024, 269 pp.   En 2023 se cumplieron sesenta años de la primera edición de The Making of the England Working Class y en 2024 se celebró el centenario del nacimiento del autor de dicha obra: Edward Palmer Thompson. Producto de estas conmemoraciones, varias universidades sudamericanas, al igual que en Europa, homenajearon al historiador marxista británico y temprano impulsor de la nueva izquierda. Desde 2022 un grupo de académicos e investigadores brasileños de la Universidade Federal do Ceará, encabezado por la historiadora y archivista Adelaide Gonçalves, organizaron un conjunto de eventos e impulsaron junto al sello Ariadna la publicación E. P. Thompson en Chile. Solidaridad, historia y poesía de un intelectual militante. Este título alude al poema de Thompson “Homage to Comrade Salvador Allende” incluido en el folleto de la Bertrand Russell Peace Foundation que convocaba a un mitin de solidaridad con Chile en Londres el 20 de septiembre de 1973. El facsímil, fotografiado por Antonio Lizalde, aparece en las páginas interiores del libro junto a la traducción de Fernando Marcelo De la Cuadra, uno de los tres coordinadores del volúmen. También en 2024, Políticas de la Memoria, revista de investigación del CeDInCI, analiza la recepción del marxista británico en Argentina mediante la publicación de un dossier preparado por Horacio Tarcus y Ricardo Salvatore. El libro E. P. Thompson en Chile se divide en dos partes. La primera de ellas se inicia con un capítulo a cargo de M. C. de Melo y De la Cuadra, quienes relevan las variadas políticas culturales del gobierno de Allende y el exilio en Inglaterra de intelectuales y cientistas sociales del país trasandino. Estos crearon en la capital británica la Asociación de Historiadores Chilenos junto a la publicación denominada Nueva Historia. Revista de Historia de Chile (1981-1989). En su trabajo, los autores profundizan en la “ruptura historiográfica” producida en Chile a mediados de la década de 1980 con la adopción de las categorías “experiencia”, “sujeto social”, “bajo pueblo” y “agencia”; propuestas centrales del marxista británico. Estas categorías circularon en el ámbito universitario y en publicaciones de organizaciones no gubernamentales tales como Educación y Comunicación (ECO) y SUR Profesionales. La revista Proposiciones (1981-), vocera de esta última, introdujo categorías thompsonianas en el artículo “Historiografía chilena: balances y perspectivas” (1986) y en la compilación “Chile, Historia y ‘Bajo Pueblo’” (1990), dos contribuciones claves para la emergencia de la “nueva historia social”. El segundo capítulo, a cargo de Furtado Filho, estudia las relaciones familiares de E. P. Thompson. Tanto el vínculo con su padre Edward John Thompson —pastor metodista, misionero, escritor y traductor de la obra de Rabindranath Tagore— y su hermano mayor William Frank Thompson —poeta, militante comunista, conocedor de nueve idiomas, asesinado a los 24 años—. Luego, aborda las intervenciones de Thompson en la revista literaria Our Time dirigida por los intelectuales Edgell Rickword, Randall Swingler y Montagu Slater. Furtado Filho destaca en las intervenciones de Thompson su específica concepción ética de la obra poética: los poetas deben asumir un compromiso solidario promotor de valores éticos que inciten a la transformación de la realidad. Valores que Thompson, en el poema dedicado al derrocado presidente chileno, asoció a las figuras latinoamericanas de Bolívar, el Che Guevara y Allende. La segunda parte del libro consta de entrevistas y artículos relevantes que precisan la riqueza de la recepción de Thompson en el quehacer historiográfico chileno. El primer entrevistado es el historiador Gabriel Salazar, uno de los intelectuales de referencia de la “nueva historia social”, cuyo Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis de la sociedad popular chilena en el siglo XIX (1985) constituye una “historia desde abajo y desde dentro del pueblo” cercana a la desarrollada, según Salazar, por Thompson. Sin embargo, no deja de ser llamativa la afirmación del entrevistado: “Yo no conocí a Thompson en profundidad. Sólo lo conocía de nombre, pero nunca lo estudié o leí aquí en Chile antes de ir para Inglaterra” (p. 59). Pese al desconocimiento inicial, el intelectual reconoce que a finales de la década de 1980: “la mayor influencia fue encontrar en Thompson la definición de clase no en un sentido mecánico… [sino] como movimiento” (p. 62). Para el historiador chileno la clase trabajadora no es presentada por Thompson “en función a un partido o la huelga, sino que describe la clase en función de la gente viva, hombres, mujeres, con todas sus características” (pp. 62-63), o sea, actores que piensan, sienten y actúan. Un posicionamiento afín al concepto thompsoniano de “agencia” a partir del cual Salazar, militante juvenil del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, expone el motivo de su ruptura con las pretensiones representativas que se arrogaban los partidos de izquierda chilenos. A continuación, brinda su testimonio Julio Pinto, otro de los referentes de la “nueva historia social”, quien durante la dictadura pinochetista cursó estudios de postgrado en la Universidad de Yale, Estados Unidos, y allí descubrió la obra de Thompson. Sin embargo, al igual que Gabriel Salazar, el estudio de The Making of the England Working Class lo impresionó porque ofrecía una visión marxista liberada de las ataduras del determinismo y el reduccionismo economicista del marxismo vulgar. Considera que gracias a la obra de Thompson la historiografía chilena avanzó más allá del estudio del modo de producción capitalista y de las relaciones sociales que no encuadran en este. Pinto enfatiza la incidencia de las categorías thompsonianas en sus obras: Trabajos y rebeldías en la pampa salitrera (1998) y ¿Revolución proletaria o “chusma querida”? Socialismo y alessandrismo en la pugna por la politización pampina (1911-1932) (2001), libro publicado en coautoría con Verónica Valdivia que también fue difusora de las tesis thompsonianas en Chile. Sin embargo, el investigador sugiere que en la actualidad la “nueva historia social” ha retrocedido ante el auge de los estudios de género, la historia cultural y la nueva historia política. El tercer capítulo es un texto de Cristina Moyano, quien revisa su experiencia como estudiante de Historia en la Universidad de Santiago de Chile (USACH) en los años iniciales de la transición a la democracia. Moyano historiza la recepción de la obra de Thompson mediante una cartografía que recorre la emergencia de la “nueva historia social” prolongada por los debates en torno a La violencia política popular en las “Grandes Alamedas”. La violencia en Chile, 1947-1987 (Una perspectiva histórica popular) de Salazar (1990). Las producciones de Salazar, Pinto, María Angélica Illanes, Sergio Grez y Mario Garcés, junto con la visita de Eric Hobsbawm a Santiago en 1998, marcaron en las décadas de 1990 y 2000 la hegemonía de esta corriente. Continuando el análisis del periodo, la historiadora revisita sus propias investigaciones sobre el “sujeto popular”, desde su tesis de grado sobre los vendedores ambulantes de fines del siglo XIX hasta MAPU o la seducción del poder y la juventud. Los años fundamentales del partido mito de nuestra transición (1969-1973) (2009), en las que apeló a las categorías thompsonianas de “clase” y “experiencia” debatidas en las revistas New Left Review (1960-) y Past and Present (1952-). El último capítulo del libro fue preparado por Rolando Álvarez. El investigador comparte con Moyano el recuerdo de la visita de Hobsbawm, pero desde su perspectiva en ese momento el marxismo había perdido popularidad. Por entonces, algunos historiadores tradicionales como Eduardo Devés clasificaron a la “nueva historia social” como un “marxismo mínimo”. Álvarez reconoce que su lectura de Thompson fue tardía y emerge en su tesis doctoral sobre los comunistas chilenos. Hasta entonces se consideraba al Partido Comunista de Chile como un objeto antropomorfizado, como un ser viviente de cuerpo monolítico. El historiador chileno historiza la experiencia del aparato partidario y lo presenta más diverso de los modelos prescritos por la estructura orgánica que pretendía una militancia homogénea en todos los ámbitos. El autor en Hijos e hijas de la Rebelión. Historia política y social del Partido Comunista de Chile (1990-2000) (2019) y Del viraje al gobierno de nuevo tipo. El Partido Comunista de Chile en la primera década del siglo XXI (2022) adoptó las categorías de “agencia” y “experiencia” para identificar las diferencias entre la militancia universitaria, territorial y sindical de las y los jóvenes comunistas. Ambas contribuciones le permitieron explicar la persistencia del comunismo chileno a pesar del colapso de los llamados socialismos reales. P. Thompson en Chile fue presentado por sus editores y colaboradores el 17 de octubre de 2024 ante un auditorio de la USACH colmado por investigadores y estudiantes. La presentación ocurrió en vísperas del 5° aniversario de la revuelta popular conocida como “estallido social” de 2019 en el cual emergió el “sujeto de abajo”, como señalaron los editores. En ese marco, Ariadna Ediciones liberó los derechos del libro y también entregó copias al público como homenaje al compromiso intelectual de Thompson y a la memoria de Allende, ambos necesarios ejemplos para las resistencias y las poéticas en estos tiempos. Al finalizar la lectura del libro queda por revisar la incidencia en la historiografía chilena de la crítica a Miseria de la teoría (1978) por parte de Perry Anderson en su obra Teoría, política e historia. Un debate con E. P. Thompson (1985).    Patricio Francisco Lagos Faúndez (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación/ UNLP

    Más allá de la epidermis : El Poder Negro estadounidense en el horizonte antiimperialista de las izquierdas conosureñas

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    In this paper, we examine how various individual and collective actors associated with leftist movements in the Southern Cone approached American antiracist activism during the 1960s. In order to do so, we will consider a series of periodicals that sought to engage with the phenomenon of Black Power from different artistic, political, and intellectual perspectives. Our goal is to highlight aspects related to the construction of symbolic and material connections between political actors in different regions of the world through the dissemination of the anti-imperialist ideology that led their actions during the Cold War period. In this sense, we argue that despite the situational and programmatic differences framing their activism, individuals involved in various political-cultural projects from the Southern Cone found in the political and intellectual trajectory of American antiracism a source of "lessons" and a subject for reflections on building radical political alternatives in their own local contexts.En este trabajo examinamos la forma bajo la cual el activismo antirracista estadounidense fue abordado durante la década de 1960 por diferentes actores individuales y colectivos asociados al universo de las izquierdas en el Cono Sur. Para ello, analizaremos una serie de publicaciones periódicas que, desde diferentes horizontes artísticos, políticos e intelectuales, buscaron acercarse al fenómeno del llamado Black Power. Nuestro objetivo es poner de relieve algunos aspectos relacionados con la construcción de conexiones simbólicas y materiales entre sujetos políticos actuantes en diferentes regiones del planeta, a través de la difusión del ideario antiimperialista que orientó su actuación en el período de la Guerra Fría. En este sentido, sostenemos que, a pesar de las diferencias coyunturales y programáticas que enmarcaron su activismo, individuos involucrados en diversos proyectos político-culturales desde el Cono Sur encontraron en la trayectoria política e intelectual del antirracismo estadounidense, una fuente de “enseñanzas” y un objeto de reflexiones acerca de la construcción de alternativas políticas radicales en sus propios contextos domésticos

    Nueva Imagen (1976–1983), una editorial argentina en México: Nueva Imagen (1976–1983), an Argentine Publishing House in Mexico

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    The article reconstructs the formation and rise of the Nueva Imagen publishing house in Mexico between 1976 and 1983. Founded by Guillermo Schavelzon and Sealtiel Alatriste, it published more than two hundred titles in seven years, with some of its commercial successes reaching over ten reprints. Alongside its market achievements, Nueva Imagen implemented a co-publishing policy with local academic institutions, forged connections with South American exile cultural groups, published their works, and supported the relaunch of some of their magazines. How was this brief yet vivid editorial chapter possible? To answer this question, the article examines Schavelzon's trajectory in Mexico and explores the dual character—between the market and intellectual formations—that Nueva Imagen adopted over the course of its publishing history. The article argues that Schavelzon's Mexican chapter preserved and enhanced a key trait of his Argentine editorial background: the cultural connection with emerging intellectual groups, mediated through commercial channels. By analyzing this singular editorial episode, the article explores the editorial dimensions of a moment of hegemonic reorganization and, at the same time, recovers little-known connections within the South American exile community in Mexico.El artículo reconstruye la dinámica de formación y ascenso de la editorial Nueva Imagen en México, entre 1976 y 1983. Fundada por Guillermo Schavelzon y Sealtiel Alatriste, en siete años publicó más de doscientos títulos y algunos de sus éxitos comerciales superaron la décima reimpresión. En paralelo a sus éxitos de mercado, desplegó una política de coedición con instituciones del campo académico local, se vinculó con grupos culturales del exilio sudamericano, editó sus producciones y apoyó el relanzamiento de algunas de sus revistas. ¿Cómo fue posible este breve pero vívido capítulo editorial? Para responder a la pregunta, el artículo revisa la trayectoria mexicana de Schavelzon y explora la fisonomía bifronte, entre el mercado y formaciones intelectuales, que adoptó Nueva Imagen con el transcurrir de sus publicaciones. El artículo argumenta que el capítulo mexicano de Schavelzon preservó y potenció un rasgo clave de su formación editorial argentina: el vínculo cultural, a través de la mediación comercial, con formaciones intelectuales emergentes. A partir de un capítulo editorial singular, el trabajo explora las aristas editoriales de un momento de reorganización hegemónica y, al mismo tiempo, repone conexiones poco transitadas al interior del exilio sudamericano en México

    [Texto sin título, c. 1972]

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    El PST opera con respecto a nosotros con la siguiente política: el feminismo, el movimiento homosexual, son movimientos secundarios que apuntan a unas cositas aisladas y secundarias cuando ellos apuntan a lo central que es la lucha de clases. Ellos interpretan esta lucha de clases como restringida a un aspecto particular de esa lucha de clases, que es la contradicción que se da entre el patrón y el obrero, entre el trabajo y el capital en el seno de la fábrica; fundamentalmente lo que hacen es un sindicalismo de izquierda. El asunto es el siguiente: por un lado, la contradicción capital-trabajo es la contradicción central, pero esa contradicción no se da en un marco abstracto, se da en todo el campo de la vida social, en toda la formación económico-social. La lucha de clases como versión de esa contradicción, que en última instancia es una contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción correspondientes al capitalismo en este caso, recorren todo el conjunto de las relaciones sociales, todo el conjunto está sacudido por esa contradicción. ¿Qué quiere decir esta contradicción? En términos marxistas: que hay un desarrollo incesante de las fuerzas productivas que son liberadas por el capitalismo, o sea, el capitalismo produce por el hecho de la mercancía, prácticamente produce por producir, produce todo lo que dé ganancia y libera al conjunto de las fuerzas productivas. Esas fuerzas productivas tienen que encajar dentro de determinadas relaciones de producción. La relación de producción fundamental es la relación patrón-obrero; para mantener esas fuerzas productivas dentro de las relaciones de producción, sobre esa estructura se construye la superestructura, ésta garantiza que esas relaciones de producción se mantengan. Lo que nosotros planteamos es que hay un medio de producción que es esencial, el cuerpo humano. ¿Por qué decimos que es esencial? Porque lo único que agrega valor a las cosas es el trabajo humano incorporado y acumulado. Ese trabajo sale del cuerpo y ese cuerpo se vende en el mercado de trabajo capitalista como una mercancía más. El capitalismo se caracteriza por el mercado, por la producción de mercancías, pero lo que en realidad venden en el mercado es la fuerza de trabajo que se ha acumulado para producir esa mercancía, ese es el valor. Los que no tienen mercancías para vender se venden a sí mismos, de ahí que el trabajador, para el capitalismo, sea libre; de ahí que el capitalismo empiece con la consigna de la libertad, igualdad y fraternidad. La libertad para el capitalismo significa que cada uno es libre de vender o no su fuerza de trabajo. Si vos no querés venderla, no la vendés, pero te morís de hambre o te revientan. Para que ese cuerpo pueda entrar en todo ese sistema de producción y convertirse en una mercancía, tiene que organizarse de una manera especial. La ideología no es meramente lo que los hombres piensan acerca de la realidad, sino que lo que produce el capitalismo es toda una adaptación, una organización de la psiquis determinada e histórica; organiza al cuerpo humano de determinada manera, lo funcionaliza. Entonces la contradicción se produce entre el cuerpo natural, que sería el cuerpo del deseo, y el cuerpo como máquina capitalista, que es el cuerpo necesario para la producción. Ahí, a partir de esa contradicción es donde empezaría nuestro trabajo, o sea, el trabajo de los movimientos liberacionistas se centraría en esa contradicción. ¿Qué significa el movimiento feminista y el MLH? Que los cuerpos se están rebelando contra las funciones que socialmente les han sido asignadas. Esa rebelión está representada por el feminismo en el caso de las mujeres y por los MLH en el caso de los varones. ¿Qué es lo que están reivindicando, en última instancia? Un homosexual reivindica el erotismo anal y la mujer reivindicaría que su cuerpo no es una mera máquina para producir hijos y que su mente tampoco está al servicio de toda esa cuestión. Entonces la crítica a los partidos marxistas tradicionales se centraría en que esos partidos reducen la lucha de clases a un aspecto particular del enfrentamiento. Al hacerlo reconocen, legitiman toda esa formación del individuo que le posibilita trabajar como obrero, porque no cualquiera es obrero; o sea, para formar la fuerza de trabajo capitalista, el capitalismo necesitó primero toda una etapa sangrienta, la primera etapa, cuando los campesinos son echados de sus campos y lanzados a las ciudades, en ese momento los burgueses eran conscientes de que estaban obligándolos a trabajar en esas condiciones; pero después, el proletariado se fue acostumbrando, ahora parece “natural” el trabajo y también aparece como “naturalmente” dada la “normalidad”. Entonces, para que se produzca el enfrentamiento patrón-obrero en el campo en que están trabajando, los partidos marxistas tienen que legitimar, aceptar la “normalidad”. A partir de la aceptación se da ese enfrentamiento. Por eso es que ellos plantean la cuestión de la toma de consciencia como cuestión central. Pero ¿qué es la toma de consciencia en realidad si no es concientización? ¿Cuál es la diferencia? La toma de consciencia para el marxista es que el obrero se dé cuenta que es obrero, que lo están explotando y que eso que a él le sacan le pertenece, entonces lo que tiene que hacer es crear otro Estado, desplazar a los capitalistas y ponerse él, lo que sería la dictadura del proletariado. Cuando nosotros decimos concientización, decimos que nuestra estructuración psíquica está condicionada por un sistema social determinado y que debemos hacerlo pedazos, que a partir de ese proceso, que es doloroso, recién vamos a nacer, a empezar a vivir. Llegamos a otro problema que es que al restringir el asunto a este enfrentamiento, los partidos marxistas no sólo cometen un error, sino que (en términos de ellos) lo que hacen es una verdadera traición histórica, en el sentido en que ellos le quitan a la revolución su sujeto. Si el sujeto es el sujeto normalizado, el proletario normalizado, que esté criado con la ideología capitalista, va a ser incapaz de crear esa nueva sociedad, entonces necesariamente va a necesitar una burocracia que lo guíe. ¿Qué es el partido marxista? Es la formación de esa burocracia para encabezar la dictadura del proletariado. Ese es el proyecto de Lenin y el proyecto que triunfó históricamente en la URSS, pero que no era de ninguna manera el único proyecto, por ejemplo, Lenin tuvo que enfrentar la oposición de Rosa Luxemburgo que planteaba que la clase obrera tenía que tomar el poder, no el partido. Para que la clase obrera tome el poder, se tiene que tomar a sí misma; Marx dice: tiene que tomar conciencia para sí; esto significa romper con el capitalismo y pasar del ser humano abstracto como mercancía, al hombre concreto, al hombre como entidad sensual, al sujeto como valor de uso y no como valor de cambio que es el hombre normal, que vale como mercancía y cuyas relaciones están sobredeterminadas por su valor mercantil. La relación heterosexual no vale por su valor de uso, si bien tiene un valor de goce, pero vale por su valor de cambio, por el valor del que socialmente está investida. Y por eso la relación homosexual no vale nada, porque es sólo valor de goce, valor de uso. Entonces el asunto está centrado en cómo se forma ese sujeto de la revolución. Lo que digo (es una hipótesis) es que la vía para su formación está dada por el mismo desarrollo del capitalismo; por ejemplo, el capitalismo más avanzado ha desplazado su contradicción de la contradicción entre patrón y obrero (sindicalismo yankee), toda la cuestión anticapitalista salta por el lado de los negros, de la mujer, los homosexuales. Estos movimientos reivindican en última instancia esa corporalidad que es negada por el capitalismo, es un movimiento de retorno hacia su propio interior. La contradicción que tiene un obrero tiene como correlato la normalidad (él es obrero cuando tendría que ser patrón), en cambio la contradicción que puede tener un homosexual o una mujer revolucionaria es una contradicción del conjunto de su libido, de sus instintos y de todo; es una contradicción sin retorno. Por eso cuando una mujer está en el feminismo revolucionario no le interesa ocupar el papel del hombre, sino vivir como persona, como mujer, como fuerza, como libido. La contradicción está ubicada en un nivel mucho más profundo que en un obrero que se suma a las fuerzas de la revolución, o más aún, en un pequeño burgués que se pasa a un partido socialista. No hay dictadura del proletariado si el proletariado no se constituye en clase para sí, hay dictadura sobre el proletariado. Si el proletariado se concientizara realmente, rompería con la normalidad, pasaría a ser la negación de la burguesía, significaría el fin de las clases. Es un paso de transición hacia el fin del Estado. Ese proletariado tiene que ser para sí, tiene que dejar de ser varón y mujer porque ser varón o mujer está determinado por las necesidades de producción y reproducción del capitalismo. Tiene que liberar sus pulsiones, tiene que romper con la normalidad. La burguesía defiende la normalidad, al hacerlo demuestra que es tan normal como cualquier otra forma de vida, de organización psíquica. La necesidad de defenderla demuestra que ya nadie cree en ella, que es necesario imponerla. En una sociedad burguesa normal, el revolucionario destapa las contradicciones tapadas. En Argentina no es necesario porque se sabe todo, está todo a flor de piel, por eso a la gente le entra el miedo a la desnudez. La gente se da cuenta que la vida en una sociedad capitalista es una ilusión de vida, entonces tienen miedo, miedo de descubrir que todo aquello que creían que era vida no es la vida, y que la vida es otra cosa. La cosa está en demostrar que esa normalidad es impuesta. Es un poco la teoría del feminismo de demostrar que la feminidad es un mito. La mujer es una construcción contra natura (la construcción psicológica) y la heterosexualidad burguesa es antinatural. La normalidad no puede hacer ninguna revolución sin volverse contra sí misma. Nosotros no estamos contra los normales, estamos contra la normalidad. Los normales tienen que rebelarse, lo están haciendo pero se niegan a saberlo y a decirlo (los movimientos homo y feminista no salen del aire). El proletariado puede romper con la normalidad porque no tiene intereses -en cuanto clase- en el mantenimiento del actual estado de cosas. Sólo tiene intereses ideológicos porque no gana nada. Quien tiene interés es la burguesía porque se queda con la ganancia. Los proletarios, las mujeres, los homosexuales, los marginales, no tienen interés alguno en ese sistema. Cuando se produce una ruptura en el nivel de la identidad sexual como tal, o en el nivel de la identidad social -marginales, hippies- hay una ruptura con la ideología de clase. La mujer en tanto mujer no tiene clase, tiene la clase del marido. El homosexual es un desclasado, un paria, tiene clase en tanto apariencia de varón heterosexual. La lucha de clases es la emergencia social del conflicto fuerzas productivas-relaciones de producción. A través de la historia siempre hubo lucha de clases; no quiere decir estos obreros, la conciencia de clase de los obreros no es la que tienen ahora los obreros individualmente tomados, es la conciencia posible del proletariado como clase revolucionaria, como clase que no tiene interés en el mantenimiento de la estructura social. Es una formación teórica. Económicamente hablando, el proletariado no tiene intereses objetivos reales en el mantenimiento del capitalismo. Pero ¿qué interés tiene el varón proletario en el mantenimiento del capitalismo? El interés de su beneficio como varón, los beneficios que devienen de su identidad masculina, por ejemplo, y es ahí donde se van concatenando los puntos oscuros.El PST opera con respecto a nosotros con la siguiente política: el feminismo, el movimiento homosexual, son movimientos secundarios que apuntan a unas cositas aisladas y secundarias cuando ellos apuntan a lo central que es la lucha de clases. Ellos interpretan esta lucha de clases como restringida a un aspecto particular de esa lucha de clases, que es la contradicción que se da entre el patrón y el obrero, entre el trabajo y el capital en el seno de la fábrica; fundamentalmente lo que hacen es un sindicalismo de izquierda. El asunto es el siguiente: por un lado, la contradicción capital-trabajo es la contradicción central, pero esa contradicción no se da en un marco abstracto, se da en todo el campo de la vida social, en toda la formación económico-social. La lucha de clases como versión de esa contradicción, que en última instancia es una contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción correspondientes al capitalismo en este caso, recorren todo el conjunto de las relaciones sociales, todo el conjunto está sacudido por esa contradicción. ¿Qué quiere decir esta contradicción? En términos marxistas: que hay un desarrollo incesante de las fuerzas productivas que son liberadas por el capitalismo, o sea, el capitalismo produce por el hecho de la mercancía, prácticamente produce por producir, produce todo lo que dé ganancia y libera al conjunto de las fuerzas productivas. Esas fuerzas productivas tienen que encajar dentro de determinadas relaciones de producción. La relación de producción fundamental es la relación patrón-obrero; para mantener esas fuerzas productivas dentro de las relaciones de producción, sobre esa estructura se construye la superestructura, ésta garantiza que esas relaciones de producción se mantengan. Lo que nosotros planteamos es que hay un medio de producción que es esencial, el cuerpo humano. ¿Por qué decimos que es esencial? Porque lo único que agrega valor a las cosas es el trabajo humano incorporado y acumulado. Ese trabajo sale del cuerpo y ese cuerpo se vende en el mercado de trabajo capitalista como una mercancía más. El capitalismo se caracteriza por el mercado, por la producción de mercancías, pero lo que en realidad venden en el mercado es la fuerza de trabajo que se ha acumulado para producir esa mercancía, ese es el valor. Los que no tienen mercancías para vender se venden a sí mismos, de ahí que el trabajador, para el capitalismo, sea libre; de ahí que el capitalismo empiece con la consigna de la libertad, igualdad y fraternidad. La libertad para el capitalismo significa que cada uno es libre de vender o no su fuerza de trabajo. Si vos no querés venderla, no la vendés, pero te morís de hambre o te revientan. Para que ese cuerpo pueda entrar en todo ese sistema de producción y convertirse en una mercancía, tiene que organizarse de una manera especial. La ideología no es meramente lo que los hombres piensan acerca de la realidad, sino que lo que produce el capitalismo es toda una adaptación, una organización de la psiquis determinada e histórica; organiza al cuerpo humano de determinada manera, lo funcionaliza. Entonces la contradicción se produce entre el cuerpo natural, que sería el cuerpo del deseo, y el cuerpo como máquina capitalista, que es el cuerpo necesario para la producción. Ahí, a partir de esa contradicción es donde empezaría nuestro trabajo, o sea, el trabajo de los movimientos liberacionistas se centraría en esa contradicción. ¿Qué significa el movimiento feminista y el MLH? Que los cuerpos se están rebelando contra las funciones que socialmente les han sido asignadas. Esa rebelión está representada por el feminismo en el caso de las mujeres y por los MLH en el caso de los varones. ¿Qué es lo que están reivindicando, en última instancia? Un homosexual reivindica el erotismo anal y la mujer reivindicaría que su cuerpo no es una mera máquina para producir hijos y que su mente tampoco está al servicio de toda esa cuestión. Entonces la crítica a los partidos marxistas tradicionales se centraría en que esos partidos reducen la lucha de clases a un aspecto particular del enfrentamiento. Al hacerlo reconocen, legitiman toda esa formación del individuo que le posibilita trabajar como obrero, porque no cualquiera es obrero; o sea, para formar la fuerza de trabajo capitalista, el capitalismo necesitó primero toda una etapa sangrienta, la primera etapa, cuando los campesinos son echados de sus campos y lanzados a las ciudades, en ese momento los burgueses eran conscientes de que estaban obligándolos a trabajar en esas condiciones; pero después, el proletariado se fue acostumbrando, ahora parece “natural” el trabajo y también aparece como “naturalmente” dada la “normalidad”. Entonces, para que se produzca el enfrentamiento patrón-obrero en el campo en que están trabajando, los partidos marxistas tienen que legitimar, aceptar la “normalidad”. A partir de la aceptación se da ese enfrentamiento. Por eso es que ellos plantean la cuestión de la toma de consciencia como cuestión central. Pero ¿qué es la toma de consciencia en realidad si no es concientización? ¿Cuál es la diferencia? La toma de consciencia para el marxista es que el obrero se dé cuenta que es obrero, que lo están explotando y que eso que a él le sacan le pertenece, entonces lo que tiene que hacer es crear otro Estado, desplazar a los capitalistas y ponerse él, lo que sería la dictadura del proletariado. Cuando nosotros decimos concientización, decimos que nuestra estructuración psíquica está condicionada por un sistema social determinado y que debemos hacerlo pedazos, que a partir de ese proceso, que es doloroso, recién vamos a nacer, a empezar a vivir. Llegamos a otro problema que es que al restringir el asunto a este enfrentamiento, los partidos marxistas no sólo cometen un error, sino que (en términos de ellos) lo que hacen es una verdadera traición histórica, en el sentido en que ellos le quitan a la revolución su sujeto. Si el sujeto es el sujeto normalizado, el proletario normalizado, que esté criado con la ideología capitalista, va a ser incapaz de crear esa nueva sociedad, entonces necesariamente va a necesitar una burocracia que lo guíe. ¿Qué es el partido marxista? Es la formación de esa burocracia para encabezar la dictadura del proletariado. Ese es el proyecto de Lenin y el proyecto que triunfó históricamente en la URSS, pero que no era de ninguna manera el único proyecto, por ejemplo, Lenin tuvo que enfrentar la oposición de Rosa Luxemburgo que planteaba que la clase obrera tenía que tomar el poder, no el partido. Para que la clase obrera tome el poder, se tiene que tomar a sí misma; Marx dice: tiene que tomar conciencia para sí; esto significa romper con el capitalismo y pasar del ser humano abstracto como mercancía, al hombre concreto, al hombre como entidad sensual, al sujeto como valor de uso y no como valor de cambio que es el hombre normal, que vale como mercancía y cuyas relaciones están sobredeterminadas por su valor mercantil. La relación heterosexual no vale por su valor de uso, si bien tiene un valor de goce, pero vale por su valor de cambio, por el valor del que socialmente está investida. Y por eso la relación homosexual no vale nada, porque es sólo valor de goce, valor de uso. Entonces el asunto está centrado en cómo se forma ese sujeto de la revolución. Lo que digo (es una hipótesis) es que la vía para su formación está dada por el mismo desarrollo del capitalismo; por ejemplo, el capitalismo más avanzado ha desplazado su contradicción de la contradicción entre patrón y obrero (sindicalismo yankee), toda la cuestión anticapitalista salta por el lado de los negros, de la mujer, los homosexuales. Estos movimientos reivindican en última instancia esa corporalidad que es negada por el capitalismo, es un movimiento de retorno hacia su propio interior. La contradicción que tiene un obrero tiene como correlato la normalidad (él es obrero cuando tendría que ser patrón), en cambio la contradicción que puede tener un homosexual o una mujer revolucionaria es una contradicción del conjunto de su libido, de sus instintos y de todo; es una contradicción sin retorno. Por eso cuando una mujer está en el feminismo revolucionario no le interesa ocupar el papel del hombre, sino vivir como persona, como mujer, como fuerza, como libido. La contradicción está ubicada en un nivel mucho más profundo que en un obrero que se suma a las fuerzas de la revolución, o más aún, en un pequeño burgués que se pasa a un partido socialista. No hay dictadura del proletariado si el proletariado no se constituye en clase para sí, hay dictadura sobre el proletariado. Si el proletariado se concientizara realmente, rompería con la normalidad, pasaría a ser la negación de la burguesía, significaría el fin de las clases. Es un paso de transición hacia el fin del Estado. Ese proletariado tiene que ser para sí, tiene que dejar de ser varón y mujer porque ser varón o mujer está determinado por las necesidades de producción y reproducción del capitalismo. Tiene que liberar sus pulsiones, tiene que romper con la normalidad. La burguesía defiende la normalidad, al hacerlo demuestra que es tan normal como cualquier otra forma de vida, de organización psíquica. La necesidad de defenderla demuestra que ya nadie cree en ella, que es necesario imponerla. En una sociedad burguesa normal, el revolucionario destapa las contradicciones tapadas. En Argentina no es necesario porque se sabe todo, está todo a flor de piel, por eso a la gente le entra el miedo a la desnudez. La gente se da cuenta que la vida en una sociedad capitalista es una ilusión de vida, entonces tienen miedo, miedo de descubrir que todo aquello que creían que era vida no es la vida, y que la vida es otra cosa. La cosa está en demostrar que esa normalidad es impuesta. Es un poco la teoría del feminismo de demostrar que la feminidad es un mito. La mujer es una construcción contra natura (la construcción psicológica) y la heterosexualidad burg

    Lo que permanece del Siglo en nuestro tiempo

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    The following text is an attempt to examine the process by which we accessed our present, starting with the attempt to escape from what the last century represents, which was the executor of futures somewhat more auspicious than those we can envision today. The mechanics of the text should exhibit a dynamic analysis of the subject's position vis-à-vis with the real, ranging from Badiou's characterization of the 20th century to this premature and provisional one of our own time. Every era defends itself against the real. The 20th century did so through its exposure to disaster, that is, through the choice to reveal reality through its violent and destructive installation. It was its original way of hiding it. However, it is true that it sought it as perhaps never before. We conjecture that, if the Century's essence was this vocation for the real, its frantic search for paths exposed to risk and destruction, our time is the result of a denial of the real, located between its mere negation and the desire for its outright suppression. We retain the passion of the Century, only now transformed into an intense desire to ignore.El siguiente escrito es el intento de calibrar el proceso por el cual accedimos a nuestro presente a partir de la tentativa de evadirnos de lo que representa el siglo pasado, que fuera albacea de futuros algo más auspiciosos que los que podemos prefigurarnos hoy. La mecánica del texto debería exhibir un análisis dinámico de la posición del sujeto frente a lo real, que va desde la caracterización badiouana del siglo XX hasta ésta, prematura y provisional, de nuestros días. Toda época se defiende de lo real. El siglo XX lo hizo mediante su exposición al desastre, es decir, a la opción por revelar lo real a través de su instalación violenta y destructiva. Fue su manera original de escamoteárselo. Sin embargo, es cierto que lo buscó como quizá nunca antes se lo había buscado. Conjeturamos que, si el Siglo tuvo por esencia esta vocación de lo real, su búsqueda frenética por vías expuestas al riesgo y la destrucción, nuestro tiempo es el resultado de una renegación de lo real, ubicable entre su mera negación y el anhelo de su supresión lisa y llana. Conservamos del siglo la pasión, sólo que trocada ahora en un intenso deseo de ignorar

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