Políticas de la Memoria
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La Revolución china en El Siglo de Alain Badiou
In his book The Century, Alain Badiou proposes to reflect on the subjective operations in which the Twentieth Century was constituted. The author identifies the “passion of the real” as a key concept through which we can access the meaning of the extreme experiences that animated theTwentieth Century. Badiou examines the different political, aesthetic and scientific operations that sought the constitution of the so-called “new Man” in the Twentieth Century. In this article we focus on Badiou's reflections on the Chinese Revolution, on Mao Zedong's theses regarding war and contradictions. Reflections aimed at substantiating the French philosopher's commitment to a subtractive dialectic in political thought inherited from the 21st Century.En su libro El Siglo, Alain Badiou propone pensar las operaciones subjetivas en las que se constituyó el siglo XX. El autor identifica la “pasión de lo real” como un concepto clave mediante el cual podemos acceder al sentido de las experiencias extremas que animaron el siglo XX. Badiou examina las diferentes operaciones políticas, estéticas y científicas que buscaron en el siglo XX la constitución del llamado “Hombre nuevo”. En este artículo enfocamos las reflexiones de Badiou sobre la Revolución china, sobre las tesis de Mao Zedong en torno a la guerra y a las contradicciones. Reflexiones orientadas a fundamentar la apuesta del filósofo francés por una dialéctica sustractiva en el pensamiento de la política legado al siglo XXI. 
José Luis Manigieri: entrada biográfica
Diccionario Biográfico de las Izquierdas Latinoamericanas
José Luis Mangieri: entrada biográfica
Emiliano Tavernini
MANGIERI, José Luis (seudónimos: Ulrico, Cauli, Macho, Giuseppe) (Buenos Aires, Argentina 14/12/1924 – Buenos Aires, Argentina 1/11/2008)
Hijo de Ángel Rafael Mangieri, anarquista, empleado municipal y ayudante de veterinaria, y Herminia María Di Muro, ama de casa. Nació y vivió hasta los 10 años en un conventillo de Parque Patricios ubicado en la calle Salcedo entre 24 de Noviembre y Sánchez de Loria. En 1935 la familia se asentó en el barrio de Floresta, en la que sería su casa de casi toda la vida, Mercedes 936. En el mismo barrio realizó estudios secundarios en el Colegio n° 9 “Justo José de Urquiza”.
En la Universidad de Buenos Aires cursó tres años de la carrera de Odontología, entre 1944 y 1946, donde fue compañero de estudios de José Fondebrider. En esa época vivió la bohemia porteña junto con sus amigos, el pintor Domingo Onofrio y el poeta Néstor Groppa (Leandro Álvarez), quien más tarde formaría parte de la Asociación Cultural “Tarja” de San Salvador de Jujuy. En 1947 salió sorteado para realizar el servicio militar obligatorio en la Compañía de Comunicaciones de Campo de Mayo. Como se negó a obtener el grado de subteniente de reserva, debió permanecer 18 meses en la dependencia. Cuando retorna a su casa, decide abandonar la universidad y se traslada a Bariloche, donde desempeña distintos trabajos manuales, entre ellos, pintor de brocha gorda.
Regresa a Buenos Aires en 1953 y a instancias de su amigo, el dramaturgo Andrés Lizarraga, se afilia al Partido Comunista Argentino (PCA). Desde entonces y hasta 1959 se desempeñó como redactor, corrector y coordinador de la sección cultural en la segunda época de la revista Argentina-URSS, órgano del IRCAU (Instituto de Relaciones Culturales Argentina-URSS), institución en la que tuvo una activa participación en la fundación y en el sostenimiento de vínculos con las filiales del interior: Rosario, Córdoba, Tucumán, Mendoza, Bahía Blanca y Mar del Plata. En dicho espacio, dirigido por Berta Perelstein, fue compañero de trabajo del artista plástico Bartolomé Mirabelli, diseñador de Manuel Gleizer Editor en su primera etapa (1924-1945), quien le transmitió valiosos conocimientos adquiridos en el trabajo de edición. A comienzos de la década de 1950 conoce en el PC a la arquitecta y traductora Juana “Cuca” Karasik, con quien contrajo matrimonio. Fruto de esta relación tuvo dos hijos, Pablo Martín (1959) y Silvia Andrea (1960).
Entre 1958 y 1959, co dirigió su primera publicación Por…, junto con Floreal Mazía y Roberto Salama (creador en 1950 de Cuadernos de Cultura, órgano de la Comisión de Cultura del partido), que llegó a publicar sólo dos números, pero contó con la colaboración de distinguidos intelectuales como Carlos Astrada, Julio Huasi ► (Julio Ciesler), Leónidas Barletta, Ezequiel Martínez Estrada y Gregorio Weinberg, entre otras figuras relevantes de la cultura, muchas veces “compañeros de ruta” o simplemente independientes.
A fines de los Cincuenta, también comenzó a realizar trabajos como corrector para los diarios Crítica (1913-1962) y Democracia (2da época) (1958-1962), y más tarde para el semanario Extra (1965-1989), que dirigía el periodista Bernardo Neustadt, donde conoció a Francisco “Paco” Urondo, quien entonces era redactor. Esta labor la alternaba con la corrección de libros para EUDEBA (Editorial Universitaria de Buenos Aires), sello dirigido entonces por Boris Spivacow. Por intermedio de su amigo el artista gráfico Oscar Díaz formó parte desde 1960 del grupo nucleado en torno a la Serie del Siglo y Medio, dirigida por Horacio Achával.
Las redes de sociabilidad del Partido, y en especial de El Popular (1963-1964), donde también fue redactor, corrector y responsable de la sección cultural, fueron muy importantes en la trayectoria de Mangieri. Este periódico, dirigido por Ernesto Giudici, era un órgano del PC alternativo a Nuestra Palabra (1950-1973), el periódico partidario oficial que por entonces se distribuía de manera clandestina, debido a la cancelación de la personería jurídica del PCA en 1959. Varios de los integrantes de esa publicación, como Andrés Rivera, Estela Canto, David Oberlaender y Luis Sicilia compartieron militancia con Mangieri en el Sindicato de Prensa, donde fue electo secretario de prensa por la Lista Marrón, encabezada por Eduardo Jozami, entre 1964 y 1966.
En 1959 fundó la editorial Horizonte, que como buena parte de los proyectos editoriales de Mangieri, alternó la poesía con el ensayo político. Dentro de la Colección Liberación publicó traducciones de Roger Garaudy, John Lewis, Ho Chi-Minh, Mao Tse-Tung y Vo Nguyen Giap. Tres años después, en 1962, fundó con el linotipista, poeta y ensayista Carlos Alberto Brocato, una colección de poesía para Ediciones Horizonte, que enseguida se transformaría en la editorial La Rosa Blindada, un nombre que homenajea al poemario del mismo nombre de Raúl González Tuñón, que apadrina el proyecto poético editorial. Brocato y Mangieri publican una serie de plaquetas y luego pequeños libros de poesía que en principio venden por fuera del circuito comercial, mediante suscripción anticipada entre amigos, colegas y camaradas, y también de mano en mano, de forma militante, en eventos públicos. El entonces librero Abel Langer y Pedro Sirera, dueño de la librería Lorraine, se encargaban de esta tarea. La Rosa Blindada edita obras de Raúl González Tuñón, Marcos Ana y Luis Alberto Quedada, así como también a los poetas de la nueva generación argentina, como Juan Gelman y Juana Bignozzi.
Durante su primera etapa (1962-1966) el sello tuvo otras tres colecciones: Pago Chico (narrativa), El Gigante Amapolas (teatro) y Los tiempos nuevos (ensayos). El plan editorial para los primeros títulos estaba influenciado por el sistema de distribución de Eudeba, y se organizaba en series de 4 libros que se ofrecían envueltos en una faja de papel. En la primera serie, Mangieri publicó su primer y único poemario, 15 poemas y un títere (1962).
El 15 de abril de 1963 fue detenido en un allanamiento al Sindicato de Prensa y recluido durante tres meses y medio en el Pabellón 3 del Destacamento de Río Bamba. A raíz de esta experiencia, participó con poemas en el volumen Traigo una voz encarcelada, publicado por el Movimiento por la Legalidad Democrática (MOLDE) que se proponía denunciar la ilegalidad del Plan de Conmoción Interna del Estado (Conintes). El libro contó con prólogo de Giudici y la participación de Hugo Acevedo, Carlos Alberto Burgos, Juan Gelman y Norberto Vilar, entre otros.
Con posterioridad, el sello editó la revista político-cultural La Rosa Blindada (1964-1966), con Raúl González Tuñón como director honorario y una serie de EPs y LPs con el sello Ediciones Fonoeléctricas de La Rosa Blindada (1964-1966). Además de relatos y poemas, la revista publicó algunos textos emblemáticos de Ernesto “Che” Guevara, John William Cooke, Oscar Terán, Carlos Olmedo y León Rozitchner, entre muchos otros.
Cabe destacar que en 1964 la red de artistas y poetas reunidos en torno a la revista fueron expulsados o bien se alejaron del Partido Comunista, orientándose hacia otras expresiones políticas de la “nueva izquierda” cercanas a la Revolución Cubana, la Revolución Vietnamita y al maoísmo. Brocato, que era codirector, se retira de la revista tras la aparición del número 7, por disidencias con el giro guevarista.
Mangieri formaba parte entre 1966 y 1967 de la pequeña red argentina de apoyo a la experiencia al Ejército de Liberación Nacional (ELN), el movimiento guerrillero que lideraba Ernesto “Che” Guevara en Bolivia. Aunque siempre se mantuvo en secreto, Mangieri formó parte del pequeño grupo que se reunió clandestinamente con Guevara en Buenos Aires, hacia septiembre u octubre de 1966, cuando este se dirigía a Bolivia.
A partir del fracaso de la experiencia guerrillera en Bolivia, Mangieri se vinculó de manera inorgánica a Vanguardia Comunista, a través de su amigo Emilio Jáuregui, asesinado por la policía el 27 de junio de 1969 en el marco de la visita de Nelson Rockefeller al país.
En 1965 inauguró la librería La Rosa Blindada, en la Galería Apolo de la Avenida Corrientes y junto con Juan “El Tata” Cedrón y Roberto “Tito” Cossa el Bar Gotán, que funcionaba como Centro Cultural. Ambos espacios se convirtieron en punto de referencia de la red de artistas e intelectuales nucleados en torno a la editorial. Ese mismo año el editor también fundó los Talleres Gráficos Schmidel (Cosquín 1172), que no solo imprimía las publicaciones de La Rosa Blindada sino también la mayoría de los libros de Siglo XXI, de la editorial de la Editorial La Biblioteca, de la Biblioteca Popular Constancio C. Vigil, los Cuadernos de Pasado y Presente (1968-1983) y la revista Cristianismo y Revolución (1966-1971). En este taller se imprimieron en 1970 las Resoluciones del V Congreso del Partido Revolucionario de los Trabajadores y en cuyo frente cultural se integró Mangieri, sin una estricta organicidad, hasta 1976. El editor conocía a la familia Santucho de la época en la que recorría las provincias con el IRCAU, y las librerías Aymara y Dimensión, de Francisco René Santucho, eran un punto de venta importante de lo publicado en todos sus proyectos editoriales.
En 1966 recibió una invitación de la República Popular China para conocer dicho país, a modo de retribución por haber editado las obras de Mao Tsé-Tung y Vo Nguyen Giap. Viajó durante dos meses con el escritor Andrés Rivera por el país asiático, visitando fábricas, entrevistándose con intelectuales y representantes de la cultura. Al regresar, mediante una gestión del mismo gobierno, ambos realizaron una estadía de un mes en París. Allí, conoció al librero y editor Françoise Maspero, de quien tomó algunos títulos de su catálogo para publicar en Argentina.
A su regreso se separa de “Cuca” Karasik y en 1967, junto con Jorge y Alberto Gurbanov funda Ediciones Caldén, sello que editó tres colecciones: Proceso, especializada en historia y dirigida por León Pomer; El hombre y su mundo, dirigida por Oscar Del Barco, especializada en las teorías de la escritura y El narrador y su tiempo, abocada a la literatura. Hasta el golpe cívico-militar de 1976 le dio continuidad a este sello, junto con la segunda etapa de La Rosa Blindada (1967-1976) y Ediciones del Siglo (1969-1976), sello alternativo donde publicó varias obras de cultura marxista —León Trotsky, Rudi Dutschke, Wilhelm Reich, Ernest Mandel— que excedían los límites de la biblioteca comunista.
En 1970 tradujo algunos poemas de Eugueni Evtuchenko para la Antología de la poesía rusa del siglo XX, del Centro Editor de América Latina. El mismo año, sufrió un allanamiento en la casa familiar de la calle Mercedes donde todavía vivía su madre y efectivos de la Dirección de Informaciones Policiales (DIPA) incautaron su biblioteca personal y parte del depósito de La Rosa Blindada. Parte del material fue incinerado en el Corralón de Floresta. Mangieri publicó una solicitada denunciando la persecución en el n° 12 de la revista Los Libros.
Durante la última dictadura no partió al exilio, vivió en la semiclandestinidad, siempre en su antigua casa de la calle Mercedes, y continuó realizando trabajos de diseño, corrección y gestión editorial para casas reconocidas como Siglo XXI o Escrituras Milá de la A.M.I.A.; o bien tareas, junto con Rubén Naranjo, de edición, corrección y armado para sellos clandestinos de distintas imprentas: Editorial Sol de Buenos Aires y Editorial La Mandrágora, especializadas en New Age y budismo zen, Editorial Fundamentos, especializada en psicología; Ediciones del Mediodía, Barros Merino y Editora del Ángel, con catálogos enfocados en literatura universal. Esta actividad se superponía con el trabajo de edición para el sello de la librería que había instalado para su ex esposa, Finnegan 's (1979-1985), en una galería de la avenida Santa Fe, n° 2733.
En 1977 uno de los sellos creados para el mercado ilegal, Nueva Caledonia, se transforma en Ediciones Simbad, y su catálogo es destinado principalmente a la exportación a España. Estos proyectos fueron el origen de Libros de Tierra Firme (1977-2008) y de Ediciones del 80 (1980-1987), proyecto codirigido con Jorge Boreán y Enrique Butti. En 1980 también inicia una colección “El hombre y su mente” dentro del sello Homo Sapiens (1980-1983) que recuerda a los títulos de Ediciones Caldén.
La colección insignia de Libros de Tierra Firme fue “Todos Bailan” (1983-2008), especializada en poesía argentina y latinoamericana, que editó aproximadamente 350 títulos. Además, el sello contó con otras colecciones: “Crítica y Arte”; “Textos”, dirigida por Raúl Ageno y especializada en pedagogía, “Personæ” co dirigida con Jorge Fondebrider y especializada en poesía latinoamericana y europea; “Poetas de Hoy”, que consistía en antologías de poetas argentinos —menores de 50 años— en actividad, acompañadas por estudios críticos y entrevistas; la colección de narrativa “Los oficios terrestres”, dirigida por Lea Fletcher y la colección de teatro “Babilonia”, dirigida por Beatriz Mosquera.
Entre 1984 y 1985, junto con Martha Fernández, dirige la revista Democracia Sindical, órgano de articulación de los Centros de Formación Sindical que inspiraba el sindicalista Alberto Piccinini, que a su vez se ligaba al Centro de Estudios Sindicales y Sociales, fundado en 1977 por los sindicatos de la CGT autodenominados “los 25”.
En 1985 realiza un viaje con su pareja, la investigadora norteamericana Lea Fletcher, que lo lleva a París, Barcelona y Amsterdam, donde establece contacto con varios de los poetas exiliados que fueron publicados a lo largo de los primeros 40 números de la colección “Todos Bailan”. En 1988 Lea Fletcher funda la revista Feminaria y Mangieri aporta sus conocimientos gráficos para llevar adelante el proyecto, así como Feminaria editora (1992-2007). La revista se convierte en una publicación de sello, dado que promueve e indaga en el catálogo femenino de Libros de Tierra Firme.
En 1987, junto con Gerardo Foia, organizó el Encuentro Nacional de Poesía Joven en el Centro Cultural General San Martín, donde se realizó la Bienvenida del regreso a Juan Gelman.
A fines de la década de 1980 acepta una serie de invitaciones de los espacios culturales comunistas, sin reintegrarse orgánicamente al Partido. Así, es nombrado vicepresidente 1º de la Cooperativa de trabajo y Bodega Cultural Liber/arte, cuyo presidente honorario era David Viñas. Desde allí organizó la Primera Feria del Libro de Poesía en octubre de 1990. En 1992 se vincula a los grupos de trabajo político-culturales del Frente Amplio de Liberación Nacional y Social (FRAL), impulsado por el PC, desde donde promueve el relanzamiento de la revista La Rosa Blindada (que finalmente no se concretó) y la creación del VI Festival Internacional de Poesía.
A mediados de los noventa comienza a ser reconocida internacionalmente su labor en la edición de poesía y en 1995 es invitado, a instancias del poeta Henri Deluy, a participar en la Tercera Bienal de Poesía Internacional de Val de Marne en Francia, junto con Jorge Fondebrider y Daniel García Helder; mientras que en 1997, recibe una invitación de la poeta colombiana María Mercedes Carranza para participar en el VI Festival Internacional de Poesía de Bogotá.
En 1998, a instancias de un grupo de jóvenes sociólogos de la UBA, vinculados al “Programa de investigación sobre el cambio social”, de Leandro Caruso, relanza el sello La Rosa Blindada, esta vez enfocado en la “cuestión nacional” y las memorias de la militancia revolucionaria. En 2002 participa como jurado del Premio Casa de las Américas de poesía junto con el poeta peruano José Watanabe, el colombiano Elkin Restrepo, el español Jorge Riechman y el cubano Norberto Codina. El mismo año comienza a participar en la Asamblea Barrial de Floresta que se había organizado con motivo de la Masacre de Floresta de diciembre de 2001. Fue director, hasta su fallecimiento, de la revista El Corralón, que tuvo como ejes centrales la memoria popular del barrio, los Derechos Humanos y la poesía.
En 2004 la Fundación Konex lo homenajeó con una Mención especial por su trayectoria en el campo de la edición. En 2005 es distinguido por la Fundación “El Libro” con un premio a la trayectoria, a la vez que el ensayista y cineasta Miguel Mazzeo estrena el documental La luna con gatillo, en el que reconstruye la experiencia de La Rosa Blindada. En 2007 fue distinguido como Ciudadano Ilustre de la ciudad de Buenos Aires por la Legislatura porteña y se divorció de Lea Fletcher, su compañera durante 26 años.
Con su salud muy deteriorada llegó a corregir las galeras de Poemas del amor y la guerra, una selección de sus poemas éditos, realizada por Jorge Fondebrider y Javier Cófreces. José Luis Mangieri falleció el 1 de noviembre de 2008 a los 83 años. A fines del año 2009 sus hijos donaron 63 cajas de su archivo personal y buena parte de su hemeroteca y biblioteca al Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas, donde actualmente se conserva.
Diccionario Biográfico de las Izquierdas Latinoamericanas
José Luis Mangieri: entrada biográfica
Emiliano Tavernini
MANGIERI, José Luis (seudónimos: Ulrico, Cauli, Macho, Giuseppe) (Buenos Aires, Argentina 14/12/1924 – Buenos Aires, Argentina 1/11/2008)
Hijo de Ángel Rafael Mangieri, anarquista, empleado municipal y ayudante de veterinaria, y Herminia María Di Muro, ama de casa. Nació y vivió hasta los 10 años en un conventillo de Parque Patricios ubicado en la calle Salcedo entre 24 de Noviembre y Sánchez de Loria. En 1935 la familia se asentó en el barrio de Floresta, en la que sería su casa de casi toda la vida, Mercedes 936. En el mismo barrio realizó estudios secundarios en el Colegio n° 9 “Justo José de Urquiza”.
En la Universidad de Buenos Aires cursó tres años de la carrera de Odontología, entre 1944 y 1946, donde fue compañero de estudios de José Fondebrider. En esa época vivió la bohemia porteña junto con sus amigos, el pintor Domingo Onofrio y el poeta Néstor Groppa (Leandro Álvarez), quien más tarde formaría parte de la Asociación Cultural “Tarja” de San Salvador de Jujuy. En 1947 salió sorteado para realizar el servicio militar obligatorio en la Compañía de Comunicaciones de Campo de Mayo. Como se negó a obtener el grado de subteniente de reserva, debió permanecer 18 meses en la dependencia. Cuando retorna a su casa, decide abandonar la universidad y se traslada a Bariloche, donde desempeña distintos trabajos manuales, entre ellos, pintor de brocha gorda.
Regresa a Buenos Aires en 1953 y a instancias de su amigo, el dramaturgo Andrés Lizarraga, se afilia al Partido Comunista Argentino (PCA). Desde entonces y hasta 1959 se desempeñó como redactor, corrector y coordinador de la sección cultural en la segunda época de la revista Argentina-URSS, órgano del IRCAU (Instituto de Relaciones Culturales Argentina-URSS), institución en la que tuvo una activa participación en la fundación y en el sostenimiento de vínculos con las filiales del interior: Rosario, Córdoba, Tucumán, Mendoza, Bahía Blanca y Mar del Plata. En dicho espacio, dirigido por Berta Perelstein, fue compañero de trabajo del artista plástico Bartolomé Mirabelli, diseñador de Manuel Gleizer Editor en su primera etapa (1924-1945), quien le transmitió valiosos conocimientos adquiridos en el trabajo de edición. A comienzos de la década de 1950 conoce en el PC a la arquitecta y traductora Juana “Cuca” Karasik, con quien contrajo matrimonio. Fruto de esta relación tuvo dos hijos, Pablo Martín (1959) y Silvia Andrea (1960).
Entre 1958 y 1959, co dirigió su primera publicación Por…, junto con Floreal Mazía y Roberto Salama (creador en 1950 de Cuadernos de Cultura, órgano de la Comisión de Cultura del partido), que llegó a publicar sólo dos números, pero contó con la colaboración de distinguidos intelectuales como Carlos Astrada, Julio Huasi ► (Julio Ciesler), Leónidas Barletta, Ezequiel Martínez Estrada y Gregorio Weinberg, entre otras figuras relevantes de la cultura, muchas veces “compañeros de ruta” o simplemente independientes.
A fines de los Cincuenta, también comenzó a realizar trabajos como corrector para los diarios Crítica (1913-1962) y Democracia (2da época) (1958-1962), y más tarde para el semanario Extra (1965-1989), que dirigía el periodista Bernardo Neustadt, donde conoció a Francisco “Paco” Urondo, quien entonces era redactor. Esta labor la alternaba con la corrección de libros para EUDEBA (Editorial Universitaria de Buenos Aires), sello dirigido entonces por Boris Spivacow. Por intermedio de su amigo el artista gráfico Oscar Díaz formó parte desde 1960 del grupo nucleado en torno a la Serie del Siglo y Medio, dirigida por Horacio Achával.
Las redes de sociabilidad del Partido, y en especial de El Popular (1963-1964), donde también fue redactor, corrector y responsable de la sección cultural, fueron muy importantes en la trayectoria de Mangieri. Este periódico, dirigido por Ernesto Giudici, era un órgano del PC alternativo a Nuestra Palabra (1950-1973), el periódico partidario oficial que por entonces se distribuía de manera clandestina, debido a la cancelación de la personería jurídica del PCA en 1959. Varios de los integrantes de esa publicación, como Andrés Rivera, Estela Canto, David Oberlaender y Luis Sicilia compartieron militancia con Mangieri en el Sindicato de Prensa, donde fue electo secretario de prensa por la Lista Marrón, encabezada por Eduardo Jozami, entre 1964 y 1966.
En 1959 fundó la editorial Horizonte, que como buena parte de los proyectos editoriales de Mangie
Entre ayer y hoy: Motivos rusos
Russia became a kind of fantastical geography for the West. It was the source of great works of art, scientific discoveries and a history whose milestones, above all the October Revolution, had fuelled the imagination of the whole world. But it is also the source of disturbing stories: Eastern cruelty, the violence of its autocracies. Based on a book by historian and Slavicist Martín Baña, this article discusses some images of Russia, particularly those that have the greatest impact on our lives today. Baña focuses on a characterisation of the country's current situation and its system of government. He is also interested in Russia's international role and, of course, offers an interpretation of the conflict with Ukraine. This point opens up a debate here. Among the issues open to debate are questions such as: Is Russia carrying out an imperialist aggression with expansionist aims in Ukraine, or is it responding, in its role as a great power, to a provocation by a proxy actor located in what it considers its sphere of influence?Rusia se volvió una especie de geografía fantástica para Occidente. De allí provenían grandes obras de arte, descubrimientos científicos y una historia cuyos hitos, ante todo la Revolución de octubre, habían alimentado la imaginación de todo el mundo. Pero es también la fuente de relatos inquietantes: la crueldad oriental, la violencia de sus autocracias. A partir de un libro del historiador y eslavista Martín Baña se discuten aquí algunas imágenes de Rusia, en particular aquellas que más incidencia tienen en nuestros días. Baña se concentra en una caracterización de la actualidad del país y su régimen de gobierno. Se interesa asimismo por el papel internacional de Rusia y, desde luego, brinda una interpretación del conflicto que está protagonizando con Ucrania. Sobre este punto se abre aquí un debate. Entre las cuestiones que se abren a la polémica se encuentran preguntas como ¿está protagonizando Rusia una agresión imperialista con fines expansivos en Ucrania o, en cambio, está respondiendo, en su rol de gran potencia, a una provocación a través de un actor vicario situado en el que considera su esfera de influencia
El archivo personal de José Luis Mangieri en el CeDInCI
Archivos y Colecciones Particulares
El archivo personal de José Luis Mangieri en el CeDInCI
Los papeles personales conservados de José Luis Mangieri (1927-2008), donados en 2009 al CeDInCI por sus hijos Pablo Martín y Silvia Andrea, dan testimonio acabado de su vida en tanto militante político, editor de los principales autores que constituyeron la biblioteca de la Nueva Izquierda y de la nueva poesía argentina, divulgador de la nueva poesía rusa, francesa y catalana, imprentero (habiendo aprendido los rudimentos del oficio con Manuel Gleizer, fundó en 1965 los Talleres Gráficos Schmidl), periodista —en la revista Argentina-URSS; los diarios Crítica, Democracia y El Popular, el semanario Extra—, fundador de importantísimas editoriales —Horizonte, La Rosa Blindada, Ediciones Caldén, Ediciones del Siglo, Libros de Tierra Firme, Ediciones del 80—, integrante de jurados literarios (desde premios municipales al Premio Casa de Las Américas), ocasional crítico de artes visuales debido a su sostenida amistad con artistas vernáculos como Norberto Onofrio y Carlos Gorriarena, viajero en la República Popular China en los albores de la Revolución Cultural, poeta, director de revistas político-culturales como Por y La Rosa Blindada, esposo de la arquitecta y traductora Juana “Cuca” Karasik y la investigadora norteamericana Lea Fletcher, propulsor de formas de asociación horizontales y democratizantes entre escritores (como la “Nueva Entidad de Escritores” del año 2000), vecino y asambleario del Barrio de Floresta en el contexto del llamado “Argentinazo”.
El archivo personal de Mangieri, con ocho metros lineales de extensión, fue clasificado en ocho secciones: “Correspondencia”, “Escritos”, “Actividad editorial”, “Fotos”, “Actividad en revistas”, “Programas” (catálogos de arte y programas de eventos literarios y musicales), “Prensa” y “Documentación personal”. Resguardado en 63 cajas libres de ácido, fue inventariado por unidad de conservación y se encuentra hoy disponible a la consulta.
La sección “Correspondencia” —integrada por más de mil trescientas misivas recibidas, emitidas y de terceros a terceros— puede ser de gran valor para aquellos investigadores interesados en reconstruir determinadas redes de sociabilidad e intercambio entre poetas, intelectuales y traductores argentinos entre la década del cincuenta y los primeros años del siglo XXI.
La sección “Actividad Editorial” seguramente interpelará a aquellos estudiosos de la historia del libro y la edición en un sentido amplio, ya que habilita no sólo el examen material de los diversos procedimientos de impresión a lo largo del tiempo (de la película de acetato al papel vegetal; de las tapas de confección artesanal a la manera de un collage plástico a su impresión offset) sino también el análisis de proyectos y catálogos editoriales.
Es posible que del cotejo pormenorizado de los textos que integran la subserie que hemos denominado “Escritos literarios [poemas] inéditos de autoría de Mangieri” con aquellos que integran sus dos poemarios publicados permita aumentar el corpus de este poeta —discreto, frugal—, cuya producción lírica estaría no obstante a la altura de los grandes poetas de su generación publicados por él, como Juan Gelman y Leónidas Lamborghini.
A continuación, reproducimos la entrada biográfica realizada por el investigador de CONICET Emiliano Tavernini para el Diccionario Biográfico de las Izquierdas Latinoamericanas a partir de la consulta exhaustiva de los papeles personales de Mangieri y la transcripción anotada de 29 piezas de su correspondencia.
Virginia Castro
(CeDInCI/ UNSAM)Archivos y Colecciones Particulares
El archivo personal de José Luis Mangieri en el CeDInCI
Los papeles personales conservados de José Luis Mangieri (1927-2008), donados en 2009 al CeDInCI por sus hijos Pablo Martín y Silvia Andrea, dan testimonio acabado de su vida en tanto militante político, editor de los principales autores que constituyeron la biblioteca de la Nueva Izquierda y de la nueva poesía argentina, divulgador de la nueva poesía rusa, francesa y catalana, imprentero (habiendo aprendido los rudimentos del oficio con Manuel Gleizer, fundó en 1965 los Talleres Gráficos Schmidl), periodista —en la revista Argentina-URSS; los diarios Crítica, Democracia y El Popular, el semanario Extra—, fundador de importantísimas editoriales —Horizonte, La Rosa Blindada, Ediciones Caldén, Ediciones del Siglo, Libros de Tierra Firme, Ediciones del 80—, integrante de jurados literarios (desde premios municipales al Premio Casa de Las Américas), ocasional crítico de artes visuales debido a su sostenida amistad con artistas vernáculos como Norberto Onofrio y Carlos Gorriarena, viajero en la República Popular China en los albores de la Revolución Cultural, poeta, director de revistas político-culturales como Por y La Rosa Blindada, esposo de la arquitecta y traductora Juana “Cuca” Karasik y la investigadora norteamericana Lea Fletcher, propulsor de formas de asociación horizontales y democratizantes entre escritores (como la “Nueva Entidad de Escritores” del año 2000), vecino y asambleario del Barrio de Floresta en el contexto del llamado “Argentinazo”.
El archivo personal de Mangieri, con ocho metros lineales de extensión, fue clasificado en ocho secciones: “Correspondencia”, “Escritos”, “Actividad editorial”, “Fotos”, “Actividad en revistas”, “Programas” (catálogos de arte y programas de eventos literarios y musicales), “Prensa” y “Documentación personal”. Resguardado en 63 cajas libres de ácido, fue inventariado por unidad de conservación y se encuentra hoy disponible a la consulta.
La sección “Correspondencia” —integrada por más de mil trescientas misivas recibidas, emitidas y de terceros a terceros— puede ser de gran valor para aquellos investigadores interesados en reconstruir determinadas redes de sociabilidad e intercambio entre poetas, intelectuales y traductores argentinos entre la década del cincuenta y los primeros años del siglo XXI.
La sección “Actividad Editorial” seguramente interpelará a aquellos estudiosos de la historia del libro y la edición en un sentido amplio, ya que habilita no sólo el examen material de los diversos procedimientos de impresión a lo largo del tiempo (de la película de acetato al papel vegetal; de las tapas de confección artesanal a la manera de un collage plástico a su impresión offset) sino también el análisis de proyectos y catálogos editoriales.
Es posible que del cotejo pormenorizado de los textos que integran la subserie que hemos denominado “Escritos literarios [poemas] inéditos de autoría de Mangieri” con aquellos que integran sus dos poemarios publicados permita aumentar el corpus de este poeta —discreto, frugal—, cuya producción lírica estaría no obstante a la altura de los grandes poetas de su generación publicados por él, como Juan Gelman y Leónidas Lamborghini.
A continuación, reproducimos la entrada biográfica realizada por el investigador de CONICET Emiliano Tavernini para el Diccionario Biográfico de las Izquierdas Latinoamericanas a partir de la consulta exhaustiva de los papeles personales de Mangieri y la transcripción anotada de 29 piezas de su correspondencia.
Virginia Castro
(CeDInCI/ UNSAM
Presentación
Palabras del “Che”: la universidad debe pintarse de negro, de indio, de mulato. Palabras afines condensarían el 68 global: se pintó de rojo, de amarillo, de negro. Una paleta cromática exaltada por el psiquiatra Frantz Fanon para reivindicar a los condenados de la tierra y a la potencia de su acción mancomunada para la emancipación de la humanidad. Las reediciones de textos clásicos de historiadores marxistas negros como Los jacobinos negros de C. L. R. James, el estudio reciente de Rafael Rojas sobre los “negros en armas”, las investigaciones decoloniales sobre el “marxismo negro” de Montañez Pico y los análisis documentales del activismo negro que organiza Valeria Carbone, entre otros, contribuyen al conocimiento de las redes de intelectuales negros que en los años sesenta participaron de la radicalización de la cultura de izquierdas latinoamericana. A partir de estos estudios diversos, es indudable que desde la Revolución cubana un amplio flujo de libros y revistas culturales de nuestro continente renovó y reactivo el interés por el activismo negro. Alentó, a su vez, a la intelectualidad negra estadounidense, que estaba involucrada en la lucha por los derechos civiles y que se radicaliza por la revuelta del guetto de Watts en Los Ángeles, por el asesinato de Malcom X, ambos en 1965, y por otro asesinato contra la masificación del movimiento negro, el de Martin Luther King, en 1967.
Los artículos que presentamos en este dossier suman nuevas aproximaciones a los marxismos negros a partir del análisis de materiales impresos, especialmente de revistas culturales y libros políticos de las nuevas izquierdas latinoamericanas. En primer lugar, el estudio de Martín Ribadero analiza Pensamiento Crítico (1966-1971), revista cubana orientada por el filósofo Fernando Martínez Heredia y un grupo de jóvenes universitarios marxistas, para mostrar las vías a través de las que se erigió en el epicentro de la nueva izquierda intelectual de la isla. La revista, con su formato libro y sus potentes tapas de vanguardia pop, integró la red de revistas culturales habaneras tramada desde Lunes de Revolución hasta Casa de las Américas, pasando por El Caimán Barbudo, entre otras. Ribadero ilumina la zona de contacto entre el sistema educativo, las ediciones revolucionarias y la juventud universitaria en la cual Pensamiento Crítico impulsó un intenso proceso de traducción y circulación de corrientes políticas y teóricas renovadoras del marxismo. Situada a distancia de la “manualística soviética”, la publicación marxista cubana ligó los desarrollos del althusserianismo, el trotskismo mandeliano y otras corrientes del marxismo occidental con los acontecimientos y documentos del Tercer Mundo, de la contestación europea y de los Panteras Negras estadounidenses. Ribadero mapea minuciosamente los marxismos occidentales y tercermundistas de Pensamiento Crítico. Enfoca otras dos dimensiones de esa experiencia revisteril: el nexo de la revista con los autores y libros publicados por el Instituto del Libro, en el que trabajaba Martínez Heredia, por un lado, y las limitaciones contextuales en el abordaje de la relación de los marxismos con la “cuestión” de “raza” y el “género”, por otro. A la cuestión de la raza, Pensamiento Crítico le dedicó un único número, el referido al Black Power. La de género, aun “ausente”, es registrada por Ribadero en la relación que mantiene con la revista francesa Partisans, que difundió artículos de la ensayista marxista y feminista argentina Isabel Larguía.
En segundo lugar, el artículo de Lucas Duarte estudia publicaciones de las nuevas izquierdas conosureñas que abordaron las formas de articulación y movilización política del activismo antirracista estadounidense en los años sesenta, especialmente en el 68 global. Su registro busca identificar a los sujetos individuales y colectivos que tramaron la convergencia entre acontecimientos como el Cordobazo argentino y la guerra de Vietnam y la rebelión negra en Estados Unidos.
El recorrido propuesto por Duarte, apoyado en una renovada bibliografía estadounidense, reseña la radicalización de la protesta racial en el país del norte y la pone en contacto con las ediciones y acciones de la nueva izquierda conosureña. Si la presencia de James Baldwin y otros escritores negros en 1961 en el primer número de la revista cultural porteña El escarabajo de Oro inserta la cuestión negra en el existencialismo marxista, la publicación tres años después en Montevideo del libro del militante trostkista Horacio Lagar sobre la cuestión negra en Estados Unidos -con prólogo del intelectual peronista John William Cooke- conecta aquella cuestión con el fenómeno peronista. La red revisteril sincroniza en el 68 global a la revista chilena Punto Final con los uruguayos Cuadernos de Marcha y con la cubana Pensamiento Crítico, tres publicaciones que aquel año pusieron en circulación documentos del Black Power. Poder Negro fue precisamente el título del libro aparecido en 1967 bajo la autoría de Charles Hamilton y Stokely Carmichael, dos líderes universitarios radicalizados, lectores de Fanon y Mao, de Sartre y Camus, que argumentaron a favor de la lucha directa del movimiento negro por el poder y, ya asesinado Martin Luther King, por el fin del reclamo de los derechos civiles por la vía no violenta. Duarte puntualiza que la radicalización del activismo negro convergió con la emergencia del antimperialismo tercermundista como perspectiva cosmopolita de la militancia conosureña, ofreciendo “enseñanzas” para las formas de la acción directa y de la autoorganización, y confirmando la certeza planteada por Ernesto Guevara sobre la necesaria violencia revolucionaria. Es que, como argumentan los sujetos políticos presentados por Duarte, la mirada conosureña asimilaba la violencia que emanaba de la Casa Blanca con la de La Moneda, la discriminación racial con la discriminación social, y al negro estadounidense con el “cabecita negra” argentino. Había llegado —en palabras de Juan García Elorrio, director de la revista Cristianismo y Revolución— la hora de la acción y “el fin de las palabras”.
Adrián CelentanoCentro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas/ UNSAM - Universidad Nacional de La Plata (UNLP)Palabras del “Che”: la universidad debe pintarse de negro, de indio, de mulato. Palabras afines condensarían el 68 global: se pintó de rojo, de amarillo, de negro. Una paleta cromática exaltada por el psiquiatra Frantz Fanon para reivindicar a los condenados de la tierra y a la potencia de su acción mancomunada para la emancipación de la humanidad. Las reediciones de textos clásicos de historiadores marxistas negros como Los jacobinos negros de C. L. R. James, el estudio reciente de Rafael Rojas sobre los “negros en armas”, las investigaciones decoloniales sobre el “marxismo negro” de Montañez Pico y los análisis documentales del activismo negro que organiza Valeria Carbone, entre otros, contribuyen al conocimiento de las redes de intelectuales negros que en los años sesenta participaron de la radicalización de la cultura de izquierdas latinoamericana. A partir de estos estudios diversos, es indudable que desde la Revolución cubana un amplio flujo de libros y revistas culturales de nuestro continente renovó y reactivo el interés por el activismo negro. Alentó, a su vez, a la intelectualidad negra estadounidense, que estaba involucrada en la lucha por los derechos civiles y que se radicaliza por la revuelta del guetto de Watts en Los Ángeles, por el asesinato de Malcom X, ambos en 1965, y por otro asesinato contra la masificación del movimiento negro, el de Martin Luther King, en 1967.
Los artículos que presentamos en este dossier suman nuevas aproximaciones a los marxismos negros a partir del análisis de materiales impresos, especialmente de revistas culturales y libros políticos de las nuevas izquierdas latinoamericanas. En primer lugar, el estudio de Martín Ribadero analiza Pensamiento Crítico (1966-1971), revista cubana orientada por el filósofo Fernando Martínez Heredia y un grupo de jóvenes universitarios marxistas, para mostrar las vías a través de las que se erigió en el epicentro de la nueva izquierda intelectual de la isla. La revista, con su formato libro y sus potentes tapas de vanguardia pop, integró la red de revistas culturales habaneras tramada desde Lunes de Revolución hasta Casa de las Américas, pasando por El Caimán Barbudo, entre otras. Ribadero ilumina la zona de contacto entre el sistema educativo, las ediciones revolucionarias y la juventud universitaria en la cual Pensamiento Crítico impulsó un intenso proceso de traducción y circulación de corrientes políticas y teóricas renovadoras del marxismo. Situada a distancia de la “manualística soviética”, la publicación marxista cubana ligó los desarrollos del althusserianismo, el trotskismo mandeliano y otras corrientes del marxismo occidental con los acontecimientos y documentos del Tercer Mundo, de la contestación europea y de los Panteras Negras estadounidenses. Ribadero mapea minuciosamente los marxismos occidentales y tercermundistas de Pensamiento Crítico. Enfoca otras dos dimensiones de esa experiencia revisteril: el nexo de la revista con los autores y libros publicados por el Instituto del Libro, en el que trabajaba Martínez Heredia, por un lado, y las limitaciones contextuales en el abordaje de la relación de los marxismos con la “cuestión” de “raza” y el “género”, por otro. A la cuestión de la raza, Pensamiento Crítico le dedicó un único número, el referido al Black Power. La de género, aun “ausente”, es registrada por Ribadero en la relación que mantiene con la revista francesa Partisans, que difundió artículos de la ensayista marxista y feminista argentina Isabel Larguía.
En segundo lugar, el artículo de Lucas Duarte estudia publicaciones de las nuevas izquierdas conosureñas que abordaron las formas de articulación y movilización política del activismo antirracista estadounidense en los años sesenta, especialmente en el 68 global. Su registro busca identificar a los sujetos individuales y colectivos que tramaron la convergencia entre acontecimientos como el Cordobazo argentino y la guerra de Vietnam y la rebelión negra en Estados Unidos.
El recorrido propuesto por Duarte, apoyado en una renovada bibliografía estadounidense, reseña la radicalización de la protesta racial en el país del norte y la pone en contacto con las ediciones y acciones de la nueva izquierda conosureña. Si la presencia de James Baldwin y otros escritores negros en 1961 en el primer número de la revista cultural porteña El escarabajo de Oro inserta la cuestión negra en el existencialismo marxista, la publicación tres años después en Montevideo del libro del militante trostkista Horacio Lagar sobre la cuestión negra en Estados Unidos -con prólogo del intelectual peronista John William Cooke- conecta aquella cuestión con el fenómeno peronista. La red revisteril sincroniza en el 68 global a la revista chilena Punto Final con los uruguayos Cuadernos de Marcha y con la cubana Pensamiento Crítico, tres publicaciones que aquel año pusieron en circulación documentos del Black Power. Poder Negro fue precisamente el título del libro aparecido en 1967 bajo la autoría de Charles Hamilton y Stokely Carmichael, dos líderes universitarios radicalizados, lectores de Fanon y Mao, de Sartre y Camus, que argumentaron a favor de la lucha directa del movimiento negro por el poder y, ya asesinado Martin Luther King, por el fin del reclamo de los derechos civiles por la vía no violenta. Duarte puntualiza que la radicalización del activismo negro convergió con la emergencia del antimperialismo tercermundista como perspectiva cosmopolita de la militancia conosureña, ofreciendo “enseñanzas” para las formas de la acción directa y de la autoorganización, y confirmando la certeza planteada por Ernesto Guevara sobre la necesaria violencia revolucionaria. Es que, como argumentan los sujetos políticos presentados por Duarte, la mirada conosureña asimilaba la violencia que emanaba de la Casa Blanca con la de La Moneda, la discriminación racial con la discriminación social, y al negro estadounidense con el “cabecita negra” argentino. Había llegado —en palabras de Juan García Elorrio, director de la revista Cristianismo y Revolución— la hora de la acción y “el fin de las palabras”.
Adrián CelentanoCentro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas/ UNSAM - Universidad Nacional de La Plata (UNLP
Análisis filosófico, cultura y filosofía
Employing an inclusive notion of culture and a contemporary notion of philosophical analysis, this article proposes a brief historical review of philosophical analysis in Argentina in order to estimate its incidence in culture and to make a critical description of the current situation. Con una noción amplia de cultura y una noción contemporánea de análisis filosófico, el presente artículo propone una breve reseña histórica del análisis filosófico en la Argentina para estimar su incidencia en la cultura y hacer una descripción crítica de la situación actual. 
Helena Solberg: ¿cineasta del Cinema Novo?
This article analyzes the initial trajectory of the Brazilian filmmaker Helena Solberg, which begins in the 1960s, after the Military Coup of 1964, a period in which she works with filmmakers from Cinema Novo, and, from the following decade onwards, charts her own path as a filmmaker in which she will address US foreign policy in support of Latin American totalitarian regimes in several documentaries made with the support of the North American Public Television Network (PBS).Este artículo analiza la trayectoria inicial de la cineasta brasileña Helena Solberg, que se inicia en la década de 1960, a partir del Golpe Militar de 1964, período en el que vive y trabaja con cineastas del Cinema Novo para, a partir de la década siguiente, trazar su propio camino como cineasta en el que abordará la política exterior de Estados Unidos en apoyo a los regímenes totalitarios latinoamericanos, en una serie de documentales realizados con el apoyo de la Red Pública de Televisión Norteamericana (PBS).  
El siglo que comenta: un comentario sobre El Siglo
In this paper, we will trace some of the ways in which Badiou characterizes the Twentieth Century as a century reluctant to both projection (characteristic of the 19th century) and action (characteristic of the 20th century) and, in this sense, we will defend the hypothesis that the current century emerges in Le Siècle as an era that comments on what has been done and thought by previous eras. From there, and to clarify this feature, we will focus on commentary as a literary genre, paying attention both to its history and the role it plays in the transmission of the texts of Aristotle and Plato, as well as to the philosophical potential it holds as a genre in which reading is transformed into writing and gives rise to the formation of a tradition.En este trabajo nos ocuparemos de rastrear algunos modos en que Alain Badiou caracteriza al siglo XXI como un siglo reacio tanto a la proyección de utopías e ideales (propia del siglo XIX) como a la acción y a la pasión por lo real (propias del siglo XX) y, en ese sentido, defenderemos la hipótesis de el siglo en curso emerge en Le Siècle como una época que comenta lo hecho y lo pensado por las épocas precedentes. A partir de allí, y para precisar este rasgo, nos centraremos en el comentario como género literario, atendiendo tanto a su historia y al rol que ocupa en la transmisión de los textos de Aristóteles y Platón, como a la potencialidad filosófica que encierra en tanto género en el que la lectura es transformada en escritura y da lugar a la conformación de una tradición
Utopías compartidas : Cartas de José Luis Mangieri, Juan Gelman y Leónidas Lamborghini
¿Cómo suenan las cartas de un poeta (y amigo de poetas)? ¿Y cómo son las de un editor?
De los casi cinco mil documentos conservados que constituyen el archivo personal de José Luis Mangieri, quizá lo más sobresaliente sean sus cartas, tarjetas y esquelas manuscritas y mecanografiadas, sus invitaciones, faxes y correos electrónicos impresos, en un arco temporal que va de 1947 a 2008. De manera subsidiaria, esta amplitud temporal (en la línea de Armando Petrucci en Escribir cartas: una historia milenaria), permitiría leer dichas piezas de correspondencia desde su crasa materialidad. En otras palabras: desde las variadas tecnologías -artesanías- que sus firmantes despliegan a lo largo de las décadas, y que hoy, lamentablemente, se han desvanecido en el aire.
Las voces asentadas en estas 1321 misivas —enviadas, recibidas y de terceras personas a tercerxs— permiten intuir las luces y sombras de la vida profesional de José Luis Mangieri, que fue, entre muchas cosas, un gran editor de los autores de la llamada “nueva izquierda” y con un rol señero en el ámbito de la poesía argentina entre las décadas de 1960 y 2000. Para Mangieri, la política editorial no sólo fue un posicionamiento político-militante, sino también una inflexión de la amistad.
Por lo mismo, la selección de 29 piezas de correspondencia que presentamos en este número de Políticas de la Memoria desde el área de Archivos y Colecciones Particulares del CeDInCI tiene como figuras privilegiadas a Juan Gelman y Leónidas Lamborghini, dos poetas y amigos de Mangieri de larga data. En ellas gravitan las utopías compartidas y el exilio, el dilema irresoluble que significaron los indultos menemistas para la cúpulas de las organizaciones político-militares, la crisis económica de fines del alfonsinismo, la creciente importancia de un pequeño (pero entonces aún existente) sistema de premios literarios en nuestro país frente al resquebrajamiento del mercado editorial.
Las cartas dan noticia privilegiada de proyectos de edición concretados y futuros, pero también constituyen la única prueba empírica de la existencia de determinados textos desaparecidos (como es el caso de la enumeración de los trabajos que ocupaban a Rodolfo Walsh al momento de su secuestro que hace Gelman). Las cartas son también el espacio per se de entonaciones muy tiernas, pero también atroces. Su compañera, Lea Fletcher, le deja invariablemente brevísimas esquelas manuscritas, en las cuales reitera su amor. Pero otras cartas tienen como material adjunto misivas de terceros que aparecen reprografiadas, para que Mangieri se constituya en juez entre dos o tres de sus amigos que se han enemistado a muerte entre sí. Las tres cartas de su autoría que reproducimos dan cuenta de un tono muy particular al momento de corresponder: afectuoso, auto irónico, crítico (pero nunca beligerante).
Virginia Castro
(CeDInCI/ UNSAM)¿Cómo suenan las cartas de un poeta (y amigo de poetas)? ¿Y cómo son las de un editor?
De los casi cinco mil documentos conservados que constituyen el archivo personal de José Luis Mangieri, quizá lo más sobresaliente sean sus cartas, tarjetas y esquelas manuscritas y mecanografiadas, sus invitaciones, faxes y correos electrónicos impresos, en un arco temporal que va de 1947 a 2008. De manera subsidiaria, esta amplitud temporal (en la línea de Armando Petrucci en Escribir cartas: una historia milenaria), permitiría leer dichas piezas de correspondencia desde su crasa materialidad. En otras palabras: desde las variadas tecnologías -artesanías- que sus firmantes despliegan a lo largo de las décadas, y que hoy, lamentablemente, se han desvanecido en el aire.
Las voces asentadas en estas 1321 misivas —enviadas, recibidas y de terceras personas a tercerxs— permiten intuir las luces y sombras de la vida profesional de José Luis Mangieri, que fue, entre muchas cosas, un gran editor de los autores de la llamada “nueva izquierda” y con un rol señero en el ámbito de la poesía argentina entre las décadas de 1960 y 2000. Para Mangieri, la política editorial no sólo fue un posicionamiento político-militante, sino también una inflexión de la amistad.
Por lo mismo, la selección de 29 piezas de correspondencia que presentamos en este número de Políticas de la Memoria desde el área de Archivos y Colecciones Particulares del CeDInCI tiene como figuras privilegiadas a Juan Gelman y Leónidas Lamborghini, dos poetas y amigos de Mangieri de larga data. En ellas gravitan las utopías compartidas y el exilio, el dilema irresoluble que significaron los indultos menemistas para la cúpulas de las organizaciones político-militares, la crisis económica de fines del alfonsinismo, la creciente importancia de un pequeño (pero entonces aún existente) sistema de premios literarios en nuestro país frente al resquebrajamiento del mercado editorial.
Las cartas dan noticia privilegiada de proyectos de edición concretados y futuros, pero también constituyen la única prueba empírica de la existencia de determinados textos desaparecidos (como es el caso de la enumeración de los trabajos que ocupaban a Rodolfo Walsh al momento de su secuestro que hace Gelman). Las cartas son también el espacio per se de entonaciones muy tiernas, pero también atroces. Su compañera, Lea Fletcher, le deja invariablemente brevísimas esquelas manuscritas, en las cuales reitera su amor. Pero otras cartas tienen como material adjunto misivas de terceros que aparecen reprografiadas, para que Mangieri se constituya en juez entre dos o tres de sus amigos que se han enemistado a muerte entre sí. Las tres cartas de su autoría que reproducimos dan cuenta de un tono muy particular al momento de corresponder: afectuoso, auto irónico, crítico (pero nunca beligerante).
Virginia Castro
(CeDInCI/ UNSAM
Presentación
Dossier | Filosofía y transición democrática
Presentación
Filosofía y transición democrática
Según sus protagonistas, el Tercer Congreso Nacional de Filosofía de 1980, que fue clausurado con un discurso de Videla, tenía objetivos profesionalizadores. Recordemos que contó con la participación de todo el arco teórico-político. Como resultado, más bien radicalizó todas las preguntas sobre los límites de la autonomización disciplinaria. Oscar Terán lo planteó en su momento de manera clara. El nuevo período de profesionalización de los estudios filosóficos tomaba como central la pregunta por la función social del intelectual-filósofo. Ya sea desde una filosofía latinoamericanista, un catolicismo conservador en retirada o desde una socialdemocracia profesionalizadora, distintos grupos, revistas e instituciones propusieron narrativas opuestas sobre este proceso de organización disciplinaria que dio lugar a la forma en la que se practica la filosofía hoy en día en el país.
Todos los frentes registraron modificaciones. La introducción de nuevos autores y corpus —vinculados al estructuralismo, la filosofía analítica, el marxismo británico y el pragmatismo— fueron realizadas en su mayoría por revistas y periódicos independientes de las universidades. A su vez, el fuerte recambio de nombres en los claustros de profesores de las carreras de filosofía del país ubicaba al año 1983 en relación a otros períodos de renovación contundente, donde política y filosofía "se imbricaban hasta inficionar los más absurdos procesos burocráticos. En esta serie, años clave tan significativos de nuestra historia, como 1943-1946, o 1955-1956, o 1966, señalan otros momentos en los cuales los concursos docentes se aceleraron junto a renuncias que condensaron designaciones en puja, denuncias y relatos encontrados.
Momentos de fuerte politización como éste proyectan además tradiciones teóricas sobre planes de gestión universitaria y visibilizan la funcionalidad de muchos argumentos en relación a apuestas políticas. Claro que para poder dimensionar la serie de disputas intelectuales resulta necesario considerar un espacio académico distinto del presente. Al menos por dos motivos. En muchos momentos determinadas tradiciones de pensamiento llegaron a hegemonizar notablemente cargos y programas universitarios mediante sus vínculos con la política nacional y universitaria. Las distintas posturas filosóficas se veían involucradas así a proyectos culturales y políticos más amplios, de modo que no se trataba sólo de una discusión académica por financiamiento y prestigio dentro de los claustros. En buena medida además para cada una de las tradiciones en juego la necesidad de una profesionalización de la filosofía requería desprenderse de la tradición opuesta…
Hoy recuperada por testimonios, la política de los pasillos también proponía sus categorías. En cada caso, los detractores brindaban a los estudiantes vocablos jocosos a partir de las rivalidades. Si en la década del sesenta y el setenta, dividían a los profesores entre los “payadores del ser” y los “sacerdotes de la ciencia”, durante la década del ochenta estas categorías deducidas trascendentalmente politizaban de manera más directa los bandos. Frente al ingreso de los “abogados chantas” que enardecían a Carpio, los “metafísicos peronistas” se encontraban ahora en desventaja para luchar por cargos. Incluso la arqueología de esta instanciación del maniqueísmo filosófico en pugna podría ser rastreada aún más atrás.
Con todo, esbozar los horizontes históricos donde interpretar la politicidad intrínseca de los artefactos culturales, sus argumentos e inscripciones requiere una aproximación capaz de medir estas intervenciones bajo un telón adecuado según cada universidad. Con este objetivo, el trabajo de Carla Galfione y Paulo Martínez Da Ros parte de analizar la temporalidad que propone el nuevo acuerdo democrático en la Universidad Nacional de Córdoba. La propuesta se centra en el discurso filosófico y los programas de estudio para preguntarse cómo esa transformación político-institucional fue transitada en los marcos de la filosofía universitaria.
En un segundo momento, este dossier se aboca a la recuperación de diagnósticos, recuerdos y testimonios de esta reorganización filosófica. Con esta preocupación, recuperamos tres intervenciones sobre la tradición análitica en el país. El trabajo de Federico Penelas atestigua la incomodidad de los dos primeros lectores y difusores locales de Richard Rorty. A partir de la desconfianza que despertaba este autor entre “analíticos” y “continentales”, el artículo destaca el interés por el neo-pragmatismo de Eduardo Rabossi, quien, además de ser uno de los filósosos análiticos más importantes del país, en la primera parte de la década del ochenta ejerció como Subsecretario de Derechos Humanos del primer gobierno postdictadura.
Además publicamos las intervenciones de Diana Maffia y Alberto Moretti en el Mesa Redonda sobre la filosofía analítica en la Argentina realizada en el XV Congreso Nacional de Filosofía organizado por la Asociación Filosófica de la República Argentina en 2010; dos diagnósticos que circulaban asistemáticamente como apuntes y proponen una tarea de historización y polémica poco habitual. Sin abandonar su rigor, se trata de dos textos que se reconocen, uno, como “levemente panfletario” y, el otro, como “necesariamente sesgado”, en tanto abordan de frente los conflictos en pugna durante el período de transición. Agradecemos el interés de su autora y su autor en publicarlos de manera conjunta quince años después. Ambos resultan acercamientos centrales al derrotero del análisis filosófico en la Argentina y contribuyen a mapear el arco de antagonismos más amplio.
Lucas Domínguez Rubio
CeDInCI/ CONICETDossier | Filosofía y transición democrática
Presentación
Filosofía y transición democrática
Según sus protagonistas, el Tercer Congreso Nacional de Filosofía de 1980, que fue clausurado con un discurso de Videla, tenía objetivos profesionalizadores. Recordemos que contó con la participación de todo el arco teórico-político. Como resultado, más bien radicalizó todas las preguntas sobre los límites de la autonomización disciplinaria. Oscar Terán lo planteó en su momento de manera clara. El nuevo período de profesionalización de los estudios filosóficos tomaba como central la pregunta por la función social del intelectual-filósofo. Ya sea desde una filosofía latinoamericanista, un catolicismo conservador en retirada o desde una socialdemocracia profesionalizadora, distintos grupos, revistas e instituciones propusieron narrativas opuestas sobre este proceso de organización disciplinaria que dio lugar a la forma en la que se practica la filosofía hoy en día en el país.
Todos los frentes registraron modificaciones. La introducción de nuevos autores y corpus —vinculados al estructuralismo, la filosofía analítica, el marxismo británico y el pragmatismo— fueron realizadas en su mayoría por revistas y periódicos independientes de las universidades. A su vez, el fuerte recambio de nombres en los claustros de profesores de las carreras de filosofía del país ubicaba al año 1983 en relación a otros períodos de renovación contundente, donde política y filosofía "se imbricaban hasta inficionar los más absurdos procesos burocráticos. En esta serie, años clave tan significativos de nuestra historia, como 1943-1946, o 1955-1956, o 1966, señalan otros momentos en los cuales los concursos docentes se aceleraron junto a renuncias que condensaron designaciones en puja, denuncias y relatos encontrados.
Momentos de fuerte politización como éste proyectan además tradiciones teóricas sobre planes de gestión universitaria y visibilizan la funcionalidad de muchos argumentos en relación a apuestas políticas. Claro que para poder dimensionar la serie de disputas intelectuales resulta necesario considerar un espacio académico distinto del presente. Al menos por dos motivos. En muchos momentos determinadas tradiciones de pensamiento llegaron a hegemonizar notablemente cargos y programas universitarios mediante sus vínculos con la política nacional y universitaria. Las distintas posturas filosóficas se veían involucradas así a proyectos culturales y políticos más amplios, de modo que no se trataba sólo de una discusión académica por financiamiento y prestigio dentro de los claustros. En buena medida además para cada una de las tradiciones en juego la necesidad de una profesionalización de la filosofía requería desprenderse de la tradición opuesta…
Hoy recuperada por testimonios, la política de los pasillos también proponía sus categorías. En cada caso, los detractores brindaban a los estudiantes vocablos jocosos a partir de las rivalidades. Si en la década del sesenta y el setenta, dividían a los profesores entre los “payadores del ser” y los “sacerdotes de la ciencia”, durante la década del ochenta estas categorías deducidas trascendentalmente politizaban de manera más directa los bandos. Frente al ingreso de los “abogados chantas” que enardecían a Carpio, los “metafísicos peronistas” se encontraban ahora en desventaja para luchar por cargos. Incluso la arqueología de esta instanciación del maniqueísmo filosófico en pugna podría ser rastreada aún más atrás.
Con todo, esbozar los horizontes históricos donde interpretar la politicidad intrínseca de los artefactos culturales, sus argumentos e inscripciones requiere una aproximación capaz de medir estas intervenciones bajo un telón adecuado según cada universidad. Con este objetivo, el trabajo de Carla Galfione y Paulo Martínez Da Ros parte de analizar la temporalidad que propone el nuevo acuerdo democrático en la Universidad Nacional de Córdoba. La propuesta se centra en el discurso filosófico y los programas de estudio para preguntarse cómo esa transformación político-institucional fue transitada en los marcos de la filosofía universitaria.
En un segundo momento, este dossier se aboca a la recuperación de diagnósticos, recuerdos y testimonios de esta reorganización filosófica. Con esta preocupación, recuperamos tres intervenciones sobre la tradición análitica en el país. El trabajo de Federico Penelas atestigua la incomodidad de los dos primeros lectores y difusores locales de Richard Rorty. A partir de la desconfianza que despertaba este autor entre “analíticos” y “continentales”, el artículo destaca el interés por el neo-pragmatismo de Eduardo Rabossi, quien, además de ser uno de los filósosos análiticos más importantes del país, en la primera parte de la década del ochenta ejerció como Subsecretario de Derechos Humanos del primer gobierno postdictadura.
Además publicamos las intervenciones de Diana Maffia y Alberto Moretti en el Mesa Redonda sobre la filosofía analítica en la Argentina realizada en el XV Congreso Nacional de Filosofía organizado por la Asociación Filosófica de la República Argentina en 2010; dos diagnósticos que circulaban asistemáticamente como apuntes y proponen una tarea de historización y polémica poco habitual. Sin abandonar su rigor, se trata de dos textos que se reconocen, uno, como “levemente panfletario” y, el otro, como “necesariamente sesgado”, en tanto abordan de frente los conflictos en pugna durante el período de transición. Agradecemos el interés de su autora y su autor en publicarlos de manera conjunta quince años después. Ambos resultan acercamientos centrales al derrotero del análisis filosófico en la Argentina y contribuyen a mapear el arco de antagonismos más amplio.
Lucas Domínguez Rubio
CeDInCI/ CONICE