La pregunta acerca del estatus epistémico de la narración histórica ha sido formulada de
manera tal que el espectro de respuestas posibles se reduce al delimitado por una alternativa
excluyente; o bien la narración histórica es valorada positivamente como un discurso "científico",
o bien es menospreciada como una rama de la literatura. En este contexto, pensar en apelar a la
teoría literaria como recurso relevante para elaborar una teoría de la historia genera desconfianza,
dado que se asume que tal asociación no puede sino redundar en una mirada debilitadora de la
tarea del historiador