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    Cuando diagnosticamos al cuidador. Síndrome de Munchausen por poderes

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    El síndrome de Munchausen Por Poderes (SMPP) clasificado en el DSM-5 dentro de la categoría de trastornos por síntomas somáticos y trastornos relacionados1, se conoce como Trastorno facticio aplicado a otro. Como peculiaridad, en esta entidad, diagnosticamos al cuidador y no al paciente por el que a priori solicitan asistencia médica. Se trata de un cuidador (generalmente la madre), que causa, de forma intencionada, daño a otra persona (generalmente hijo/a), con el objetivo de recibir atención positiva, a través de un hijo enfermo.  Es importante recalcar que la finalidad no es económica sino la de adoptar el papel de “cuidador”. Constituye una forma grave de abuso y se asocia a una alta tasa de consultas médicas, hospitalizaciones, reincidencia, morbilidad y en ocasiones mortalidad2,3. Se trata de una entidad infradiagnosticada como apuntan varios estudios4 y los más de 400 trabajos publicados sobre el tema. Pese a ser un síndrome ampliamente descrito en la literatura pediátrica, no podemos dejar de considerar a los adultos con alguna minusvalía como potenciales víctimas de un cuidador Munchausen, como en el caso que nos ocupa. Es importante conocer esta entidad, a fin de incluirla en el diagnóstico diferencial, especialmente, en aquellos pacientes en los que se plantee un caso inusual o de evolución tórpida, tal y como se describe en este caso clínico. En esta entidad, será la sospecha clínica la que llevará a plantear este diagnóstico y su confirmación no está exenta de dificultades. Un diagnóstico de SMPP, a menudo pasa por coacciones y manipulaciones por parte del abusador hacia el personal sanitario7,8, las implicaciones ético-legales con las que deberemos trabajar9 y las características del propio sistema sanitario, en el que el déficit de interconexión, favorece el libre deambular de estos cuidadores. Como todo abuso, el SMPP previsiblemente tendrá unas secuelas sobre la víctima que los padece5,6 y como más adelante veremos puede llegar a tener implicaciones intergeneracionales. Nuestra obligación como proveedores de salud reside en detectar el abuso y salvaguardar el bienestar del paciente. Especialmente en estos casos en los que la víctima está en condición de vulnerabilidad física o  psíquica

    Intento de suicidio en anciano con síndrome confusional

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    El suicidio es la complicación más grave de la enfermedad mental. Supone uno de los problemas de mayor impacto en la salud pública. A día de hoy persiste una infranotificación de los casos que dificulta conocer la magnitud real. La conducta suicida previa es el mayor factor de riesgo de repetición del intento y de suicidio consumado posterior. Dependiendo de la franja de edad pueden existir diferencias en el comportamiento suicida. Es ampliamente descrito el envejecimiento progresivo de la población.. Así, los ancianos se caracterizan por realizar escasos intentos de suicidio pero destacan por emplear metodología violenta como el ahorcamiento, la precipitación, la venosección profunda, etc. logrando así una mayor letalidad somática del intento. Los antecedentes psiquiátricos se asocian frecuentemente con la conducta suicida, sobre todo la depresión. La enfermedad crónica también se asocia con la ideación suicida y el suicidio consumado. El síndrome confusional agudo también es una entidad de riesgo al presentar una alteración del nivel de consciencia, afectación global de las acciones ejecutivas, distorsión de la percepción y un estado fluctuante de agitación psicomotora al estar el paciente confuso, sin claridad perceptiva, lo cual hace que se desoriente viviendo borrosamente la realidad objetiva. El entorno sociofamiliar y los grupos de apoyo son de alta relevancia ya que podrán ser factores protectores o factores de riesgo. En la evaluación del riesgo suicida en el anciano es preciso realizar una anamnesis completa, una exploración psicopatológica y una valoración de la comorbilidad médica y de la red sociofamiliar del paciente
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