Este artículo analiza las condiciones bajo las cuales los dictadores son castigados tras perder el poder. Mediante el empleo de una nueva variable que codifica cuál fue el destino de los dictadores derrocados entre 1946 y 2000 se demuestra la incapacidad de los regímenes democráticos sucesores para llevar ante la justicia a sus antiguos tiranos por razones estratégicas. Además, se ofrece evidencia de que el castigo es más probable para dictadores perso nalistas, y mucho menos para líderes de regímenes militares o de partido único. El contexto internacional tiene efectos contraintuitivos: un mayor número de dictaduras en la región hace el castigo más probable, mientras un mayor porcentaje de democracias en el mundo lo dificultan.This article analyzes the conditions under which dictators are punished after losing power. A new variable that codifies the fate of dictators defeated between 1946 and 2000 is used to demonstrate the inability of subsequent democratic regimes to bring former tyrants to justice for strategic reasons. It also provides evidence that punishment is more likely for personalistic dictators, and much less for military or one party regimes. At the same time, the international context has counter-intuitive effects: a higher number of dictatorships in the region make punishment more likely, whereas a higher percentage of democracies in the world makes it more difficult