Como decíamos ayer (Rodrigues, Capoano y Barredo, 2021), la pandemia de Covid-19 que inició en 2020 favoreció la transformación digital que se venía desarrollando, de manera teórica-práctica, desde hacía décadas. Podríamos remontarnos, de hecho, a la célebre máquina de Alan Turing (años 30 – siglo XX) como un anhelo humano de automatizar los procesos de comunicación, aunque de forma mecánica (Ilcic & García, 2020). El mismo Turing describía la existencia de las llamadas «máquinas-niño», capaces de aprender por sí mismas y de generar opciones de respuesta. Y aunque Turing no pudo acceder las redes sociales digitales -cuya expansión global se daría desde principios del año 2000 en adelante, en una progresiva masificación-, las “máquinas-niño” se están convirtiendo en “máquinas-adulto”, en la medida en que tienen amplios repositorios de datos sobre la forma en que se comunican y se relacionan las distintas sociedades