Las migraciones internacionales se conectan en la era de la globalización con formas de desigualdad y polarización social a escala mundial, colaborando en configurar un espacio de clases globales. Ante el crecimiento de las asimetrías en el contexto del capitalismo del siglo XXI, hay autores que sugieren que la migración constituye un salto de escala para posicionarse en la distribución de la renta mundial (Korzeniewicz y Morán, 2005).
Como parte de dichas tendencias, algunos grupos aprovechan oportunidades estratégicas creadas en el marco de dinámicas diversas de movilidad territorial, y al mismo tiempo, se encuentran limitados por los sistemas nacionales que siguen operando de manera significativa en la reproducción social (Wagner, 2007). En el abordaje de estos procesos, hay estudios que señalan que estas nuevas configuraciones de clases globales constituyen un puente entre ámbitos nacionales densos (donde sigue funcionando la mayor parte de la vida política, económica y civil) y las dinámicas globales de desnacionalización (Sassen, 2007). Asimismo, estos movimientos se producen como efecto de políticas neoliberales a nivel macroestructural, generando desplazamientos de poblaciones con características diversas y segmentadas por pertenencia étnica, nacional y de género (Portes y Hoffman, 2003)