En el 2006, en una visita a Izamal, Yucatán, frente a los arcos amarillos
del Convento de Padua, y después de una explicación del Maestro
Virgilio Reyes a un grupo de alumnos de la Licenciatura en Turismo de la
UAEM, se acercó un señor de unos 40 años, se le quedó mirando al
Maestro y tímidamente le dijo: Sí, es usted, esa voz nunca la he olvidado,
a usted le debo lo que soy. Al momento de aclarar la razón, el extraño
dijo emocionado: hace aproximadamente unos 30 años, cuando yo era
un niño, en este mismo lugar lo escuché dando una explicación de la
iglesia, de las pinturas y del patrimonio de México, me dejó asombrado
con su conocimiento y me propuse que alguna vez sabría tanto como
usted, a partir de entonces me hice a la idea de estudiar y ser alguien en
la vida. Lo logré, terminé mi licenciatura en historia, ahora trabajo en este
lugar y me gusta dar visitas guiadas, a muchos años la vida me permite
verlo de nuevo y quiero aprovechar para agradecerle por aquel momento
tan especial que marcó mi vida, se lo debo a usted, a su saber y a sus
palabras