research

Elegía a Ruggiero Romano. El mejor humanismo pasa por el rigor intelectual

Abstract

Ruggiero, el hombre, el intelectual, el maestro, el historiador, el humanista, el amigo, ya no está con nosotros. Ya no está el hombre de carácter para quien la vida era en primer lugar un reto intelectual de comprensión y acción, enérgica, coherente, lúcida: prefería sin duda el desacuerdo, incluso rudo pero inteligente y amistoso, que la mediocridad. La presentación de un libro suyo, o de sus amigos, no era menos la ocasión de celebrar que de polemizar. ¿Es necesario recordar que casi todos —por no decir todos— sus textos implicaban una discusión, mejor aún, una polémica? Solía decir, en su proverbial franqueza, que no era modesto. Disfrutaba el reconocimiento y reconocía la fidelidad, pero le molestaba la pleitesía y el excesivo obsequio. También así se entiende su profundo desagrado ante la mínima evocación de haber formado una escuela. Si no le gustaban los ismos ni las capillas tampoco le agradaban las escuelas. Consideraba esto desmedro de la libertad personal —no hay otra—, insulto a la inteligencia de los implicados: él mismo y sus alumno

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