Todos los académicos reconocemos la obligación –moral
y social– de dar a conocer los resultados de investigación a
los que arribamos, pues ésta es la principal vía que permite
el desarrollo de la ciencia y la cultura. Esto obliga a quienes
están involucrados en el desarrollo de los medios editoriales
especializados, no solamente a continuar trabajando para estar
al día con el proceso editorial cotidiano, sino, sobre todo, a
incorporar los cambios que le permitan posicionarse como
un adecuado medio de comunicación para una comunidad
académica en lo particular.
Incorporar estos cambios implica preguntarnos si la
propia comunidad a la que sirve una revista académica está
consciente acerca de los retos que es preciso enfrentar.
En este punto se podría destacar, por sólo mencionar un
par de ejemplos, la transición hacia la edición híbrida –en
papel y electrónica– de la cual hoy somos testigos, o a la
incorporación de las revistas especializadas en las bases de
datos y sistemas de indización que, tras pormenorizados
procesos de valoración, incorporan o no títulos a sus acervos,
lo que incrementa la visibilidad y posicionamiento de toda
publicación especializada