No hay duda alguna de la existencia, en la mente de los sabios griegos, ya.de confusas adivinaciones, ya de tradiciones y leyendas que -deformadas al pasar de boca en boca por el solo vehículo de la tradición oral- solían cobrar forma permanente al ser expuestas en sus obras y propagadas en sus enseñanzas. El mar fué siempre para los antiguos una fuente perenne de encantadoras fantasías. Pobláronlo de monstruos espantables, tal como aquella ballena que tragara a Jonás en el relato bíblico, y de admirables seres, cual aquellas sirenas que en vano intentaron seducir al ingenioso Ulises. No es extraño pues, que quisieran los sutiles griegos conocer el secreto que encerraban sus ondas hurañas.Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educació