En nuestras formas más frecuentes de referirnos a la escuela surge, por un lado, la idea de que encontramos todo alterado, de que algunas prácticas que nos eran muy comunes están ahora bastante cambiadas; inclusive, nos llenan de asombro y sentimos poco eficaces ciertas herramientas conocidas. Por otro lado, y de modo contrastante con lo anterior, también solemos describir muchas características de la escuela como "viejas", decimos de ella que es una institución difícil de mover y modificar, afirmamos que está demorada en relación con los cambios que se producen en la sociedad, y nos acostumbramos a pensar que en ella es "natural" que algo no cambie. Estas dos perspectivas, puestas juntas, pueden dar la idea de contradicción; nos gustaría sostener que ambas formas de mirar esa clásica institución tienen asidero, y que el hecho de que coexistan y se conjuguen paradójicamente forma parte de la lógica propia de la escuela.Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educació