La enfermedad renal crónica (ERC) afecta a cerca de 10 % de la población mundial, suele ser progresiva, silenciosa y no presentar síntomas hasta etapas avanzadas, cuando las soluciones ya son altamente invasivas y costosas, lo que representa una elevada carga económica y de enfermedad para los sistemas de salud, las instituciones de seguridad social, además contribuye a ampliar la brecha de desigualdad en materia de salud que aparta a los pacientes del tratamiento que puede prolongar y salvar o al menos mejorar su calidad de vida en función de su nivel de pobreza