La gestión de la diversidad religiosa en Aragón

Abstract

El pluralismo religioso formó parte de la historia de nuestro país hasta los Reyes Católicos. Con ellos se terminaron siglos de convivencia entre cristianos, judíos y musulmanes, y se inició el monopolio de la iglesia católica, que se convierte en la única confesión de los españoles y también en la oficial del estado, durante varios siglos. A finales del siglo XIX comienzan a formarse en España, de forma clandestina, comunidades evangélicas, y que únicamente dejaron de serlo durante la Primera y Segunda República. Durante la dictadura franquista las religiones minoritarias fueron extorsionadas y vigiladas policialmente. A partir de la firma de los acuerdos con EE.UU. y la presencia de militares norteamericanos en las bases áreas, que en su mayoría profesaban religiones protestantes y bíblicas, el Régimen comenzó a permitir lugares de culto para estas confesiones, pero con carácter privado. También por esos años se firmaron acuerdos con los países árabes, y jóvenes de religión islámica vinieron a estudiar a España, y se reunían en pisos para recitar el Corán y hacer los rezos diarios. La apertura que trajo el Concilio Vaticano II fue determinante para un cambio de postura por parte del gobierno, que se vio obligado a aprobar la Ley 44/1967, Reguladora del ejercicio del derecho civil a la libertad en materia religiosa, por la que se permitía la apertura de locales de culto a otras confesiones distintas a la católica, si bien seguía estando prohibido el proselitismo y las manifestaciones públicas de sus creencias. Hay que esperar hasta la transición democrática para que comience a reconocerse y aceptarse por parte del estado y de la sociedad, la presencia de otras creencias y grupos religiosos

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