Aunque los planteamientos tradicionalistas constituyan la Edad Media como una época estática e inmóvil lo cierto es que en realidad se presenta como un periodo de extraordinaria movilidad. Así, los desplazamientos serán una constante, y el concepto moderno de extranjero verá su construcción. Estos movimientos de población se encontrarán estrechamente ligados a las expansiones comerciales y a su prosperidad creada, esencial motivación de los desplazamientos. En el siglo XI aparecerá el nuevo fenómeno de las peregrinaciones, las cuales suponen nuevos movimientos de población, de un carácter individual que nada tienen que ver con las grandes migraciones altomedievales. Las rutas de peregrinación devienen en importantes circuitos comerciales y sus núcleos de población en centros de inmigración. Así ocurrirá en el Camino de Santiago, principal vía de conexión con el resto de Europa, gracias a la cual llegarán a la península Ibérica grupos extranjeros conocidos como francos, los cuales contribuirán al desarrollo económico de sus lugares de asentamiento, ocupando oficios en relación directa con la actividad del Camino. La atracción de estos individuos será buscada por los reyes cristianos, los cuales les concedían cartas de población o fueros en los que figuraban privilegios y ventajas a la hora de desempeñar sus oficios correspondientes. Su presencia fue muy importante en la Península, contribuyendo en la experiencia urbana y trayendo consigo influencias artísticas, culturales, espirituales etc. A partir del siglo XIII, la expansión europea y la propia “Reconquista” acaban por trasladar la importancia económica del Camino de Santiago a los enclaves comerciales marítimos, a los cuales llegarán nuevos extranjeros de carácter diferente, en su mayoría italianos. La península Ibérica pasa a convertirse entonces en un territorio estratégico dentro de las nuevas redes comerciales y los genoveses vieron en ello una oportunidad. Así, formarán colonias integradas dentro de su sistema de relaciones comerciales provocando que sus principales asentamientos, Sevilla y Valencia, se convirtieran en esenciales emporios comerciales y fiscales en Europa
