Crecimiento intrauterino restringido tardío: optimización del diagnóstico y tratamiento

Abstract

El crecimiento intrauterino restringido (CIR) constituye una entidad en la que el feto no alcanza su potencial intrínseco de crecimiento1. Si bien puede deberse a cromosomopatías (5-20%), infecciones congénitas (5-10%) o malformaciones (1-2%), el CIR en más de dos terceras partes de los casos es el resultado de un desajuste entre el aporte placentario y las necesidades nutricionales fetales2,3. Es el denominado CIR de causa placentaria (CIRp).El CIRp tardío (aquel diagnosticado a partir de la semana 32), afecta a un 3-5% de todos los embarazos4 y se asocia a un mayor riesgo de morbilidad perinatal y mortalidad, así como comorbilidades a largo plazo tanto a nivel de desarrollo neurológico, como cardiovascular o metabólico5. Su correcta identificación y evaluación son claves para un manejo adecuado, resultando además fundamental diferenciar a aquellos fetos constitucionalmente pequeños de los que realmente tienen un CIRp, ya que su evolución y pronóstico serán distintos. Para ello se han identificado una serie de marcadores prenatales ecográficos, como la estimación del peso fetal o la evaluación de la hemodinámica materno-fetal mediante el estudio Doppler. En el caso de los primeros, el estudio hemodinámico será normal y el pronóstico bueno, con una adecuada tolerancia al parto. En el de los segundos, el peso fetal estimado (PFE) se sitúa por debajo del percentil (p) 3 o bien, sin llegar a caer hasta percentiles tan bajos, aparecen alteraciones hemodinámicas y el pronóstico, aunque favorable, será algo peor, con aumento de la mortalidad intrauterina a partir de la semana 37-386, menor tolerancia al parto y peor evolución posnatal7..

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