En el contexto de la crisis económica que atravesó Bolivia en los años ochenta, una comunidad de puna de pastores andinos, Livichuco, que forma parte integral del ayllu mayor de Qaqachaka, emprendió por iniciativa propia un proceso de mejoramiento de su producción textil, con un programa de rescate de los tintes naturales de la región. Con recursos mínimos, los comunarios compraron ollas y bateas metálicas, y comenzaron a preguntar a las personas mayores sobre sus conocimientos prácticos tradicionales en el ámbito de la tinción de textiles. Durante un período de diez años, y en coordinación con varias instituciones —incluida la nuestra: el Instituto de Lengua y Cultura Aymara (ILCA), de La Paz—, los socios de la asociación textil APSU (Artesanías para Seguir Unidos) han logrado mejorar los colores producidos por los tintes y diversificar su oferta de prendas para la venta. Ellos también construyeron en su comunidad un centro textil diseñado en una arquitectura propia, aunque experimental, con ventanas amplias para dejar entrar suficiente luz, donde las tejedoras de esta organización podían tejer acobijadas en la estación lluviosa y llevar adelante sus reuniones. Insistentemente, las mujeres de Apsu pidieron nuestro apoyo para continuar con sus actividades (véase las pág. 31-32)