De pocas cosas podemos estar tan seguros como de nuestra propia corporeidad. El cuerpo es soporte y límite de nuestra identidad, pues es lo que determina dónde acabo yo y comienza el otro. Y es precisamente en el cine donde, por su propia singularidad técnica, la cuestión del cuerpo y la identidad adquieren especial relevancia. Hay, además, un tipo de cine actual encarnado por personajes liminares y ambivalentes, solitarios y desarraigados que mantienen una doble relación con la violencia. Por una parte, se expresan a través de ella; por otra, es la violencia la que se expresa en ellos a través de cicatrices, tatuajes y demás bricolaje corporal, singularizándolos. Siendo el cuerpo lo único tangible en una situación en la que todo parece difuminarse, la carne se impone como la única superficie sobre la que dibujar de manera indeleble una identidad con tendencia a desdibujarse. A esta estirpe de narraciones pertenecen películas como Promesas del Este (Eastern Promises, 2007) de David Cronenberg.Few things can be as certain as our own corporeality. The body is
support of and limit to our identity, it is what determines where I end and the other begins. And it is precisely in the cinema, because of its
technological nature, where the issues of body and identity are closely
related. There is a type of contemporary cinema inhabited by liminal
and ambivalent, lonely and uprooted characters who maintain a
complex relationship with violence. On the one hand, they expressed
themselves through it; on the other, violence expresses itself in them
through scars, tattoos and other bodily bricolage, making the human
body unique. Since the body is the only tangible thing in a situation in
which everything seems to fade, flesh stands out as the only surface
on which to draw firmly an identity always prone to vanishing. Eastern
Promises (David Cronenberg, 2007) is one of such films