Este artículo examina cómo Páez de Ribera reconduce caminos ya hollados en el Amadís o las Sergas hacia lo religioso. La magia o la maravilla no desaparecen en el Florisando sino que se subliman y hacen trascendentes por el camino de los sufragios, penitencias y homilías propiciatorias. Amadís y su corte han quedado encantados por Urganda en los últimos capítulos de las Sergas. Páez de Ribera convierte este encantamiento en un purgatorio del que se sale no recurriendo a conjuros y otras ceremonias profanas, sino por la oración, la taumaturgia y la advocación milagrosa. Su postura no es pionera en la época