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Abstract
El siglo XXI está llamado a ser el siglo de las ciudades. En la actualidad, según Naciones Unidas, en el año 2012, la población mundial alcanzó los 7.000 millones de personas y se espera llegar a los 9.300 millones en 2050 y a los 10.100 millones a finales de siglo.
Por lo tanto la ciudad será el espacio donde la mayor parte de la humanidad va a vivir, relacionarse y trabajar. Y será ese entorno, que presentará distintos retos y oportunidades, pero también problemas, el que habrá que desarrollar pensando en el ciudadano. Su calidad de vida y las oportunidades de desarrollo personal y profesional dependerán, en gran medida, del desarrollo mismo de las ciudades.
Ante este escenario, se deben diseñar nuevas estrategias para mejorar el rendimiento de la ciudad y la sostenibilidad de la misma. Aquí es donde aparece el concepto Smart City (traducido habitualmente en español como Ciudad Inteligente). Se conoció a principio de los años 90 del siglo pasado como un enfoque para afrontar los problemas relacionados con la eficiencia energética, los impactos ambientales y el cambio climático, que en aquellos años empezaban a preocupar a las ciudades como grandes emisores de CO2.
Con el paso del tiempo, el concepto de Smart City ha ganado en recorrido y a los retos anteriores ha unido otros, como la mejora de la calidad de vida, el aumento de competitividad económica, la preocupación por la seguridad ciudadana, la transparencia y la gobernanza más participativa o la incorporación de innovaciones tecnológicas.
En los últimos tiempos ha perdido peso la consideración de la centralidad de la tecnología en el desarrollo de una Smart City y se da más peso a una visión integrada y holística de la Ciudad Inteligente como un sistema funcional complejo y multidimensional, en el que los ciudadanos sean el centro y compartan decisiones con los agentes políticos y económicos.
Toda acción puesta en marcha bajo el paraguas de Ciudad Inteligente tiene la finalidad de prestar un servicio eficiente al ciudadano, optimizando los recursos y contribuyendo a mejorar la calidad de vida de los mismos. El ciudadano se sitúa en el centro de estas acciones, siendo el receptor final de todos los esfuerzos.
Pero, ¿esto es realmente así? ¿El ciudadano es consciente de estas acciones? ¿Conoce, usa y valora las mismas? ¿Mejoran su calidad de vida? ¿Es realmente el centro de este proceso?
El objetivo principal de nuestra investigación es el desarrollo de un modelo teórico para entender la percepción del ciudadano de las políticas/acciones bajo el paraguas de Ciudad Inteligente, estudiando el conocimiento, uso y valoración que se tiene de las mismas.
Con esta premisa se ha elaborado un estudio empírico a través de una encuesta realizada a vecinos de la ciudad de Málaga, ciudad pionera en desarrollo de acciones relacionadas con la Ciudad Inteligente. Intentaremos dar respuesta a estas preguntas a partir dicho estudio.
Queremos aportar la percepción de los ciudadanos, pieza clave en toda evolución y desarrollo de la ciudad. La parte más social de las Ciudades Inteligentes, porque la tecnología sólo es el medio que nos ayuda a construir entre todos ciudades que merezcan la pena ser vividas. Entramos en la parte social de la Ciudad Inteligente.
Y es que una ciudad mejor es posible. La transformación se produce cuando la comunidad tiene las herramientas para asumir el control y la elección de la manera de vivir, trabajar y relacionarse