En el contexto educativo de diversos países de América Latina e Iberoamérica, es muy frecuente encontrar planteamientos académicos que consideran al trabajo en equipo (Cardona y Wilkinson, 2006; Perrenoud, 2004), el aprendizaje cooperativo (Ferreiro, 2006) y el trabajo colaborativo (Tobón, 2013a), como conceptos cercanos o iguales que tienen las mismas implicaciones metodológicas para su aplicación en las aulas. Sin embargo, considerar dichos procesos didácticos como análogos no es conveniente puesto que cada uno de ellos ha sido planteado desde enfoques educativos distintos y, a su vez, cada enfoque ha buscado responder a las características y necesidades del contexto y momento histórico para el que fueron propuestos (Hernández et al., 2014). Algunos enfoques educativos y psicopedagógicos que se han postulado en el contexto de la sociedad industrial y la sociedad de la información son: el conductismo (Eysenck, 1986; Watson, 1925; Zuriff, 1985; Pérez, Guerrero y López, 2002); la psicología cognitiva (Bruning, Schraw y Ronning, 2002); la enseñanza para la comprensión (Perkins, 1997; Stone, 1999); el aprendizaje significativo (Ausbel, 1976; Díaz, 2003; Moreira, 2005; Woolfolk, 2010); la teoría sociocultural (Chaves, 2001; Vigotsky, 1979, 1981) y el constructivismo (Carretero, 2009; Inhelder y Piaget, 1972); entre otros