Lacan llamó «insignia» a las marcas de respuesta del Otro. Así, por ejemplo, la insignia emerge a partir de la respuesta al grito. El niño grita y su grito adquiere sentido a partir de la respuesta del Otro. El grito se transforma, entonces, en llamado. Es por la intervención del Otro que el grito se transforma en llamado, produciéndose el reconocimiento de la identidad del sujeto por parte del Otro. Por el acuse de recibo del Otro, el grito en bruto, el grito como trozo de realidad, deviene una significación del sujeto. A partir de la respuesta del Otro, a partir del significante del Otro, el grito tiene al sujeto como significación. A este significante de la respuesta es a lo que Lacan va a llamar «insignia». Ahora bien, “El síntoma es lo que hace insignia” (p. 255), nos dice Miller (1998) en su texto Los signos del goce . El síntoma es eso que insiste en un sujeto, «signo de lo que no anda en lo real», dice Lacan, y en el que Freud encontró, gracias a esa insistencia, un placer desconocido para el sujeto mismo, un placer inconsciente, debido a una satisfacción de la pulsión. Es lo que Freud denominó «reacción terapéutica negativa» y que Lacan nombró como goce, goce del síntoma. El goce es la satisfacción de la pulsión