Recuerdos del Proceso, imágenes de la democracia: luces y sombras en las políticas de la memoria

Abstract

Vengo a este Coloquio con muchas menos certezas y convicciones que en ocasiones anteriores. Mis dudas se refieren a la eficacia y a los resultados no queridos de las políticas de la memoria que todos hemos impulsado. En los últimos quince años, esas políticas de la memoria apuntaron al sistema educativo, y muy especialmente al nivel medio, y se concentraron en el “Proceso”. Se trataba de sacar a la luz y hacer conocer la acción represiva de esos años, de modo de generar sentimientos de rechazo y horror. Esos sentimientos cumplieron un papel fundamental en la tarea de construcción de la democracia, iniciada inmediatamente después de la guerra de Malvinas. Muchos de nosotros coincidimos en que era una tarea cívicamente significativa; para sintetizarlo en un ejemplo: concordamos en la importancia de que los adolescentes leyeran Nunca más. En lo fundamental, fue una tarea exitosa: el Proceso llegó a ser aborrecido. Mi pregunta hoy es: ¿fortalecimos de manera duradera la democracia? No tengo una respuesta categórica para ofrecer. Tampoco creo que la haya: los historiadores sabemos que una cosa son las intenciones que guían las acciones y otra distinta sus resultados; dicho de otro modo, el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones. También sabemos que, si juzgamos un conjunto de prácticas sociales a la luz de un valor, encontraremos que usualmente ellas aportan tanto a su afirmación y realización como a su negación, puesto que las prácticas componen elementos diferentes, e incluyen todo tipo de transacciones, mientras que el valor pertenece a la esfera imaginaria y es puro y absoluto. Profundizar en esa distinción puede ser útil no sólo para comprender mejor, sino para actuar más correctamente, asumiendo esa ambivalencia. (Párrafo extraído del texto a modo de resumen)Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educació

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