En uno de sus últimos escritos la destacada criminóloga venezolana Rosa del Olmo (2000) analizó de manera brillante el problema de la violencia urbana, a partir de la descripción de la doble dimensión objetiva y subjetiva de la (in)seguridad ciudadana. Este es un asunto con demasiada actualidad puesto que alude a nuevas formas de sociabilidad surgidas como respuestas a la dinámica de la violencia en las grandes ciudades. Las modalidades de protección ensayadas por la población son múltiples, entre ellas se pueden mencionar: la contratación de vigilancia –formal o informal-, la organización de patrullas comunitarias, el pago de vacuna a entidades ilegales que ofrecen seguridad y el cierre de los espacios residenciales. Esta última modalidad es particularmente interesante, en tanto que la forma en que los habitantes de las urbanizaciones amuralladas viven la violencia y participan de su comunicación, define el grado de aprehensión que tienen ante la posibilidad de ser victimizados, lo cual se concreta en una manera particular de hacer frente a la cotidianidad. La investigación que dio origen a este artículo constató -mediante el análisis de las dimensiones vivencial y discursiva- los mecanismos a través de los cuales se construye un miedo que hace importantes aportes al endurecimiento de la ciudad.Facultad de Periodismo y Comunicación Socia