Cuál es la relación entre un discurso y aquello de lo que habla? Antes que una pregunta por la existencia de un metalenguaje, se interroga en este punto la razón de un método de exposición. ¿Qué concepción del lenguaje decanta en el discurso sobre ciertos objetos? Y si se tratase de la descripción de una experiencia, ¿es legítima –y viable– la pretensión de que en el “método de argumentación” se ponga en acto aquella experiencia que se busca aprehender? ¿Qué consecuencias deberían desprenderse de este intento? ¿No debería reconocerse una dimensión estética junto a la ética del método en cuestión? Encuentro en una afirmación de Lacan, de la sesión del 2 de diciembre de 1964, el impulso del comienzo: “siempre que en aportar esos conceptos está implicado el discurso mismo, no puedo hablar de la apertura o del cierre del inconsciente sin estar implicado, en mi discurso, por esa apertura y este cierre”