La Iglesia de Cristo, fiel a la misión magistral que de su divino Fundador
recibiera -extensiva a todas las gentes y a todos los siglos- se ocupó de
instruir desde sus comienzos, abriendo escuelas catequísticas para los catecúmenos,
junto a las cuales surgieron pronto las escuelas catequísticas encargadas
de preparar a los catequistas. Pero la perspicaz comprensión de su espíritu
-que ha sido siempre característica acusada de la Iglesia- le hizo no desdeñar
el saber profano, cultivándolo también como vehículo de acceso que
facilita el paso a la misma cultura religiosa