Se ha señalado en numerosos debates recientes que el proceso de crecimiento y estabilización macroeconómica iniciado en Argentina a comienzos de los años noventa, vino acompañado por una insuficiencia del ahorro doméstico para financiar el fuerte crecimiento de las inversiones. La contrapartida fue un importante déficit en cuenta corriente y un incremento en el ingreso de capitales hasta 1994. Desde entonces la economía argentina debió ajustarse a las condiciones originadas luego de la devaluación mexicana que durante 1995 se tradujeron, primero, en una fuerte contracción de depósitos y préstamos y, luego, en una caída importante del nivel de actividad económica. La preocupación sobre el problema del ahorro interno suficiente para sostener el sendero de crecimiento iniciado a comienzos de la década ha estado permanentemente en el análisis del desempeño macroeconómico, así como en el debate sobre las políticas publicas