Educar es pulir: pulir es reformar procedimientos, perfeccionar, destruir asperezas y hacer vidas promisoras en la ascendente evolución de la personalidad humana.
Instruir es formar cerebros, es cimentar, agregar ideas, aniquilar prejuicios, construir conciencias plenas. Ambas entidades, educación e instrucción, tienden o deben tender al mismo fin: corregir defectos, indicar sendas nuevas en el duro peregrinar de la existencia, combatir con eficacia las reacciones naturales, armar al hombre para prevenirse y defenderse, dignificar al ciudadano, dar personalidad al individuo, para terminar en la última ratio, principio y fin de todos los seres: formar la personalidad humana en su triple aspecto: moral, intelectual y físico.
Concebida así, la educación es la misión más grande, más altruísta, más elevada y generosa que imaginarse pueda, aunque los Dioclesianos de la canalla contemporánea suelan emplearla como instrumento corruptor tal cual vez y secundariamente otras.Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educació
