Desde López de Ayala al autor del Diálogo de la lengua y Luis de León, fué unánime el anhelo de elevar el castellano a la dignidad de las lenguas clásicas. El Renacimiento atraía los espíritus a las fuentes de la belleza antigua haciéndoles desdeñar, en parte, las creaciones del pueblo. En Italia, maestra ya después de la Francia de los troveros y trovadores, de la literatura de Europa, Petrarca, que tanto escribía en latín como cincelaba la lengua del vulgo, al no poder penetrar en la de Homero sentía por ella una atracción henchida de sugestiones. ¡Qué gloriosa sed de cultura clásica animaba a los españoles del siglo XV, ante el esplendor del toscano, al salir de la selva medieval tan intensamente homérica y viviente! Rudo y desierto romance, llamóle al castellano Juan de Mena, no muchos años antes de que apareciera La Celestina. Con los grandes poetas y escritores del siglo XVI, como dijo el maestro Medina (1580), "se empieza a descubrir más clara la gran belleza y esplendor de nuestra lengua, y todos, encendidos en sus amores, la sacaremos, como hicieron los príncipes griegos, a Elena del poder de los bárbaros". Correas en su Arte grande (1626) exclamaría después con orgullo: "La lengua griega fué la mejor de las humanas que hablaron los hombres, la española es la segunda."Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educació