El ictus es una emergencia neurológica. Los estudios y conocimientos que se tienen acerca del mismo han podido determinar que una vez que se produce la hemorragia o isquemia cerebral su progresión es muy rápida. Por ello, la aplicación del tratamiento adecuado en ese breve margen de actuación resulta esencial.
Mediante la protocolización y organización de la asistencia inicial al ictus, lo que se conoce como “código ictus” (CI), se ha podido demostrar una mejora del pronóstico y de la rehabilitación del paciente con ictus, así como una disminución notoria de la morbimortalidad.
La mayoría de las comunidades autónomas de España han establecido un protocolo de CI para el manejo inicial del ictus, con el que pretenden identificar al paciente con ictus isquémico subsidiario del tratamiento de reperfusión. Con ligeras matizaciones entre los diferentes protocolos establecidos, todos coinciden en que el objetivo principal del CI es disminuir el tiempo que transcurre desde que se inician los síntomas hasta que se tiene acceso al diagnóstico y tratamiento oportuno. De esta forma, se efectuará el traslado del paciente a la unidad de ictus (UI) correspondiente en el menor tiempo posible y se tratarán las complicaciones que puedan aparecer durante su evolución