Rafael del Águila y Sandra Chaparro. Madrid, Editorial Tecnos,2006, 287 págs

Joaquín Abellán

Revista Española de Ciencia Política

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Joaquín AbellánLa república de Maquiavelo.Rafael del Águila y Sandra Chaparro. Madrid, Editorial Tecnos, 2006, 287 págs.Comprender a Maquiavelo en su contexto es el objetivo de este libro. Es esta unatarea que a los autores del mismo se les presenta como especialmente necesaria despuésde las múltiples interpretaciones sobre la obra del florentino, caracterizadas muchasveces por el sesgo unilateral de su tratamiento —Maquiavelo como desnudo estrategadel “viva quien vence”, como destructor del orden cristiano/humanista, como un mora-lista de nuevo cuño, como científico de la política, como nacionalista o emancipador delpueblo, entre otras—. Los autores quieren exponer a Maquiavelo como producto delrenacimiento italiano, entendiendo a este último como una situación histórica en la quese da forma teórica y práctica al individuo libre como sujeto de la acción política —yde la acción humana en general—, al mismo tiempo que se configura un nuevo sistemade poder más sólido y contundente tras el desmoronamiento de las relaciones de poderanteriores. En este estrecho intersticio entre libertad y control es donde sitúan los auto-res la obra de Maquiavelo. Para realizar esta tarea contextualizadora los autores aportannoticias biográficas, referencias históricas de distinta índole y sobre todo el perfil delcontexto intelectual, en el que se destaca no sólo el debate de Maquiavelo con sus con-temporáneos sino también el tratamiento histórico de los conceptos fundamentales queutilizan. El lector puede captar así, en no muchas páginas, las innovaciones, las ruptu-ras y las transformaciones conceptuales que Maquiavelo realiza respecto a la tradiciónde pensamiento establecida. El núcleo del libro —del capítulo III al capítulo X— consiste en la exposición yanálisis de tres personificaciones políticas, de tres tipos de figuras políticas, descritaspor Maquiavelo: el príncipe nuevo, el fundador y el ciudadano republicano. En torno aestas tres personificaciones se reúnen los datos, los conceptos fundamentales con queopera Maquiavelo y la historia de los mismos, así como las aportaciones al respecto delas múltiples interpretaciones que manejan los autores. El último capítulo, “Maquiave-lo... entre nosotros: ética, política y tragedia”, constituye una exploración directa de lacuestión de la escisión entre el mundo político real y el reino del deber-ser en discusióncon las tesis de Maquiavelo. En la exposición de la figura del príncipe nuevo —el que introduce nuevas institu-ciones y nuevos modos para fundamentar su estado y su seguridad— los autores desta-can la originalidad del método de análisis empleado por Maquiavelo, del que él mismoera plenamente consciente en relación con sus contemporáneos u otros escritores ante-riores. Él quería ir directamente a la verdad real de la cosa, en vez de ir a su represen-tación imaginaria, como señala en el capítulo 15 de El Príncipe. Y este enfoque analíti-co generará un enfrentamiento radical con la tradición y con quienes sacaban provechodel antiguo orden de cosas. Con el príncipe nuevo y su modo de actuación —su estra-tegia— se plantea ya la herida —de difícil curación— que introduce Maquiavelo en elanálisis de la vida política: en ocasiones el mal produce buenos efectos políticos. Y esaquí donde los autores ubican la tesis más conocidas del antimaquiavelismo, queentienden básicamente a Maquiavelo en términos de pura estrategia política desnuda.La separación de Maquiavelo respecto a la tradición cristiana sobre el gobernante polí-tico se consuma con su preferencia por el modelo antiguo de gobernante y el abando-no del modelo de príncipe cristiano. Como ejemplo de príncipe nuevo se analiza aCésar Borgia (1475-1507), disipando los autores cualquier duda sobre quién era paraMaquiavelo el “modelo a imitar”. El estudio de las observaciones de Maquiavelo sobreCésar Borgia suministra además otro elemento que integra el perfil del príncipe nuevo:no equivocarse. Para Maquiavelo el reproche máximo que cabe hacerle al duque es pre-cisamente que se equivocara.En el análisis de la figura del fundador destacan los autores que Maquiavelo serefiere con esta personificación no sólo al ámbito político estricto, es decir, al creadorde un reino, sino también al creador de una religión o al héroe militar que se imponeampliando sus dominios. El fundador crea un orden nuevo, decide lo necesario paragenerar ese orden, en una situación de excepcionalidad y con los medios convenientespara esos objetivos. Al analizar más en detalle los medios que utiliza el fundador apa-recen la autonomía, la virtù, y también la crueldad para conseguir sus fines. El análisisfrío de Maquiavelo lo ven plasmado los autores en los ejemplos de Rómulo, el funda-dor de la ciudad de Roma, y en Bruto, el fundador de la república romana. La muertede Remo en el primer caso y la condena a muerte de los hijos de Bruto por su propiopadre en el segundo no reciben ningún reproche por parte de Maquiavelo, pues aunquesus actos les acusan, los resultados les excusan, como señala en el Discurso I, 9. Otroelemento característico de los fundadores es que siempre reconocieron que lo que habíaque poner por encima de cualquier otra cosa era el bien común. Tanto el fundador136 RAFAEL DEL ÁGUILA Y SANDRA CHAPARROcomo el príncipe nuevo son figuras innovadoras: el fundador da forma y el príncipenuevo reforma, en el sentido de que reconduce a la comunidad hasta que ésta seencuentre con los valores que hicieron posible la fundación de su cuerpo político.Ambos están muy próximos, comparten un alto nivel de identificación según los auto-res del libro. Y por eso discuten finamente las tesis de Pocock al respecto.La figura central del pensamiento maquiaveliano es para los autores, sin embargo, elciudadano republicano. En su análisis presentan con claridad la importancia del pueblocomo fuerza política y precisan que se trata del poder del pueblo, no de los derechos delpueblo. No dejan lugar a duda de que Maquiavelo no es un teórico moderno que consi-dere que la soberanía resida en el pueblo o que piense que éste tenga unos derechosinalienables que se convierten en criterio de legitimación del poder —como dirán losiusnaturalistas después—. Cuando habla de la libertad del pueblo o de los ciudadanos setrata de la “libertad negativa”, pues no habla de derechos individuales, los cuales no sedistinguen aquí de los deberes cívicos. Los autores tienen presentes aquí especialmentelas aportaciones de Quentin Skinner y de Mauricio Viroli, que analizan y matizan en sucaso. Tras el análisis más pormenorizado del republicanismo de Maquiavelo, el lectorencuentra sintetizadas las tareas del ciudadano en las tres siguientes: la protección de larepública, la consecución de la libertad ciudadana y el logro de la grandeza y de la glo-ria cívicas.Al presentar los tres tipos de figuras políticas maquiavelianas los autores van expli-cando los conceptos fundamentales con que Maquiavelo registra la realidad, dándole unpeso importante a la historia de estos conceptos. Esta perspectiva, siempre presente enel libro, le dota de una especial luminosidad por cuanto el lector puede ubicar fácilmen-te la aportación teórica de Maquiavelo y su significación respecto a la tradición estable-cida. Por ejemplo, cuando los autores presentan la figura política del “fundador” y seña-lan que la creación de una comunidad ciudadana virtuosa implica la existencia de unafigura de autoridad inician un análisis del recorrido histórico del concepto de “auctori-tas”. Se remontan a la antigüedad romana y van desgranando los distintos “estratos” designificado registrados en el concepto: la diferenciación de la “auctoritas” respecto a laejecutiva potestas, el contenido educativo de la “auctoritas” en el sentido de que losmaiores representan un ejemplo de grandeza para las generaciones siguientes, la proxi-midad de la “auctoritas” a una veneración de carácter religioso, su dimensión de nexode unión entre las generaciones en el sentido de que la autoridad de los vivos derivabade los muertos, del pasado. O cuando los autores abordan la historia del concepto delibertad —que es el fin político por excelencia para Maquiavelo—. Presentan entoncesel significado de la libertad cristiana —ajena a la acción política—, y el de la formula-da por los renacentistas que retoman contenidos semánticos clásicos, destacando la ten-sión entre libertad y tradición. O cuando los autores se ocupan del concepto maquiave-liano de virtù. Para ellos es especialmente relevante mostrar las diferencias entre elsignificado que tiene en Maquiavelo y el establecido en una larga tradición, y por esoRECENSIONES 137exponen el largo recorrido histórico del concepto. Acuden al análisis de la phrónesisaristotélica —como la actividad racional que guía la acción concreta, la toma de deci-sión en la vida práctica, sea del individuo o de la colectividad—, de la prudentia cris-tiana —virtud cardinal que, aun teniendo muchos elementos de la phrónesis aristotélica,apunta, sin embargo, una diferencia importante: en la prudentia cristiana el criterio justopara la acción concreta sólo puede ser hallado a partir de la adecuación con las reglasprefijadas de la ley divina—. Y finalmente se ocupan del concepto humanista de virtù,como sinónimo de gallardía, fortaleza de ánimo, destreza, ingenio y la astucia, del queMaquiavelo está próximo. Pero éste se separa también de ellos y de la tradición cicero-niana al incluir dentro de la virtù el empleo de la fuerza bruta y el engaño. En este aná-lisis histórico de la virtù, los autores no dejan de tomar en consideración las aportacio-nes de Jakob Buckhardt (virtù como estrategia del sujeto) o de Hannah Pitkin (sobre lametafórica de lo masculino y lo femenino en la relación entre virtù y fortuna), las refle-xiones de Mauricio Viroli (ambición, deseo de dominar) o las sugerencias de IsaiahBerlin sobre la ética que está implícita en la virtù maquiaveliana o, evidentemente, lasaportaciones de Quentin Skinner. Es interesante cómo los propios autores muestran lasvacilaciones de Maquiavelo en el uso de la virtù, a propósito del cap. 8 de El Príncipe.El recorrido histórico se cierra con todos los otros ingredientes de la virtù en Maquia-velo, en los que se incluyen, por ejemplo, la actividad militar y la guerra. Pero el lectorno se pierde ante estos datos, interpretaciones y matizaciones, pues los autores logransintetizar la complejidad del concepto a tres aspectos fundamentales: la virtù implica1) una acción positiva con fuerza, si hace falta para enfrentar la fortuna, la ambición yla malignidad; 2) una autodisciplina sobre las pasiones naturales; y 3) una adaptabilidada los movimientos del mundo, es decir, una capacidad para amoldarse a los cambios. Por la significación histórica que ha tenido en las interpretaciones sobre Maquiave-lo merece la pena todavía mencionar el tratamiento de la religión en su obra. El librohabla básicamente de ella en el contexto de la figura del “fundador” y de su creación deun orden de ciudadanos libres. Los autores transmiten con claridad los elementos posi-tivos que Maquiavelo encuentra en la religión y lo que rechaza de ella, concretamentedel cristianismo. La función que le gusta de la religión la encuentra Maquiavelo en laRoma antigua: le llaman la atención especialmente los fundadores que crean religionesy las dirigen. Pero la religión que Maquiavelo admira es la religión en la que los víncu-los con la divinidad pueden servir para el fortalecimiento del vínculo político, una reli-gión que no rechace el uso de la violencia en la práctica política, una religión que lle-gue al corazón de los ciudadanos donde no sea suficiente la mera coacción legal.Considera positiva la religión que, por el temor a la divinidad que infunde, favorece ladisciplina militar y ayuda en las relaciones —de guerra— entre los Estados. En defini-tiva, la religión apuntala la moralidad necesaria para la política. Esta función positiva nodeja de verla en el cristianismo antiguo, anterior a la corrupción de la Iglesia medieval,reconociendo su importante papel para religar a los hombres unos con otros y con la tie-138 RAFAEL DEL ÁGUILA Y SANDRA CHAPARROrra de sus ancestros. Pero, sin embargo, desprecia del cristianismo su pensamiento basa-do en trascendentalismo y en el idealismo, que Maquiavelo considera poco realista. Lecritica igualmente la combinación que había hecho de fe cristiana y política, por enten-der que esa mezcla confusa corrompe la fe y la política al mismo tiempo, y le reprochasobre todo que no fomente, ni deje prosperar, la grandeza y la gloria de la república,como escribe en el Discurso II, 2. El último capítulo del libro presenta, como dijimos al principio, una reflexión sobrela escisión entre el mundo político real y el reino del deber-ser, reflexión que los auto-res realizan en discusión con las enseñanzas de Maquiavelo. La discusión parte de unarecapitulación de las enseñanzas de Maquiavelo, que se pueden resumir en tres: 1) laprimera es la aportación de Maquiavelo a una “teoría” de la acción política. Maquiave-lo, con su método de ir a la “verdad real de la cosa”, muestra la complejidad de laacción y formula una lógica consecuencialista: la acción política, que tiene como obje-tivo la consecución del vivere civile e libero, tiene que guiarse por la toma en conside-ración de sus resultados. Pero como la realidad muestra que la búsqueda de resultadosbuenos no evita que los medios puedan ser peligrosos moralmente, la visión maquiave-liana del mundo es de carácter inevitablemente trágico: del mal puede salir el bien y delbien puede salir el mal. Y como no se puede evitar absolutamente el mal, habrá queoptar por el mal menor. En este sentido hablan los autores de entender a Maquiavelo enclave prudencial. 2) La segunda aportación es su consideración del poder político ciu-dadano como un ámbito en el que sean posibles nuestros deseos de justicia y de unmundo libre digno. 3) Y la tercera enseñanza de Maquiavelo es la educación para lavida política.Respecto a la primera aportación señalan los autores que el problema está, efectiva-mente, en que los medios técnicamente adecuados para lograr el objetivo sean contra-rios a los valores morales de modo que la acción se realice transgrediendo nuestra ética.Es decir, el problema está en que los medios que conducen a un fin, pero son tambiénparte del fin, no pueden ser de tal índole que su puesta en práctica destruya el objetivoa conseguir. Para los autores surge ya aquí una primera limitación en cuanto a la tole-rabilidad de los medios, derivada de los propios fines que se quieren lograr. Ilustran estaafirmación con algunos ejemplos: en un ámbito republicano, la acción política no puededeshacer las condiciones de la libertad; una violencia continuada destruye las bases dela convivencia; el engaño sistemático elimina las condiciones de confianza mínimanecesaria para asentar la autoridad de las instituciones libres. Es decir, cuando el fin esestablecer un contexto de libertad, de deliberación, no se pueden utilizar medios que lasestén destruyendo. Pero los autores señalan que el nivel de tolerabilidad de los mediosdebe ser construido una y otra vez por nosotros mismos, sin que quepa acudir a reglasperfectas que nos eviten tener que elegir. No existe un ámbito moral o de otro tipocapaz de frenar desde fuera los abusos de la política. Es precisa la reflexión para edu-car constantemente nuestra sensibilidad moral y política y elaborar los límites de loRECENSIONES 139tolerable. Y en este punto sugieren los autores que hay que «guiarse por las consecuen-cias para tratar de alcanzar aquellas consecuencias que integren principios con los quepodamos sentirnos satisfechos».Respecto a la segunda aportación de Maquiavelo creen que no hay una adoracióndel poder; que el poder va asociado a la capacidad para actuar, y que para mantener esacapacidad hay que aceptar los costes de mantenerla, el dolor, la transgresión, la violen-cia, que también gobierna nuestra vida. Pero el poder es entendido como una actividadtransitiva, que no se queda en quien lo ejerce, sino que va dirigida al logro de ese resul-tado del vivere civile e libero. Y respecto a la tercera aportación —la educación para lavida política—, señalan que la tarea de la educación del ciudadano sería prepararse paracrear un mundo en el que el crimen no pague: construir un mundo en el que el uso dela violencia o la crueldad no pague. Entonces sí podremos hacer que esos medios esténvedados a cualquiera. Este proyecto educativo cívico se asienta en la renuncia a aplicartrucos que disimulen o armonicen falsamente el dilema en el que estamos atrapados,pues hemos de aceptar que incluso la actuación guiada por un juicio que tome en cuen-ta las consecuencias no puede garantizarnos el logro de nuestros propios fines y que,como el mal no queda nunca erradicado, hay que aceptar la idea de tener que elegir elmal menor. Maquiavelo sí enseña en ese sentido a mirar de frente a la realidad delmundo y a no ocultarla bajo un imaginario velo de racionalidad moral.Y una última consideración para terminar. El libro de Rafael del Águila y SandraChaparro, además del conocimiento articulado que suministra sobre la obra política deMaquiavelo, constituye un ejemplo excelente de cómo abordar un clásico desde hoy,mostrando su actualidad y sus límites. El libro es, por otra parte, resultado de un ejer-cicio de honestidad intelectual en el que los autores van mostrándole al lector con trans-parencia y finura su análisis crítico de las muy numerosas lecturas realizadas. JOAQUÍN ABELLÁNUCM140 RAFAEL DEL ÁGUILA Y SANDRA CHAPARRO

La república de Maquiavelo

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