Thierry Desrues y Miguel Hernando de Larramendi (dirs.). París: CNRS, 2010,215 pp

Irene Fernández Molina

Revista Española de Ciencia Política

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A punto de concluir la primera década del siglo XXI, los regímenes establecidos en lostres Estados del Magreb central —Marruecos, Argelia y Túnez— parecen instalados enuna placidez política duradera, tan sólo perturbada ocasionalmente por atentados terroris-tas, catástrofes naturales o actos individuales y episódicos de disidencia. Al menos, no seven acechados por dificultades o amenazas que no puedan amansar, gestionar e incluso, ala postre, canalizar en beneficio propio. El autoritarismo goza de buena salud por estoslares, sí, contra todos los pronósticos más o menos bienintencionados de la década pasa-da. ¿Quién cuestiona o impugna entonces el actual estado de cosas? ¿Quién se opone yasea a los regímenes en su globalidad, a los grupos que detentan el poder o a algunas de laspolíticas concretas que éstos ponen en marcha?Rastrear lo que hay —o lo que queda— de oposición en el Magreb es el propósito deldossier de investigación monográfico del anuario L’Année du Maghreb 2009, dirigido porThierry Desrues y Miguel Hernando de Larramendi, científico titular del Consejo Superiorde Investigaciones Científicas en el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA) deCórdoba (España) y profesor titular de Historia del Mundo Árabe de la Universidad de Cas-tilla-La Mancha, respectivamente. Más que realizar una cartografía exhaustiva de losactores susceptibles de ser incluidos en esta incierta categoría, esta compilación de artícu-los busca identificar y localizar, como un radar, aquello que más se mueve en la escenapolítica de estos países, aunque sea entre bambalinas: nuevas tendencias, fuerzas emergen-tes, atisbos de cambio en acto o en potencia. Sus hallazgos han resultado ser mucho mássustanciosos en los márgenes de la política institucionalizada que dentro de una escenaIrene Fernández Molina“S’opposer au Maghreb” [dossier de recherche], L’Année duMaghreb 2009Thierry Desrues y Miguel Hernando de Larramendi (dirs.). París: CNRS, 2010,215 pp.16164-C POLITICA-25 (F)  5/5/11  11:56  Página 109oficial en la que campan unos partidos acartonados, acomodados en su posición subalter-na con respecto al poder e incapaces de constituir una alternativa viable.La primera virtud de este trabajo colectivo es que asume de entrada el saludable cam-bio de óptica que está teniendo lugar en los últimos años en buena parte de los análisissobre los países esta región: de la presunción (casi teleológica) de la inminencia de transi-ciones democráticas a un estudio más desprejuiciado de las múltiples dinámicas políticaspresentes en contextos autoritarios, cualesquiera que sean su sentido y sus resultados, y lasreformas que permiten a los propios regímenes adaptarse al medio y asegurar su supervi-vencia. A esto se añade la audacia de abordar un tema poco frecuente en la literatura aca-démica sobre la misma área geográfica, tanto desde el punto de vista nacional como desdeel del comparado. Abderrahim El Maslouhi explica en su capítulo que a la categoría de“oposición política” le ha costado echar raíces como variable analítica en los países delMagreb debido a los reflejos unanimistas y la inclinación al monolitismo que denota elcomportamiento de sus dirigentes desde la descolonización. Según Desrues y Hernando deLarramendi, “el principio de unidad que rige la concepción orgánica de la comunidad polí-tica, encarnado principalmente por el jefe, significa excluir al contestatario de la comuni-dad nacional”. Más allá de esto, estamos ante un objeto de estudio ambiguo y escurridizo por variasrazones: por la polisemia intrínseca del concepto y la dificultad de categorizarlo (la oposi-ción puede ser al Estado, al régimen, al líder o a determinadas políticas, según la clasifi-cación de Jean Leca citada en la introducción); por su carácter contingente y su geometríavariable a lo largo del tiempo (un mismo actor puede actuar como oposición o no depen-diendo del momento y las circunstancias, he ahí la “flexibilidad posicional” o “multipo-sicionalidad” de la que habla El Maslouhi); por la pluralidad de actores a los que puedeatribuirse la etiqueta (partidos o protopartidos políticos, sindicatos, asociaciones reivindi-cativas [de plaidoyer], movimientos sociales, medios de comunicación, individuos); y porla dependencia, a la hora de hacerlo, de las autorrepresentaciones y discursos de esos mis-mos actores, que pueden dar lugar a equívocos juegos de espejos.Por si esto fuera poco, en el terreno movedizo de las percepciones y las representacio-nes no sólo entra en juego el interés de los distintos actores por presentarse o no como opo-sición. También conviene tener en cuenta, como muestran varios de los artículos incluidosen este volumen, las funciones que algunos de ellos pueden desempeñar, voluntaria o invo-luntariamente, al servicio de los designios de unos regímenes versados en manipulación eilusionismo. Partidos consolidados y con rancios credenciales opositores, formacionesizquierdistas más o menos marginales —como las analizadas por Michael Béchir Ayari enel caso tunecino—, u organizaciones de la sociedad civil políticamente beligerantes, nin-guno está libre de las consecuencias de funcionar en un marco político y legal autoritarioque tan sólo permite una autonomía restringida; ninguno escapa a los intentos de instru-mentalización por parte del poder central. La buena reputación democrática del país en elextranjero y la contención de los movimientos islamistas emergentes han sido dos objeti-vos prioritarios en este sentido.Irene Fernández Molina110Revista Española de Ciencia Política. Núm. 25, Abril 2011, pp. 109-11316164-C POLITICA-25 (F)  5/5/11  11:56  Página 110En este dossier no se señala qué actores encarnan hoy por hoy la verdadera oposicióna los regímenes magrebíes o llevan al menos la voz cantante, pero sí que queda claro quié-nes no lo hacen: los partidos políticos. Louisa Dris-Aït-Hamadouche y Yahia H. Zoubir losdescriben, en el caso argelino, como unas organizaciones sumidas en el descrédito, inca-paces de movilizar al electorado y preocupadas únicamente por conseguir una parcela depoder, aunque sea a costa de contemporizar con el régimen. La inoperancia de los que enteoría deberían ser los mediadores legitimados entre el Gobierno y la sociedad explica queel interés de muchos observadores de estos países se haya desplazado hacia formas deacción colectiva, protesta y movilización social que trascienden, al menos en parte, la esce-na política institucionalizada. El Maslouhi realiza una sugerente reflexión sobre el paradigmático viaje de la UniónSocialista de Fuerzas Populares (USFP) marroquí desde la oposición (primero subversiva,luego institucional) hasta el regazo —y el seguidismo— de la monarquía, que en los últi-mos años le ha valido una aguda crisis de identidad y sucesivos varapalos electorales. Másallá de la retórica del consenso y el compromiso con la “transición democrática”, las cla-ves de esta evolución se hallan en las “racionalidades subjetivas” de los dirigentes de laformación (vistas en clave sociológica), los beneficios recíprocos de su alianza con el régi-men y la delicuescencia ideológica que aqueja a la izquierda a nivel mundial. Entrevera-das en su particular narración-interpretación de la historia de este partido (y sus anteceso-res) en los últimos cincuenta años, este artículo ofrece además algunas pistas teóricas quepueden servir de referencia para futuras investigaciones. Sin embargo, como reconoce elmismo autor, los puntos de observación más prometedores a la hora de buscar “oposicio-nes” en el Magreb actual son los que tienen que ver con la acción colectiva menos institu-cionalizada, las protestas y los movimientos sociales. Éste es el enfoque y la escala quecomparten los trabajos más empíricos incluidos en esta compilación, elaborados a partirde la observación sobre el terreno y entrevistas con los actores protagonistas.Didier Le Saout y Amrouche Nassim examinan dos manifestaciones particulares de latendencia actual a la reafirmación y politización de la identidad etnolingüística amazig,presente en distintas regiones del Magreb. El primero aborda el surgimiento y la evoluciónde un sector específico del movimiento amazig de Marruecos que ha adoptado un registrosingularmente radical en sus acciones y reivindicaciones: el integrado por los militantes—sobre todo estudiantes— originarios del sudeste del Atlas Medio. Tras repasar susestructuras de movilización (organizaciones) y repertorios de acción colectiva (bloqueo decarreteras, boicot electoral), este autor dedica una especial atención a los discursos y elcomponente identitario de las protestas.Precisamente ése es el ángulo de análisis elegido por Nassim en su intento de explicarlas mutaciones de la vieja “oposición bereberista” de la Cabilia argelina que subyacen traslos violentos disturbios del verano de 2001. Y es que ambos movimientos presentan inte-resantes analogías pese a la distancia geográfica. Primero, su estrategia de retradicionali-zación o, más propiamente, el recurso a lo que Eric Hobsbawm (1984) denominaría “tra-diciones inventadas” (desempolvadas a voluntad y readaptadas a las necesidades políticas111RecensionesRevista Española de Ciencia Política. Núm. 25, Abril 2011, pp. 109-11316164-C POLITICA-25 (F)  5/5/11  11:56  Página 111del momento), que se extraen del repertorio tribal de cada zona con el fin de apuntalar lacomunidad imaginaria. Segundo, la utilización también selectiva de hechos y mitos histó-ricos locales para, entre otras cosas, establecer una continuidad entre la lucha actual y lasguerras anticoloniales de las que aún procede buena parte de la legitimidad de sus respec-tivos Estados nacionales. Y, por último, la tensión permanente entre las identificacionesglobales y locales, entre una definición supraestatal de la amaziguidad que engloba todoel norte de África —la mítica Tamazgha— y la tendencia a la diferenciación sobre unabase cada vez más local (la primera parece prevalecer en el caso cabilio y la segunda en elde Marruecos).La cuestión de la identidad es también crucial en los dos artículos relacionados con elSáhara Occidental, donde, no en vano, se entrecruza con las coordenadas estratégicas deun conflicto internacional aún no resuelto. Dentro del territorio bajo control marroquí, Vic-toria Veguilla analiza las transformaciones que ha experimentado en la última década elespacio de la protesta de la ciudad de Dajla. La observación de dos episodios sucesivos decontestación y de la trayectoria paradigmática de un militante le permite cuestionar la dis-tinción neta entre reivindicaciones socioeconómicas y “políticas” (léase independentistas)que han establecido y difunden las autoridades marroquíes (cada vez más tolerantes conlas primeras siempre y cuando se presenten pulcramente despolitizadas). Para esta autora,lo identitario penetra la totalidad de los procesos sociopolíticos que se producen en estaciudad, ya que, entre otras cosas, los propios actores no dudan en utilizarlo como recursopara alcanzar sus objetivos. Tampoco los saharauis independentistas refugiados en los campos de Tinduf (Argelia)son la comunidad detenida en el tiempo y políticamente congelada que a veces se presen-ta. Frente al unanimismo oficial, Carmen Gómez Martín y Cédric Omet siguen la pista dealgunas organizaciones de jóvenes saharauis que actualmente cuestionan la gestión delconflicto por parte del Frente Polisario, aunque sin oponerse a él abiertamente (“disiden-cias no disidentes”), y enarbolan incluso el discurso del “retorno a las armas”. Lo hacentanto en los campos de refugiados como en la emigración en Europa —sobre todo Espa-ña—, que sus dirigentes permitieron precisamente como válvula de escape de la frustra-ción provocada por las desigualdades sociales y la eternización de las negociaciones. Elúnico problema de este trabajo es que asume una correspondencia entre las movilizacio-nes de los jóvenes saharauis en los “tres espacios” —los campos de refugiados, la diáspo-ra y los “territorios ocupados”— que no quizá debería darse por sentada (habría que pre-guntarse también por las divergencias).El terreno de la sociedad civil, por otra parte, es el más propicio para observar las con-secuencias de la autonomía restringida de los actores políticos potencialmente opositoresy la permanente voluntad de los regímenes de mantenerlos a su servicio. En el caso deArgelia, como explica Laurence Thieux, la mayor parte de las asociaciones trabajan en elámbito social, cultural o medioambiental, donde no hacen sino prolongar y reforzar laacción del Estado; mientras que las que actúan en terrenos políticamente sensibles —dere-chos humanos, lucha contra la corrupción, movimiento bereber— son minoría. Además deIrene Fernández Molina112Revista Española de Ciencia Política. Núm. 25, Abril 2011, pp. 109-11316164-C POLITICA-25 (F)  5/5/11  11:56  Página 112este papel vicario, también ha sido constante a lo largo de las últimas décadas la instru-mentalización de estas organizaciones por parte del poder, con objetivos cambiantes: laliberalización económica y política en los años ochenta, la lucha contra la amenaza isla-mista en los noventa, la “reconciliación nacional” a partir de 2000. En el país vecino, laLiga Tunecina de Derechos Humanos (LTDH) ha atravesado vicisitudes similares. LarbiChouikha y Eric Gobe describen las razones de sus vaivenes, desde los años setenta, entrela oposición más firme y el compromiso con un régimen que la coarta y reprime tantocomo la necesita (para su legitimación internacional sobre todo).No extraña, en definitiva, que más que hablar de la actividad o la influencia de las dis-tintas fuerzas de oposición, más que medir sus respectivas capacidades y opciones dealcanzar el poder, la mayoría de los artículos recogidos en este dossier traten sobre todode las dificultades de su existencia y acaben por levantar acta de su impotencia. Si algunavez estuvo sembrado de minas, el del Magreb actual es, como repiten varios de los auto-res, un campo político desactivado en el que, una tras otra, todas las supuestas amenazasterminan revelándose inocuas para la supervivencia de los regímenes. El desfile de actorespolíticos rendidos o inermes al que asistimos en estas páginas no resulta precisamenteesperanzador, pero constituye un paso obligado para comprender la realidad política pre-sente de los países de esta región.ReferenciasHobsbawm, Eric. 1984. “Introduction: Inventing Traditions”, en Eric Hobsbawm y Teren-ce Ranger (eds.), The Invention of Tradition. Cambridge: Cambridge University Press.113RecensionesRevista Española de Ciencia Política. Núm. 25, Abril 2011, pp. 109-11316164-C POLITICA-25 (F)  5/5/11  11:56  Página 113

“S’opposer au Maghreb” [dossier de recherche], L’Année du Maghreb 2009

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