Abstract

La masacre de 1937 es un hecho horripilante y vergonzoso de la historia dominicana. Es un crimen contra la humanidad, una matanza hecha no por un país o un pueblo, no matanza hecha no por un país o un pueblo, no realizada en una guerra ni como acto de defensa o supervivencia, sino una de las tantas decisiones inhumanas de la tiranía trujillista, tomadas en primer lugar en contra el propio pueblo dominicano, para subyugarlo y doblegarlo. La Nación dominicana necesita salir de la negación o de la deformación de la Historia, necesita salir de la aceptación o validación de los mitos tiránicos, de sus silencios y acuerdos impuestos. Necesita dejar de venerar a falsos héroes y tomar como epopeyas hechos deleznables. Necesita reconocerse, reconciliarse consigo misma y reconstituir su ética de vida. Para ello, es preciso apoyarse en las tres columnas de la reconciliación: memoria, verdad y justicia histórica, que contribuyan a zanjar las heridas abiertas, a superar culturalmente esas marcas e impedir que se sigan replicando hechos de similar brutalidad, en cualquier modalidad que se presente

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