Con la promulgación de la Constitución de la Organización Mundial de la Salud en 1946, el concepto de salud se redefine como un estado que no remite solamente a la condición de un organismo sin enfermedad, sino que supone además una experiencia de bienestar integral al que cualquier individuo debería aspirar (OMS, 2006).
La ampliación de las esferas de acción de este concepto vital para la gubernamentalidad de los Estados-Nación extiende el dominio de la salud de una esfera reactiva a otra proactiva. La esfera reactiva comprende toda acción relacionada con la cura, tratamiento y prevención de la enfermedad, mientras que la proactiva incorpora acciones, actitudes, prácticas y saberes orientados a mejorar la salud, incrementar la calidad de vida y optimizar los niveles de bienestar de una persona y población (ZIGURAS, 2005).
El componente positivo que porta el significante bienestar tiene un efecto directo en el modo en que el sujeto se coloca ante las vicisitudes de su propia existencia. Emerge allí, como advierte Rose (2001), un sujeto con voluntad de salud, y con derecho a reclamarla, que se asume libre y por ende responsable de los estilos de vida que elige.Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educació