Bajo el peso abrumador del cine neomitologista (1957-c. 1970), y algún fracaso de público, los estudiosos guardaron el recuerdo del cine de romanos en un basto féretro con la etiqueta peplum, un disfemismo afrancesado. Pasó casi desapercibido que, ya en 1968, la TV había tomado el relevo en forma de una Odisea de Franco Rossi, autor también de una posterior Eneida. Poco más de un lustro después, la serie Yo, Claudio revolucionó el género en un relato casi desprovisto de los munera que atraían el público a las salas. Salvo casos singulares, las series fueron luego la expresión mediática del mundo clásico, hasta que en los años 2000 Gladiator retomó la epopeya para la pantalla grande, sin que la TV, con Roma de HBO en el mascarón de proa, perdiera aliento en absoluto. En este trabajo se pretende proponer una visión de conjunto que respete el continuum natural entre cine y TV: la evolución de temas, tópicos y mitos de ese virtual mundo clásico, que fue real un día en latín y griego