Es ya histórico, sin duda, el debate construido por historiadores y filósofos en torno a la legitimidad y conveniencia de los distintos métodos historiográficos en relación con sus respectivos objetos de análisis. Este discurso de discursos ha venido iluminando al menos durante los dos últimos siglos la labor del historiador y, en casos sobresalientes, ha generado argumentos que han hecho tambalearse las narraciones al uso y los principios académicos de la disciplina. Con este escrito pretendemos realizar un primer acercamiento a esta realidad con el fin de esclarecer y divulgar de qué modo pueden operar, no ya en el oficio del historiador, sino en una dimensión cognoscitiva y política que ayude a una sociedad a precisar más sutilmente el significado que se da a sí misma