research

Olivares en palacio

Abstract

Los historiadores de la arquitectura estamos acostumbrados a juzgar la importancia de las obras a partir de las novedades formales que aportan dentro de una evolución atenta solo a sus propias leyes. A veces se nos olvida que la arquitectura es el marco donde se desarrolla la vida, y que el valor histórico de un edificio, puede estar también ahí, en su condición de escenario para determinadas manifestaciones de la actividad humana. Y eso puede ser en ocasiones más relevante que el propio interés específico de una arquitectura vista solo desde los estrechos límites de su disciplina. En el caso del alcázar madrileño es evidente que, al margen de cual sea su mérito, las intervenciones arquitectónicas que se van sucediendo solo alcanzan su verdadero sentido cuando las contemplamos atendiendo al significado del edificio: un lugar donde la realeza se manifiesta y el poder se ejerce. Obras menudas, intrascendentes en otros contextos, pueden adquirir una nueva consideración y de ahí la importancia que tiene conocer cual fue el destino de los espacios, la ocupación y el uso que de ellos se hizo, cómo y por quien fueron habitados. Cosa en la que hasta ahora –hay que reconocer- no hemos conseguido avanzar demasiado

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