Resulta en principio paradójico que justo cuando la humanidad ha alcanzado su máximo nivel de seguridad e higiene alimentarias también lo haya hecho el de su temor a los alimentos, el de la sensación de que al alimentarnos incurrimos en riesgos considerables, riesgos que antes no existían y que han sido creados por las nuevas tecnologías. En este clima social, al explicar en que consisten y cómo deben gestionarse los riesgos alimentarios, hay que abordar urgentemente la difícil tarea previa de deshacer algunas de los entuertos más notables