Nuestras ciudades han sufrido en los últimos 100 años una serie de transformaciones muy importantes, como consecuencia del rápido crecimiento demográfico, del desarrollo industrial y de los avances tecnológicos. Los centros históricos han visto desaparecer muchos edificios que han sido sustituidos por otros más “modernos”, y las necesidades de creación de vivienda para alojar a la creciente población han hecho crecer las ciudades saturando la periferia de modelos de ciudad muy diversos, según inercias culturales, intelectuales o simplemente económicas.
La llegada de las tipologías edificatorias y los modelos de ciudad del norte de Europa y su implantación en lugares de tradición mediterránea, trastornó las formas de vida de las personas. La tradicional casa patio de vecinos, las plazas abiertas, ajardinadas y amables, las frescas calles estrechas, han sido reemplazadas por edificios en altura, plazas duras y grandes avenidas. Las texturas del ladrillo, la piedra y la madera conviven en nuestras ciudades con las del metal, el vidrio y los plásticos, con cierta armonía y pese a la resistencia de la sociedad. La protección frente al medio de las fachadas tradicionales de gran espesor de obra de fábrica y las reducidas dimensiones de sus huecos (para controlar la radiación solar) derivaron en muros delgados y grandes superficies acristaladas.
Es frecuente, que estos “nuevos” edificios que se construyeron en España en los años 50, dada la configuración de sus fachadas y cubiertas, no garanticen los mínimos niveles de aislamiento y estanqueidad, y precisen un consumo de energía muy alto para climatizar sus espacios, además de requerir de obras de rehabilitación muy costosas para reparar las lesiones que las filtraciones de humedad producen.
Nos encontramos con una enorme herencia (stock) de edificios construidos con unas necesidades urgentes de intervención, muchos de ellos por la degradación de sus elementos constructivos y estructurales, la mayoría por la necesidad de incrementar el aislamiento de sus envolventes y eliminar los puentes térmicos.
Hay casos en los que será más rentable demoler el edificio y sustituirlo por otro nuevo que cumpla con los requisitos básicos de seguridad y habitabilidad marcados por la legislación española, pero es posible afirmar que la rehabilitación es la alternativa más sostenible, desde criterios medioambientales, económicos y sociales, a pesar de que en la práctica, las obras requieren de actuaciones muy complejas y en la mayoría de los casos tanto la nueva normativa como las soluciones técnicas que el mercado pone a disposición de los profesionales son de difícil aplicación por cuestiones tan infranqueables como la tipología edificatoria o la protección patrimonial del edificio.
En este artículo analizamos el caso concreto de la aplicabilidad en estas obras de Rehabilitación y Adecuación de la normativa española, el Código Técnico de la Edificación publicado en el año 2007