El Coronel sí tiene quien le escriba: la tutela por mínimo vital en Colombia

Abstract

Todas las mañanas el protagonista del El Coronel No Tiene Quien le Escriba va al puerto de su pueblo a la espera de la llegada del correo, y todas las mañanas regresa a su casa confirmando una vez más que su pensión de jubilación militar no ha llegado. La espera interminable trae consigo la degradación cotidiana, el hambre y la desesperación hasta que al final de la historia sólo la remota posibilidad de que el único gallo fino que le queda gane una pelea se convertiría en su último recurso de subsistencia, más accesible que el recibo de la pensión. En la última escena la esposa del Coronel, resignada a la espera del día de la pelea, le pregunta, “Y, mientras tanto, ¿qué vamos a comer?”[1] [1] El Coronel le responde: Mierda. Gabriel García Márquez, El Coronel no tiene quien le escriba, Editorial Norma, Bogotá, 1991

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