Bosman, Herman Charles

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Repositorio Documental de la Universidad de Valladolid

Hermēneus. Revista de Traducción e Interpretación Núm. 5 - Año 2003Herman Charles BOSMAN, Un Rip van Winkel BóerTraducido por Juan Miguel ZARANDONAUniversidad de ValladolidTodo escritor posee, por ahí en medio, estorbando, en una maleta o en un baúl, varias partes de una historia en la que se ha puesto a trabajar de forma continua de vez en cuando, pero que nunca ha llegado a terminar porque no ha sido capaz de resolver cómo el tema debería ser tratado. Una  de  estas  historias  –una  que  he  tenido  abandonada  durante  muchos  años  en  una  maleta– concentra su atención en las cosas que le acontecieron a Herklaas van Wyk.El argumento de un relato no es algo que me atraiga de forma muy particular. Me parece que sentarse  y  urdir  un  argumento  no  requiere  hacer  uso  de  la  forma  más  elevada  de  inspiración literaria. Más bien requiere, este tipo de actividad, de la habilidad de un buen inventor.Por lo que respecta a mis propias historias, las que más me gustan son precisamente aquéllas que han ido creciendo de forma espontánea. Cierta disposición de ánimo, como por arte de magia expresada en media docena de palabras, me pone en movimiento, y a menudo me ha pasado que sólo cuando estoy muy cerca de acabar de escribirlo, me doy cuenta repentinamente de la estructura del relato. Y en más de una ocasión me he llevado la sorpresa de descubrir qué cuento más viejo es aquél que me mantiene ocupado lejos del fuego acogedor de la chimenea. Una sorpresa agradable, por ciento, ya que los cuentos viejos son mis preferidos.Pero mi incapacidad para terminar de escribir la historia de Herklaas van Wyk no se debe a que su conclusión no haya tomado algún tipo de forma reconocible en mi imaginación dentro del espacio de los pocos últimos cientos de palabras. No se trata de este tipo de problema propio de un escritor:  no  introduje mi  mano en  el  sombrero  y  surgió esta  vez  una  historia  que  se  negara  a desvelar  su  final.  Muy al  contrario,  esta  historia  se  dejaba  narrar  muy fácilmente,  en  todo  lo esencial. Y aún es más, ya desde los primeros párrafos, me di cuenta muy claramente de a qué tipo general de historias pertenecía. Pero había tantos vacíos entre el momento en que Herklaas van Wyk fue visto por última vez con los últimos vestigios del comando Losberg, hacia el final de la Guerra de los Boers, en 1902, y el momento en que fue capturado con el General Kemp, a la afueras de Upington, en la rebelión de 1914.Si  pudiera  completar  los  detalles  perdidos  de  este  intervalo  de  doce  años  de  forma satisfactoria,  todavía  podría  escribir  la  historia  de  Herklaas  van  Wyk.  Sin  embargo,  lo  más fascinante del cuento está íntimamente ligado a la naturaleza de esta laguna. No es algo novedoso encontrarse con una historia cuyo final es un misterio –un factor que el lector debe calcular por sí - 1 -Hermēneus. Revista de Traducción e Interpretación Núm. 5 - Año 2003mismo, con o sin la ayuda de indicio alguno suministrado por el autor. Pero cuando falta la parte intermedia  del  relato  –aquélla  que  aporta  la  razón  de  ser  de  la  secuencia  completa  de acontecimientos reales o imaginarios– entonces siento que tengo que hacer frente a un problema artístico de un tipo del que no estoy seguro que sea sensato para un escritor acometer.No me importa escribir una historia cuyo argumento sea vago. Pero cuando la razón de ser no está presente –el fondo del asunto, la psicología y la interacción entre la situación y los personajes– entonces, lo que queda no se parece a mi idea de lo que debe ser una historia.Los acontecimientos con los que se relaciona a Herklaas van Wyk en los primeros meses de 1902 son harto conocidos. Todavía hoy en día hay un buen número de boers con vida que lucharon en el mismo comando que él. La invasión de Kritzinger de la Colonia del Cabo es un episodio que pertenece ya a la historia. Así como que un grupo considerable de boers, pertenecientes a comandos que no cesaban de dividirse en fracciones cada vez más pequeñas, consiguiera con éxito penetrar hasta el Océano Atlántico, y siguiera presentando batalla, en lo más profundo de la Colonia del Cabo, hasta mucho después de que el comando principal se hubiera batido en retirada más allá del  río Vaal, el de las aguas grises.Fue en 1902 cuando Herklaas van Wyk, ascendido al rango de veldkornet o alférez, avistó, en la distancia azulada, el inquieto Atlántico. La pequeña agrupación de hombres siguió adelante hasta la playa. Habían recorrido un largo camino, desde el Transvaal y el Estado Libre, y también desde el semidesértico Karoo, donde un buen número de rebeldes del Cabo se habían unido a las fuerzas de combate de las Repúblicas. Se trataba de un variopinto grupo de burgueses boers, como les gustaba llamarse a sí mismos, que hicieron un alto en su camino en las blancas arenas de la playa situada al sur de Okiep.Herklaas van Wyk se mantuvo cabalgando a lo largo de la costa durante un buen trecho. Los burgueses también recorrieron esa distancia galopando detrás de su veldkornet, de manera tal que los cascos de sus caballos levantaron una polvareda húmeda de arena marina. Y ello debido a que cabalgaron por aquella franja de playa de la cual las olas de la marea menguante hacia poco que se habían retirado en dirección al Atlántico.Finalmente, Herklaas van Wyk sujetó las riendas de su caballo. Protegiéndose los ojos con una mano, contempló por un tiempo muy prolongado aquel punto del horizonte donde el mar y el cielo confluían. Él ya sabía desde hacía dos años que la Guerra de los Boers estaba perdida para el  Transvaal y el Estado Libre. Había recuperado una última esperanza, aquella mañana temprano, cuando avistó el océano. Pero incluso ésta ya se había desvanecido para entonces. Comprendió que le era imposible, con un puñado de burgueses bajo su mando, invadir Inglaterra.Mirando con gallardía hacia el mar, Herklaas van Wyk se quitó la gorra despacio. “No se puede hacer nada kêrels (es decir, chicos)”, pronunció a voz en grito para poder ser oído por encima del rugido de las olas y del viento. “Tenemos que regresar de nuevo. Por aquí no hay ningún vado por el cual podamos atravesar las aguas con nuestras cabalgaduras”.Alrededor de Herklaas van Wyk se podía observar un cierto halo de grandeza, incluso en la derrota.- 2 -Hermēneus. Revista de Traducción e Interpretación Núm. 5 - Año 2003Y por lo que concierne al relato de su vida, hasta el momento en el que se pudo oír el silbido  del viento marino a través de su barba negra, no hay nada dudoso. De hecho, es posible leer lo que  se quiera sobre él en cualquier libro de historia que se ocupe de aquel período. Pero es en el camino de vuelta hacia el Transvaal, cuando él y sus hombres tuvieron que eludir las columnas inglesas de acción rápida y que cruzar cercas de alambres de púas con garitas ensartadas en ellas, el momento en el  que Herklaas van Wyk abandona las páginas de la historia escrita,  rebosante de fechas y lugares, e ingresa en el reino de la leyenda.Se acepta generalmente que estaba todavía en el campo de batalla al terminar la Guerra de los  Boers en mayo de 1902. Su versión propia cuenta que se deslizó a gatas dentro de un rondavel o choza abandonada al pie de un koppie o cerro del distrito de Upington, y que se quedó dormido, con su pistola Mauser a su lado, y su caballo amarrado a un espino.Otra versión –basada en la fuente más que dudosa de sus compañeros del comando rebelde bóer que se rindió con Herklaas van Wyk en 1915, después de que el General Kemp fracasara en su intento de tomar Upington– trata  de dar  cuenta de ese intervalo de doce años de manera muy diferente. Según los términos de este segundo intento de reconstruir los hechos, todo lo que le pasó a Herklaas van Wyk entre 1902, al final de la Guerra de los Boers, y 1914, el año del estallido de la rebelión, fue que estuvo viviendo en alguna granja del distrito de Upington como bywoner, es decir cultivando para sí una pequeña porción de terreno del dueño de la misma a cambio de su trabajo. Resulta muy fácil concebir, declaran los protagonistas de este punto de vista, que dormiría bastante durante aquel período, de manera especial cuando durante las tardes calurosas su amo le enviara fuera  a  buscar  el  ganado  extraviado.  ¿Quién  no  ha  oído  alguna  vez  contar  -esta  escuela  de incrédulos se pregunta- que un bywoner se ha quedado dormido en su rondavel cuando debería estar en el pozo bombeando agua?Yo sólo puedo replicar que esta teoría que lo retrata como un bywoner decadente no encaja con el concepto que yo tengo de Herklaas van Wyk como persona.Una tercera escuela de teorizadores, atrayendo la atención hacia la cicatriz de una vieja herida de bala que Herklaas an Wyk todavía acarreaba sobre la sien izquierda cuando cabalgaba con Kemp en  1915,  nos  ofrece  otra  explicación  para  aquel  período  intermedio.  Es  bastante  probable  que aquella  bala,  al  desgarrarle  la  carne  de  uno  de  los  lados  de  su  cabeza,  le  causara  pérdida  de memoria, dicen éstos. Es bastante probable que Kerklaas van Wyn se convirtiera en un bywoner al terminar la Guerra de los Boers. Y que entonces, en 1914, al escuchar de nuevo el golpeteo de los cascos  de los caballos  de los  comandos surgiendo otra  vez del  Veld o praderas africanas,  y el traqueteo de los mosquetes, el pasado volviera a su mente de forma repentina, y ya lo tenemos una vez más sobre la silla de montar, con su Mauser y su bandolera. La Guerra de los Boers volvió a su memoria de forma rápida e instantánea. Sólo que ahora fue el período como bywoner el que cayó en el olvido. La memoria a veces nos juega estas pasadas.De todas maneras, debo confesar que esta segunda teoría no me interesa de forma particular tampoco.Sigo prefiriendo el relato del propio Herklaas van Wyk, el que contó a todo el mundo que estuviera dispuesto a escucharlo, después de haber sido capturado por las fuerzas gubernamentales de Botha. Por una simple razón, si aceptamos la explicación de Herklaas van Wyk acerca de su - 3 -Hermēneus. Revista de Traducción e Interpretación Núm. 5 - Año 2003largo sueño en aquel  rondavel abandonado al pie de un  koppie del distrito de Upington, tenemos material  suficiente  para  una  leyenda  sudafricana  tan  conmovedora  como  la  que  nos  narró Washington  Irving.  Van  Wyk  y  Van  Winkel.  Con  toda  seguridad,  no  se  trata  de  una  simple coincidencia.  Sobre  todo,  la  propia  historia  de  Herklaas  van  Wyk  posee,  como  una  de  sus cualidades, un goticismo - una magnificencia sombría que nunca está ausente del interior de un rondavel situado al pie de un koppie, si ese koppie está constituido de mineral de hierro.Herklaas van Wyk dormido en ese oscuro rincón, esperando, un Barbarroja del backveld, de los más remotos campos africanos, el lejano momento de su despertar, en una hora dominada por el  estruendo atronador de los cascos de los caballos y el fragor de la batalla.El anciano de barba blanca y Mauser cubierto de orín y el esquelético caballo habían pasado con el comando rebelde de Kemp la mayor parte de una semana de huida descorazonadora de las tropas del Gobierno. Comenzó a darse cuenta ahora, aquella pequeña congregación de rebeldes de 1914, de que el Oom, el señor, Herklaas van Wyk se encontraba (según lo interpretaron) en su segunda infancia. Estaba claro que creía que el año era el 1902; resultaba obvio que no sabía que era un rebelde que se había lanzado al campo de batalla contra la tropas de la Unión Sudafricana; por el contrario, hablaba de sí mismo como de un burgués o ciudadano del Transvaal, y se refería a la rendición de Cronje en Paardeberg con desprecio, como si hubiera acontecido ayer.Se quedó bastante perplejo, también, cuando averiguó por primera vez que una columna de hombres de Botha estaba persiguiendo al comando rebelde.“Pero si Botha nos quiere dar caza a nosotros”, Herklaas van Wyk preguntaba, “¿quién le plantea batalla a Kitchener?De esta  manera  llegó  el  día,  al  anochecer  cuando  los  rebeldes  habían  acampado  en  una plantación  de  eucaliptos  en  la  carretera  hacia  Upington,  en  que  se  dieron  gran  número  de explicaciones.“Recuerdo el día que se unió a nosotros, Oom Herklaas”, dijo Jan Gouws, un joven rebelde, después de que Herklaas van Wyk hubiera contado su historia y de que le hubieran persuadido de que aquel año era, realmente, el 1915, y de que no estaba luchando en la Guerra de los Boers. “Su barba blanca ondeaba en el viento, Oom Herklaas, y muchos de nosotros nos reíamos de la torpe manera en la que su viejo caballo corría a medio galope, lanzando todas las patas hacia el mismo lado. ¿Así que realmente afirma que ha estado dormido durante doce años?”“Así lo creo ahora - ahora que me lo habéis dicho”, Herklaas van Wyk respondió, “que debo de  haber  estado dormido en  el  suelo  de  aquel  rondavel todos  estos  años.  Aquello  debió  pasar justamente al final de la Guerra de los Boers. Y resulta curioso que sólo me haya despertado cuando mi nación me necesita de nuevo”.Lo rebeldes recibieron este último comentario del anciano en silencio. Habían comenzado a poner en duda la sensatez de su alzamiento en armas. No habían hecho más que ir de mal en peor durante muchos de los últimos días. Una lluvia incesante había pasado por agua su ardor guerrero.- 4 -Hermēneus. Revista de Traducción e Interpretación Núm. 5 - Año 2003“¿Se  acordó  usted  de  dar  cuerda  a  su  reloj  antes  de  irse  a  dormir,  Oom Herklaas?”,  le preguntó Jan Gouws, intentando cambiar de tema.Los otros no se rieron de su ocurrencia. Por una razón muy simple, la lluvia había comenzado a caer de nuevo ...Algunos de los rebeldes parecían medio inclinados a creerse el relato de Herklaas van Wyk. Y parecía además haber algo solemne difícil de explicar en la idea de un burgués de la República del  Transvaal  dormido  en  un  rincón  de  un  rondavel abandonado,  con  su  Mauser  a  su  lado,  y levantándose de nuevo sólo doce años más tarde, cuando los hombres cabalgaban una vez más con los rifles cruzados y colgados del hombro.“¿Soñaba usted durante todo ese tiempo, Oom Herklaas?” le preguntó otro hombre, en un tono medio serio.El anciano se lo pensó un rato.“Recuerdo haber soñado que una mossie o golondrina se posaba en un kaffir-boom o árbol del cafre repleto de flores rojas”, Herklaas van Wyk respondió despacio, “pero creo que lo soñé hace mucho tiempo - después de que hubiera estado dormido sólo cuatro años, o algo parecido”.Jan Gouws se estremeció. Las flores rojas de ese kaffir-boom deben estar más que marchitas por ahora, pensó. Y le produjo una extraña sensación pensar en aquella mossie, que un viejo vio en un sueño, revoloteando por ahí bajo el brillo de un sol de tiempos muy pasados. Le produjo sentirse a disgusto por alguna razón que no podía explicar.“Mi Mauser está muy roñoso”, prosiguió Herklaas van Wyk. “He intentado engrasarlo, pero no sirve de nada. Voy a tener que apuntar o disparar a uno de esos enemigos, y quitarle su rifle Lee-Metford, como solíamos hacer. ¿Cuánto tiempo, creéis, nos llevará ganar esta guerra?”Los rebeldes no respondieron. Sabían que su causa estaba ya hecha añicos. A pesar de la demencia senil del anciano, parecía emanar de su espíritu una forma extraña de convicción, un tipo de firmeza de cara a la adversidad y a la derrota que ellos mismos no poseían. Parecía haber algo dentro de las entrañas de este burgués de la República del Transvaal que ellos no tenían. Algo firme y constante que habían perdido. Y les parecía, al sentir la diferencia entre la generación anterior y la suya, y sin ser capaces de expresar sus sentimientos con palabras, que en esa diferencia residía la causa de su derrota.“¿Y qué le pasó a su caballo, Oom Herklaas?” preguntó un joven rebelde en un momento dado.Aunque  de  apariencia  ruinosa,  Herklaas  van  Wyk  todavía  parecía  representar,  de  alguna manera, la melancolía y la grandeza de días de mayor gloria.“Yo había atado la correa del caballo a un espino”, dijo Herklaas van Wyk, “y supongo que él  también se quedaría dormido. Y estoy seguro de que el golpeteo de los cascos de los caballos de un comando a todo galope debe haberlo despertado a él también. Ya que cuando me acerqué al espino - 5 -Hermēneus. Revista de Traducción e Interpretación Núm. 5 - Año 2003-que no había crecido mucho durante todo ese tiempo: ya sabéis lo despacio que crecen los espinos- mi viejo compañero de batallas estaba resollando y pateando sobre el terreno. Y su cuello estaba arqueado”- 6 -

Un Rip van Winkel Bóer. Traducido po Juan Miguel Zarandona.

https://uvadoc.uva.es/bitstream/10324/25914/1/Hermeneus-2003-5-UnRipVanWinkel.pdf

Un Rip van Winkel Bóer. Traducido po Juan Miguel Zarandona.

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