El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es un trastorno del neurodesarrollo muy frecuente en niños y adolescentes. Consiste en una disfunción neurobiológica, de origen cerebral, que afecta a la capacidad del niño, adolescente o adulto para prestar atención, regular su actividad motriz (hiperactividad) y frenar sus comportamientos (impulsividad). Tiene repercusiones conductuales, académicas, psicológicas y sociales muy importantes, y afecta considerablemente la vida tanto del que lo padece como de su familia (Nicolau, Díez, & Soutullo, 2014). Se caracteriza no solo por sus disfunciones cognitivas sino también por la existencia de importantes alteraciones afectivas, tanto motivacionales como emocionales. Según el Manual Diagnóstico DSM-V, (2014), hablar de TDAH supone que el/la niño/a presenta un conjunto de conductas persistentes en cuanto a la desatención, hiperactividad e impulsividad con mayor frecuencia e intensidad de lo que es habitual según la edad y el desarrollo del niño/a. Estas conductas interfieren de forma significativa en el rendimiento escolar, en sus actividades cotidianas, y en la manera de relacionarse con sus pares y su entorno en general
