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La educación especial en el Ecuador

Abstract

Algo quiere alcanzar el niño y no puede. Aquel objeto está lejano a sus fuerzas. Intenta de nuevo, pierde el equilibrio, cae, fulminado, una vez más ganado por la impotencia. Todo es en vano; sus ojos, no obstante, conservan claridad. Paralizo a su cuerpo la poliomielitis, tratando de anclarle para siempre. Él sabe de su incapacidad, de su dolor, de su destino, pero algo le alienta a superarse. Otros nada saben, simplemente vegetales que respiran, ni siquiera intuyen los beneficios de la muerte. Las limitaciones físicas amplia la cobertura del latido. Recepta con mayor sensibilidad que el resto de los mortales lo que acontece a su alrededor, prematuramente conoce de la presencia de acantilados, de la fuerza inclemente de la tempestad. Frecuentemente reza y pide, con vocablo que enternece hasta las lágrimas, que pueda andar, llegar donde los otros chicos a participar en los juegos y en las ilusiones comunes. La rudeza vital lo impide anteponiendo muro de solidez exagerada. Cuántos de esos hermanos no desearan, con vehemencia incontenible, lanzarse al cuello de la madre o del ser protector para entregar el abrazo o el beso agradecidos, como una enredadera de luz en la penumbra circundante. Apenas les queda una sonrisa que recepta toda la limpieza del rocío y acaso ni siquiera eso, tan solo su amargura y su desesperanza, en medio de una agrupación humana indolente, hasta agresiva, rotundamente orgullosa y perversa

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