En el Estado español el número de cabezas de ganado no deja de crecer, pero cada vez hay menos personas dedicadas a la ganadería. La industria cárnica ha convertido la ganadería en una actividad industrial más: deslocalizada, desligada del entorno y altamente dependiente de insumos externos. La parte productora está a merced de una industria que impone los precios y modos de producción mientras que la consumidora paga un alto precio en salud y medio ambiente por adquirir carne y productos lácteos baratos