Apenas cuatro milenios de vida sedentaria, nos han hecho
olvidar cientos de miles de años en los que el hombre era
nómada y libre para deambular por el entonces ancho mundo
libre de fronteras en búsqueda de espacios vitales donde la generosa
naturaleza le proporcionara alimento y refugio. El descubrimiento
de la agricultura dio comienzo al proceso sedentario y a la
aparición del fenómeno urbano y con ello vinieron los estados y
luego los imperios y también las fronteras y los consiguientes pasaportes
y salvoconductos. Nuestros inquietos genes del nomadismo
se volvieron poco a poco recesivos, dando paso a los genes
dominantes del quieto burgués de la vida cómoda y bien instalada
de la propiedad privada, de las patentes. Nos volvimos territoriales
y como ciertos animales domésticos marcamos las esquinas con
nuestros olores, colores y lenguajes a fin de dejar bien claro que
esto es nuestro y solo nuestro