En el contexto mundial se producen continuamente acontecimientos relacionados con la innovación basada en tecnología, que tienen un impacto directo en la economía global y por ende en las organizaciones del orbe. Al respecto, Cochrane (2001) asegura que nuestro mundo esta dominado por bits, donde casi no hay límites. Un mundo desprovisto de control por algo nuevo, naturalmente caótico y muy acelerado en las reacciones y los cambios. En ese sentido, la rapidez con que respondan las organizaciones a estos cambios y la capacidad que tengan para identificar nuevas oportunidades de negocio, será fundamental para su crecimiento y supervivencia (Baglieto, Bellesteros, Barceló, Correas, Fernández, Gómez, Hernández, López y Moyano, 2001).
Al respecto, la revolución digital es uno de los principales fenomenos que permanecen incidiendo en la cultura del siglo XXI, el cual se representa fundamentalmente por la abundancia y la multiplicidad de las tecnologías, la ruptura de las fronteras culturales y la cibernetización de la vida cotidiana. En ese sentido, la incesante aplicación de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) en todos los sectores producto de la revolución digital, ha contribuido a desarrollar la llamada sociedad del conocimiento, donde el surgimiento de extensas redes de transmisión de voz, imagen y datos, se ha concretado gracias al Internet , mismo que juega un papel preponderante para que las empresas, individuos y gobiernos se mantengan en permanente contacto, aún cuando existan de por medio grandes distancias geográficas, lo cual ha generado que los costos de transacción comercial se reduzcan drásticamente, teniendo como resultado un mercado globalizado, donde la distancia y el horario no es un impedimento para acceder a productos y servicios en cualquier parte del mundo. Dentro de las principales TIC encontramos los teléfonos fijos y móviles, el fax, las computadoras, los programas de cómputo, la televisión y el Internet entendidas como los medios e instrumentos que se emplean para hacer posible la transmisión de voz, datos, videos e imágenes en forma digital; siendo la computadora la que será abordada por la presente investigación (Robles, 2005).
Dentro de los efectos no deseados de la revolución digital, se encuentra la creciente brecha digital, la cual se atribuye según Salom (2002), a la ausencia o el no uso de las tecnologías de información y comunicación (TIC) por parte de las organizaciones sociales. En ese sentido, la adopción de TIC en las empresas, las instituciones y la ciudadanía de los países avanzados pone en evidencia asegura Monge, Alfaro & Alfaro (2005) una brecha digital marcada en las sociedades en vías de desarrollo. El impacto de este fenómeno, afirma Navarro (1996) se hace evidente en los sistemas organizativos tradicionales, los cuales carecen de la plasticidad para adaptarse rápidamente a los retos que marca el nuevo orden mundial. Dichas organizaciones mantienen las mismas estrategias y métodos de trabajo a lo largo del tiempo, las cuales resultan obsoletas en el actual paradigma basado en el conocimiento, el cual se encuentra centrado en los flujos electrónicos de información como el principal factor de producción, por encima de los factores tradicionales representados por los recursos naturales (Copanegra, 2007)
