En un luminoso ensayo sobre Goya, señalaba Ortega, un fenómeno observable en la realidad social española del siglo XVIII, extrañísimo y que no aparece en ningún otro país: un entusiasmo por lo popular, no ya en la pintura, sino en las formas de la vida cotidiana, arrebata a las clases superiores. No fue aquello simplemente la curiosidad y filantrópica simpatía que sustentan el popularismo en todas partes, sino algo distinto, vehementísimo y más profundo, que Ortega—tomando el término de la lingüística y usándolo con una significación muy precisa—, denominaba plebeyismo