La enfermedad de Chagas, causada por Trypanosoma cruzi, es una parasitosis endémica en 21 países de América Latina, donde se transmite por las heces contaminadas de triatominos, provoca más de 7.000 muertes anuales y cerca de 25 millones de personas están en riesgo de contraer la infección. Clasificada por la OMS como una de las 17 enfermedades tropicales desatendidas, principalmente se extiende entre la población más desfavorecida de las zonas rurales. Sin embargo, vías de trasmisión alternativas como la transfusional o la congénita, y los movimientos migratorios, han hecho de ella una enfermedad emergente en países como EE.UU, Australia o España, afectando a más de 7 millones de personas en el mundo. La fase aguda aparece una semana tras la infección y posee baja mortalidad (<10%), asociada a fallo cardíaco y/o meningoencefalitis. En la mayoría de los casos es asintomática u oligosintomática y se resuelve espontáneamente. Tras 12 meses, la respuesta inmune controla parcialmente la infección y aunque no la erradica, el 6070% de los pacientes nunca la manifiesta (fase indeterminada). El 3040% restante entra en fase crónica durante los 1030 años posteriores, con afectación cardíaca y/o digestiva (megaesófago y megacolon). Después de más de un siglo desde su descubrimiento, no se dispone de fármacos adecuados para su tratamiento, basado en dos nitroderivados introducidos hace más de 40 años: benznidazol (BZ) y nifurtimox, recomendados para tratar los casos agudos y crónicos recientes, pero con actividad limitada en la fase crónica avanzada. Su controvertida eficacia, elevada toxicidad y la aparición de cepas de T. cruzi resistentes, afecta al éxito de estas terapias..